11 - Algo así como una cutre Road Trip

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Oigo un 'poc' a mi derecha y cuando giro hacia mi copiloto no puedo contener la sonrisa.

—Tendrías que haberme dejado esto a mí, Di —insisto con dulzura.

Diona se ha golpeado la frente contra la ventanilla del coche, otra vez. Está que se cae y aunque trato de suavizar mis palabras, su expresión de mala leche solo demuestra las horribles noches que lleva a cuestas.

—No, necesito ir. —Decir que suena irritada es poco. Y decidida, muy decidida. Dioses, cómo me pone con esa mirada... Creo que la comida me ha excitado demasiado.

—Lo que necesitas es una cama y dos días de reposo. —Mi boca se ensancha con marcada socarronería—. Y conmigo cerca, cariño, solo podría ofrecerte una de las dos cosas.

Le guiño un ojo y ella me bufa. No está de humor, lo comprendo. Siempre que me encuentra tan alegre sabe exactamente a qué se debe y, diga lo que diga, sé que en el fondo mi dieta no le hace mucha gracia. Los humanos suelen ser más quisquillosos con estos asuntos. Eso, sumado a su bajo estado anímico, físico y mágico no hace sino enturbiar el ambiente dentro del taxi.

—Llevamos más de media hora de viaje, ¿falta mucho?

—No, creo que no —contesto e inmediatamente bajo la voz, con los dedos tamborileando sobre el volante—. ¿Eso es una moto? Tal vez... —Al momento recuerdo por qué no me gustan los motoristas sin casco que parecen mantener una distancia de seguridad excesivamente correcta, a pesar de saltarse el resto de normas de circulación cada dos por tres, igual que yo. No mola. Pienso en los posibles conductores de motos a los que interese chuparme rueda. ¿Maverick? Es menor de edad e idiota. ¿Dyma? Ése no se acercaría a mí ni con un palo. ¿Dev? ¿Eligor? ¡Ja! Vale, mejor lo dejo. ¿Y Vanya o el Kozlov? Nah... La lista es básicamente un repaso a mi familia más cercana y algún cabrón paliducho al que le debo pasta—. No, no me gusta. No me gusta nada.

Seguimos callados como una tumba por la M10, una de las pocas carreteras decentes a las afueras de la ciudad. Los árboles a nuestro alrededor se multiplican, sin llegar a ser el típico bosque frondoso e interminable de las postales turísticas rusas, pero casi. A cada kilómetro recorrido la nieve cae con más fuerza y el chirrido del limpiaparabrisas es el único sonido que ameniza el viaje. Sí, también tengo la radio jodida. Mi taxi es un poco birria pero lo adoro. Nunca me ha fallado. Más o menos.

Es entonces cuando capto con más intensidad la presencia del vampiro novato y caigo en la cuenta de dónde nos encontramos exactamente. Una oleada de malas vibraciones activa todas las alarmas de mi sistema nervioso.

—Nos estamos dirigiendo al Óblast de Nóvgorod —digo con tono funesto.

Oficialmente, nuestra sección, el Óblast Leningrad, y el Óblast de Nóvgorod pertenecen al Distrito Federal Noroeste. Sobre el papel apenas hay diferencias territoriales, pero en realidad cada zona tiene su propia normativa, y no me refiero a leyes humanas. Tal vez por eso Mordekai no localizó a Alexandr, puede que sea un ilegal en San Petersburgo y no así en Nóvgorod. Genial, puteados por un error administrativo, quién lo diría.

—¿Hemos llegado? —La bruja traga saliva de forma sonora. Puedo mascar su incomodidad.

—No, pero no sé si ya estamos en su territorio, sabes que no son matemáticas exactas. —Miro por el retrovisor de forma compulsiva, delatando mi ansiedad—. Pasamos Ushakin y Lyuban hace un buen rato, así que...

...Así que estamos a un paso de meternos en la boca del lobo.

Diona me mira mientras se muerde el labio de una manera nada sensual, a punto de despellejarse la sonrosada piel. Sé que ha tenido 'historias' en Nóvgorod. Tengo oídos y los rumores sobre ella fluyen por nuestros Círculos como la sangre virgen en una buena ceremonia de presentación familiar. No sé hasta dónde está involucrada con lo ocurrido el año pasado, si tiene relación con el follón en la Comunidad de chupasangres de ahí o con la reinstauración de poder de la Orden en su histórico y tradicional centro neurálgico. O cuánto sabrá ella de las leyendas andantes de ojos negros que ejecutan a otras razas de forma implacable y prácticamente sin ser vistos. Lo dicho, rumores.

—Calma, Di —intento tranquilizarla mientras hace lo posible por ocultar su nerviosismo entre las sacudidas del taxi. Hemos dejado atrás la carretera y acabamos de adentrarnos por un camino de tierra, pavimentado de piedras y ramas retorcidas. El ideal destroza-amortiguadores, vamos—. Él está en la zona boscosa de Krasnogorsk, lo sé, por eso te he llamado antes. Además, no hacía falta que vinieras. Es peligroso y más en tu estado.

—Estoy bien. —Su suspiro suena más como un gruñido mal disimulado—. De verdad, olvídalo, ¿quieres?

En serio, me saca de quicio. Como respuesta tiro de la palanca de freno de mano bruscamente y detengo el coche en medio de un claro. Dudo que un solo mortal haya cruzado este lugar en décadas.

—Voy a tener que aparcar aquí —digo con la vista fija más allá de los troncos y la nieve embarrada—. Queda medio kilómetro a pie, más o menos. Y tu vampiro no está solo, alguien le controla, siento su confusión mental. —Me golpeo la oreja con la palma abierta—. Es la hostia de irritante.

Ella sale del coche dándome la espalda, se coloca la capucha y esconde las manos en los bolsillos de la parka. Escucho el crujido de sus nudillos, apretando los dedos para que dejen de temblar. No sabe lo que me pone cuando va de valiente.

—Bien, vamos a ver quién demonios quiere matarme.


Sasha - Mestizo de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora