15 - La familia, como siempre, jodiendo la marrana

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La presencia de Mordekai amarga el delicioso sabor que tenía en la boca. Cuando finalmente consigo pillar por sorpresa a Di y besarla, el muy idiota viene a cortarnos el rollo o a matarnos, que es lo mismo. Dejo a la bruja en el suelo para que pueda adentrarse en el claro con algo de dignidad. Es evidente que la presencia del demonio la pone nerviosa. Me pongo frente a ella de forma protectora a pesar de su mirada reprobatoria.

—Sé cuidarme sola.

—Ambos sabemos que en este preciso momento eso no es verdad, cielo. —No necesito alzar la voz para que el otro me oiga, así que sigo hablando en un susurro de rabia contenida—. ¿Qué quieres, Mordekai?

El demonio dobla la rodilla y apoya el pie en la rueda de mi taxi, sin apartar la vista de la navaja automática con la que juguetea. Viste completamente de negro, con una cazadora acolchada de motorista que combina con botas y pantalones protectores. Es pura fachada, en realidad no necesita nada de eso. Puede que ni haya traído el casco con tal de conservar su rubia cabellera meticulosamente peinada hacia atrás, con algún mechón que cae con calculada precisión. Se pasa la mano por la asimétrica barba de una semana y después me señala con la punta de la hoja.

—A ti, hermanito. —El filo de la navaja entra y sale del mango de forma rítmica, siendo el único sonido que inunda el claro, además del de mi propio corazón y el de Diona, tan rápido como el aletear de un pajarillo—. No voy a dejar desamparado a uno de los renegados preferidos de papá. —Sonríe con sarcasmo y lanza la navaja a mis pies, clavándose en la tierra congelada—. Y menos sin que pague lo que me debe.

—Eres un mentiroso, en el fondo sé que me adoras.

Agarro el mango de nácar pulido y me aproximo a él con paso firme, asegurándome estar en la trayectoria entre su perturbadora mirada y el relativamente indefenso cuerpo de Diona. Cuando nos quedan un par de metros para encontrarnos, le lanzo con la mano buena de nuevo su navaja y él, a cambio, me devuelve un par de pequeñas piezas metálicas, alargadas y redondeadas al final. Un par de bujías.

—Para que no me escaquee, ¿eh?

—Chico listo, te enseñamos bien.

—Pero no lo suficiente.

—No, con un mestizo nunca es suficiente... —Me mira con ese aire condescendiente que no soporto pero que sé que en momentos como éste puede ser muy útil. Es la típica mirada de hermano mayor, sabiondo y protector. Mucho mejor que la de líder de Hueste de una banda de cabrones daemon—. Te tenía vigilado desde que llamaste. Siempre acabas con la mierda hasta el cuello y sabía que esto no iba a ser una excepción. Además, últimamente las relaciones entre las razas están tensas, y un problema en los límites de dos territorios podría ser la chispa definitiva. —Observa el cuchillo un momento, como si comprobara que efectivamente es el suyo, y empieza a jugar con él otra vez—. Estáis a menos de media hora de la frontera, pareja de gilipollas.

Sus insultos me resbalan y suspiro a la luna de barriga abultada. El cielo se vuelve ligeramente más opaco, anticipando el helado amanecer. Llevamos más de veinticuatro horas de un sitio a otro, con un secuestro, dos intentos de fuga (una exitosa), cuatro asesinatos conocidos (la novia, la puta y los vampiros) y un beso inolvidable. Mi cuerpo y mi mente no tardarán en recriminármelo, a pesar del tentempié exprés. Después de esto debería tomarme un mes de vacaciones. ¡Ja! Ya, claro que sí, sigue soñando Sasha...

—¿A quién os habéis cargado esta vez? —pregunta. Ha debido captar el aroma a descomposición y piel muerta en mi abrigo.

—Éste no es tu territorio y estás muy lejos de tu hueste —le recuerdo—. ¿De verdad te importa, hermano?

Él sonríe con prepotencia y al devolverme la mirada pestañea dos veces, con los párpados del disfraz humano y las membranas de demonio. Me alegra no haber heredado un rasgo tan repugnante, algo bueno debía tener ser un mestizo.

—No. —Alza la mirada, más allá de las copas de los árboles, hacia el mismo lugar de donde me vino el olor a cadáver, entorpeciendo mi brillante actuación con la psicópata de Suka—. Que haya una panda de vampiros a unos tres kilómetros de aquí, una furgo oficial de su comunidad y que apestéis a sangre muerta me la trae floja. —Evito mirar de reojo a Di—. Tengo una hueste que alimentar y un distrito que proteger, solo quiero saber si lo que sea que has hecho nos dará problemas.

—¿A largo o corto plazo?

Mordekai abre la boca, mostrando su afilada dentadura, y suelta una larga y sonora carcajada que hace retumbar mi pecho.

—Eres la hostia, hermanito. —Simula secarse una lágrima causada por la risa—. Venga, ahora en serio, ¿todo bien?

—En nuestro territorio, de puta madre.

—¿Y los vecinos?

—Pasando.

—Ya, claro, genial. —Frunce el labio y trastea con la navaja por última vez—. Creo que voy a mandar un par de chiquillos al Óblast de Nóvgorod, por echar un vistazo, ya sabes.

—Como quieras.

—Así es, como yo quiera. A partir de aquí no pintáis nada. Largaos. —Se endereza y estira los brazos por encima de su cabeza, destensando los músculos que había preparado para contraatacar. Pienso en Di y en la distancia que nos separa—. Cuídate, Sasha, papá te envía saludos y... —Lanza una sugerente mirada a Diona, antes de darnos la espalda y dedicarle una sonrisa llena de intenciones nada pudorosas—. Dile a tu amiga que los daemon no olvidamos.

Sasha - Mestizo de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora