Capítulo 28

Mulai dari awal
                                    

Y, naturalmente, al igual que toda la gente —incluso el mismo Giovanni—, lo había preferido a él. Raffaele siempre había sido como un imán. Él siempre había tenido lo mejor..., y nunca lo había valorado, porque ni siquiera sabía que lo tenía.

Como con Hanna.

Raffaele no tenía idea de que se había quedado con la mujer más especial del planeta.

Uriele haría cualquier cosa por Hanna.

Sin embargo, lograr que su hermano abordara solo ese avión, e ir a buscarla, no lo hizo por su cuñada, sino por el mismo Raffaele, quien no soportaría un golpe más.

Era su turno de ensuciarse las manos, lo sabía, y creía que lo haría con gusto —si eso le evitaba más pena a su hermano—... hasta que vio los ojos azules de ese hombre.

*

Jessica Petrelli era una niña. Sí, pronto iba a alcanzar los dieciséis años, y tenía un blog secreto donde subía sus asombrosas ilustraciones —y también atendía unos pocos pedidos de fanarts eróticos que le hacían algunos de sus seguidores—, pero ella era una niña.

—Me sorprende que la hayan dejado escalar en el área infantil —comentó Laura a Anneliese.

Era el segundo sábado de septiembre, y Laura había organizado una visita a un centro de escala. Era la novedad en el pueblo y había muchísima gente.

—A mí, no —soltó Bianca—: Jess le habla meloso a todos los hombres. No les coquetea: les suplica, pero ellos creen que está intentado ligar, así que la dejan hacer lo que quiere.

Marcello le festejó el análisis al igual que si ella hubiese dicho un chiste, y Carlo dedicó a Anneliese una mirada insinuante: Marcello y Bianca estaban pasando mucho tiempo juntos; la rubia lo entendió, se encogió de hombros y sonrió.

—Pues sí llegaron alto —comentó Raimondo distraídamente, mirando a Angelo y Lorenzo escalar.

—¿Por qué no escalas tú, Raimondo? —se interesó Bianca, enfocando con su cámara a Angelo, colgado de una sola mano, intentado tirar a Lorenzo pisoteándole los dedos de una mano; la cámara falló e intentó utilizar su teléfono—. Ésta basura ya no sirve —soltó, frustrada al no poder capturar al muchacho pisoteándole la mano a su primo—. Necesito otra.

Raimondo esperó un rato, deseando unirse a sus amigos, en la escala, y luego respondió:

—Me lastimé un hombro ayer, jugando —el día anterior, el equipo de soccer había tenido partido.

—¿Y tú, Marcello? —terció Lorena, reuniéndose con ellos en la mesa; ella volvía de escalar—. Es divertido. Aunque me caí dos veces —tenía marcas en sus brazos de las correas de seguridad—. ¿Vieron mis caídas patéticas?

—Sí —Raimondo le tendió su enorme vaso de soda—. Pero no fueron patéticas: fueron gloriosas, mi vida —difirió él, besándole una mejilla cuando ella tomó asiento a su lado.

—Lo sé —aceptó la pelirroja, orgullosa—. Tal vez no llegué a la cima, ¡pero con qué gracia caía! —se mofó.

Anneliese sonrió suavemente, admirando a su prima; le gustaba la manera en que ella hablaba: su tono era suave y siempre parecía ser sincera, aun cuando era sarcástica o bromeaba.

—Ay, mátenme —soltó Rita, riéndose, sintiéndose demasiado empalagada con los mimos entre Raimondo y Lorena.

«Con gusto» pensó Annie y, sin embargo, lo que le salió de la boca, fue:

Ambrosía ©Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang