12 - Un momento jodidamente incómodo

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Vale, a ver cómo explico esto. Paso a paso. Para los que me estéis viendo, dejad de flipar. Que esté a punto de partirle el cuello a una vampira no es algo tan extraordinario, os lo puedo asegurar. Pero que ella me haya hecho sangrar, oh, eso sí que es algo increíble y excepcional. Así que vamos empezar desde el principio. O mejor, desde que la zorra paliducha abrió su puñetera boca.

—¡Tú! Espera... ¿Tú!

Bueno, esto en realidad lo dijo Diona. Después de caminar durante una aburridísima media hora entre árboles, ahuyentando bichos salvajes con nuestra presencia y esquivando maleza con mi maravillosa visión nocturna, encontramos al descarriado de Alexandr. No estaba solo. Detrás de él, apoyado contra el tronco de un árbol, destacaba la figura de una vampira flacucha, rubia y de ojos azules, que nos observaba con altanería. En plan "el bosque es mío y todo lo que piséis me pertenece, cabrones", pero algo más refinado y pijo, muy tipo vampírico. Junto a ella vi al novato, a esa pequeña e insignificante sabandija que se cargó parte del maletero y bebió de mi sangre para después clavarme un cuchillo de cocina en el pecho. El mismo que ha vuelto loco a Di, convirtiéndose en un grano en el culo. Así que sí, tengo bastantes ganas de darle una buena paliza. Nuestras miradas se cruzan y le sonrío, aunque no puede verlo por la bufanda negra que cubre parte de mi rostro. Al menos mis ojos negros sin pupila le harán llegar el mensaje de amor. Se remueve inquieto al sentir mi sangre demoníaca recorriendo sus entrañas. Si yo fuera como mis hermanastros, podría hacerle arder desde dentro, pero no es tan fácil. Nunca lo es con un metish.

Diona, a mi lado, parece sobreponerse dentro de su gruesa parka marrón, y la capucha de pelo artificial devora su adorable rostro. Su miedo se evapora. Ésa es mi bruja.

—¡Qué cojones haces tú aquí! —grita Di señalando a la vampira. A ella no le hace ninguna gracia, aunque disimula bastante bien la cara de limón agrio.

—Así que me recuerdas, bien, eso está bien.

—¡Cómo no iba a hacerlo! ¿En serio has planeado tú todo esto? ¿No vienes de la comunidad de Nóvgorod? ¿No es por los upyri? ¿Ni Yaco? —Vaya, sé que Diona tiene secretos, pero lo que acaba de soltar me deja alucinado. Los rumores sobre ella se quedan cortos ante la magnitud de los problemas en los que está metida. Otro día os lo explico mejor. La vampira permanece en silencio según aumenta el enfado de Diona—. Estás como una puta cabra, Suka.

—¿La conoces? —Mi tono de voz suena más agudo de lo que me gustaría. Estoy... ¿cabreado? ¿Sorprendido? ¿Confundido? En realidad quiero hacerle un millar de preguntas, pero ésa es prioritaria.

—Sí, estudiábamos juntas enfermería, no le caí bien, intentó matarme y le di su merecido —resume como quien recita la lista de la compra—. Supongo que haría algo más para acabar exiliada en otro territorio, aunque no me extraña viniendo de una zorra como ella...

—¡Cállate! No tienes ni idea, ¡ni puta idea! —La vampira manda a paseo su falsa serenidad con una mueca nada elegante. Así está mejor, que los monstruos dejen ver su verdadero rostro, a mí no me gusta ocultar el mío—. Sabías que Alexandr me interesaba y aun así me lo quitaste, ¡tú! ¡Que podías tener a cualquiera! Así que te lo robé y ahora es mío. —Me muerdo la lengua. ¿En serio? ¿Todo este follón por una venganza amorosa? ¿Pero qué mierda es ésta? Sé que algunos vampiros quedan tocados después de la transformación, pero lo de esta tipa es increíble—. He descubierto el origen de tu poder, bruja. No me mires así, lo sé todo.

Se cruza de brazos y levanta el mentón con arrogancia. Además cree tener razón. Eso siempre los hace más peligrosos.

—Son los humanos —continúa—. Nosotros necesitamos su sangre, tu amigo mestizo, su carne, y tú, su energía. Aquí, en medio del bosque, no hay mortales, nada que te alimente. Estás indefensa, querida, a mi merced. —Muestra los colmillos, totalmente expuestos, asustando a su chiquillo—. Alex, ve a por ella y cumple tu promesa.

Él asiente, como una mascota obediente, y en un segundo aparece frente a Di. Ella no lo intuye a tiempo y yo me pongo en guardia, listo para partirle el cráneo al que se atreva a ponerle un dedo encima. Pero nada más tensar los músculos, contemplo admirado la harmoniosa calma que emite la bruja, es casi hipnótico, igual que una cálida mota de luz balanceándose en la oscuridad. En realidad, no necesita mi ayuda. De momento.

—Lo siento. —Su melancólica voz paraliza al vampiro, atrapado en su mágica red de testosterona e impotencia. A esta distancia puedo saborear la desesperación del no-muerto, consternado, abatido, perdido en el recuerdo de un sueño inalcanzable. Sí, a veces me pongo un poco poeta, es lo que piden estos momentos.

Crean una pequeña burbuja de intimidad que ninguno de los espectadores podemos alcanzar. Percibo el intenso aroma de amapolas salvajes. Mierda, esto me suena, lo he visto antes, pero no recuerdo...

Ah, sí, es verdad. Ahora se besan.

Durante lo que parece una eternidad.

Y ambos parecen disfrutarlo.

Tengo que matar a alguien.

Es entonces cuando la zorra de su creadora se lanza a por Diona con intención de zanjar toda la historia de un rápido mordisco y yo me interpongo.

Un poco de acción. Bien. Ya iba siendo hora.


Sasha - Mestizo de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora