Capítulo 12

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-¡Amorcita!- gritó su padre mientras se acercaba corriendo a ella.- ¿Dónde te habías metido?- en su voz habían solo rastros de felicidad, se notaba que lo estaba pasando bien, pero en ese instante su mirada se desvió a la muchacha que venía junto a ella.- ¡Por la Diosa!-dijo sin intentar ocultar su desprecio y horror, luego siguió hablando ignorando por completo la presencia de la muchacha.- Ve a la habitación de invitados que hemos preparado para Amalia y ayúdala a acostarse, ya que como veo, es imposible que lo haga por su cuenta.

La mayor de las hermanas bajó la cabeza ante su padre avergonzada por la condición en la que se encontraba su hermana menor.- Padre yo... lo siento, cuando la encontré ya estaba así, no he podido hacer nada.

Leónidas tomó la barbilla de su hija y le hizo levantar la cabeza.- Jamás te quiero ver con la cabeza gacha hija mía. Llévala a su habitación y luego ven, los Alfas quieren verte.- Besó la frete de la muchacha y luego volvió a la fiesta.

Entró rápidamente a la casa y subió de igual modo la escalera, si había algo que la caracterizaba, no era precisamente ser paciente y las palabras de su padre habían definitivamente despertado su curiosidad. Recostó a su hermana, le quito los zapatos y la cubrió con la ropa de cama. Luego salió prácticamente corriendo de la habitación para encontrarse con su padre y no tardó mucho en hacerlo.- ¡ya volví!- gritó en cuanto lo vio.

-Veo que no erre al decirte que vinieses pronto.- dijo su padre riendo al ver el entusiasmo con el que se acercaba la muchacha.

A Diana se le ocurrió de pronto jugar con su padre como solía hacerlo de pequeña- Claro que no queridísimo padre ¿y para que necesitabais con tanta urgencia a esta humilde servidora tuya?

Su padre no pudo más que reír antes de contestar, no entendía en que momento su pequeña niña había crecido tanto y por otro lado le llenaba de alegría el saber que no se había convertido en alguien como su hermana menor, quizás estuviese mal que él lo pensase así, pero era la verdad más absoluta, solo la Diosa podría entender que tan feliz y orgulloso estaba de su hija mayor.- Ahora que está aquí señorita podría acompañar a su viejo padre.- dijo mientras le tendía su brazo al más estilo caballeresco, el cual ella tomó con verdadero gusto. Caminaron en silencio hasta llegar a la mesa donde se encontraban sentados los Alfas, pero antes de dirigirse a ellos su padre le habló a ella en voz baja.- No has cenado cariño y no me consta que hayas almorzado.- la muchacha no pudo más que rodar los ojos ante la evidente sobre protección de su padre.- Está bien, después hablaremos de eso. Ahora- dijo hablándoles en ese momento a los que se hallaban sentados.- aquí está la señorita que tanto nos había costado encontrar.

-Papá, no seas exagerado.- pidió ella.

-La verdad es que no exagera.- esta vez fue Esperanza, la alfa de Orión quien habló. La mujer debía tener unos 28 años, sin embargo la forma en la que hablaba era similar a la de una muchachita o la de una niña juguetona y sus grandes ojos celestes que contrastaban con su oscuro cabello ondulado, ayudaban bastante para llevarse esa impresión de ella.- Aunque me atrevo a decir que quien con más ansias te buscaba era Saúl, ¿no es así?- preguntó dirigiéndose a su compañero, el Alfa Guillermo, quien debía llevarle unos 2 o 3 años de ventaja, este era muy distinto a ella físicamente, con sus ojos marrones y cabello rubio corto, que se veía bien con su cuerpo musculoso. Si, ya se lo que deben estar pensando "¿Cómo es posible que todos los licántropos sean fornidos, musculosos, etc.?" Pero la verdad no hay mucho que decir al respecto, por decirlo de algún modo nuestra raza es así, además que el tener que transformarnos en lobos y tener que descargar toda nuestra energía cuesta bastante esfuerzo físico. Así que sí, la mayoría de nuestros hombres tienen una facha por decir lo menos envidiable.

-A decir verdad, si.- respondió este en un tono más serio del que usaba Esperanza para hablar.

Fabuloso, habían logrado volver a incomodar al muchacho, el pobre se ponía rojo cada vez que la veía desde que se le ocurrió decirle vieja a su mamá y ahora, para desgracia de él, los otros alfas también habían notado su comportamiento y lo molestaban por eso.- Me buscaba solo porque somos grandes amigos, no sean mal pensados.- dijo la joven para lograr amenizar un poco más el ambiente para el avergonzado chico. Quien le dedicó solo una mirada de agradecimiento.

Deber de AlfaWhere stories live. Discover now