Capítulo 9

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Diana se despertó cuando unos fuertes brazos la llevaron de vuelta a la cama, se movió un poco antes de incorporarse para hacer sonar su doliente cuello.- ¿Dormiste mal anoche?- se atrevió a preguntar Dante.

-Un poco torcida la verdad.- dijo ella riendo. Los barrotes del balcón no eran para nada un buen colchón y mucho menos una buena almohada.

Sin embargo el rostro de Dante estaba serio, apenado y sin ningún rastro de humor.- Si no querías dormir conmigo me lo podrías haber dicho.- habló con tono tierno, aunque serio, mientras acomodaba el cabello de la muchacha y acariciaba su mejilla.- Habría arreglado para ti una cama en otra habitación.

-No se trata de eso...- respondió ella un tanto tímida, no sabía si debía o no confesarle a Dante las verdaderas razones de su comportamiento. Cuando estaba pensando en que razón creíble podía dar, sonó el timbre. El joven le dio un suave beso antes de bajar rápidamente para atender a la visita inesperada, momento que ella aprovecho para meterse rápidamente al cuarto de baño, tomó una ducha rápida, lavó sus dientes, intentó controlar aunque fuese en parte el desastre que había en su por decir lo menos enredado cabello y se puso el mismo vestido de la tarde anterior. Una vez estuvo lista, salió descalza en busca de Dante, al no encontrarlo en su habitación, supuso que la visita se había quedado, por lo que bajó a ver de quien se trataba. No tardó mucho en averiguarlo, ya que un olor conocido inundó sus fosas nasales mientras se dirigía al lugar.- ¡Barack!- dijo al tiempo que se acercaba al hombre que se encontraba sentado solo en la sala.- ¿No es un poco temprano?

-La verdad es que no, son más de las diez de la mañana.- respondió el riendo.- creo que tu horario está un poco alterado.

-Así parece.- respondió ella un poco avergonzada también riendo.- ¿y qué te trae por aquí?

-Tu padre.- él hablaba en un tono serio, ahora sin ningún rastro de humor, lo que no logró más que alertar a la joven.

-¿Mi padre, él está bien?- el tono en su voz dejaba ver su ya evidente desesperación.

-Sí, sí, claro, está bien, tranquila.- en ese momento, se podría decir que la chica volvió a respirar después de oír esas palabras, en el mismo momento que Dante llegaba de la cocina, portando dos grades tazones de café.

-Es increíble como lo único que logra desestabilizar su autocontrol es pensar que algo le ocurre al Alfa Leónidas.- dijo el recién llegado al tiempo que le daba uno de los tazones a Barack.- ¿quieres algo de beber?-preguntó ahora refiriéndose a Diana.

-Chocolate caliente.- respondió rápido al tiempo que se sentaba junto a Barack en posición india sobre el sofá.

-A la orden capitana.- dijo el muchacho al tiempo que volvía a la cocina.

La joven dirigió su mirada al chico sentado junto a ella, alzó las cejas y abrió las manos indicando que seguía esperando a que hablase, pero el chico, no lo notó.- ¿Y, qué hay con mi padre?- dijo ya un poco impaciente.

-La verdad no estoy seguro, dijo que te viniese a buscar, que tenía algo importante que decirte.- dijo al tiempo que rascaba su nuca con su mano derecha. Sabía que a su futura alfa no le gradaría para nada su respuesta, a ella le gustaba estar bien enterada de todo y si algo le fastidiaba, era esperar para saber algo.

-Tu respuesta la verdad no me deja del todo satisfecha.- dijo al tiempo que se ponía de pie y caminaba hacia la escalera a toda prisa, una vez llegó a la habitación de Dante en el segundo piso, tomó rápidamente sus zapatos, su cepillo de dientes, su morral y emprendió nuevamente camino, esta vez a la puerta de salida. De camino a esta se encontró con Dante esperándola con un gran tazón humeante sentado junto a un sonriente Barack.- Lo siento.- comenzó a decir mientras terminaba de ponerse los zapatos y abría la puerta.- pero no podré tomar ese chocolate, mi padre me está esperando.

Deber de AlfaWhere stories live. Discover now