10 - La noche del cazador

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Lo he vuelto a hacer. Otra pelirroja. Aunque visto de cerca puedo apreciar que no era su color natural. Tampoco importa, el pelo de Diona es inimitable. Sin embargo, aquí estoy, conformándome con una burda copia de la bruja.

Chasqueo los dedos en la oscuridad y una fina llama ilumina el cuarto por un segundo. Trato de encender el cigarrillo sin éxito. Mierda, el filtro está húmedo por la sangre. Y es el último que me queda. Maldita sea. Desmenuzo lentamente el pitillo para calmar mi frustración mientras contemplo por más tiempo del necesario el desaguisado sobre la cama. Si al menos hubiera traído mis herramientas esto sería más fácil de solucionar. Pues nada, tendré que malgastar parte de la energía que me ha proporcionado la carne de la pequeña humana para ocultar su propia muerte. Un par de trucos mentales y la dueña del burdel ilegal se deshará de ella, como hizo con la chica de la paliza del otro día o con la de la sobredosis de hace dos semanas. Solo que ésta está mucho más pringosa. Y menos entera. Uno tiene que comer.

Al terminar salgo al pasillo lleno de murmullos, gemidos apagados y rincones sucios, y salto por la ventana del fondo. Cinco plantas más abajo caigo apoyado en las cuatro extremidades. Echaba de menos esto; la libertad que otorga una buena alimentación. Estar a dieta es una putada. Aunque también me lo busqué yo solito. Mordekai me lo habría perdonado en otra ocasión, pero con el subordinado del Princep presente... Bueno, aprendí que nunca se debe olvidar para quién trabaja tu hermano. Y eso que yo también trabajo para ellos, más o menos.

Pero ahora tengo otra obligación, o más bien una promesa que cumplir.

Concentro mi energía, amplificada y reforzada gracias al tentempié exprés. Disfruto por un segundo de la mejora de mis capacidades. Así es como debe sentirse un auténtico daemon siempre, capaz de devorar cada minúscula alma de esta dimensión sin pestañear, saboreando cada célula viva o muerta que inunda el planeta. Imparable. Dioses. Es tan... bueno, "mejor que el sexo" se queda corto.

De repente mi placer se corta de forma brusca y arrugo la frente, entre preocupado e irritado. No puede ser. Se ha vuelto a escaquear. Muevo la cabeza a un lado y a otro, visualizando los límites del barrio Kirovski y Dachnoye, me acerco mentalmente al barrio Ulyanka y salgo a la frontera territorial. Nada. Joder. Alejo mis sentidos hacia el sur. Creo que... Un poco más... ¡Ahí!

Tengo que hablar con Diona. El haberme olvidado el móvil en el apartamento solo confirma su descripción de mí de 'desastroso'. Las prisas, las prisas. Ducha rápida, otro jersey (sin manchas de sangre reseca mejor) y el abrigo largo. Ahora mismo siento que podría salir en pelotas del bloque, pero debo mantener las apariencias. O mis mayores volverán a castigarme.

—Di, lo he encontrado. Te recojo en diez minutos.

Apenas la oigo farfullar una palabrota al otro lado de la línea. Debe estar agotada. El uso de la magia tiene un precio, y aunque ella sea prácticamente energía pura, su contenedor es mortal y las consecuencias no se hacen esperar. Reviso el maletero antes de ponerme en marcha: Bridas, cinta americana, la escopeta trucada (nunca me han gustado las armas de fuego, pero a veces son tremendamente útiles), la garrafa de gasolina y el pequeño hacha, ideal para cortar ramas y extremidades de bichos sobrenaturales. Os estaréis preguntando, "¿tanto cacharro para qué, Sasha? Si eres un tío superfuerte". Ya, ya, agradezco vuestra admiración e ingenuidad, pero con los años uno descubre que estar pertrechado de sobra nunca viene mal. Pero, para qué mentiros, estoy deseando atravesar las entrañas del que quiere matar a mi dulce Diona.

Miro al cielo estrellado y aspiro, con el olor de la sangre recién derramada todavía revoloteando y alterando mis sentidos. Hoy será una buena noche de caza.

Sasha - Mestizo de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora