2 - Vampiro a la fuga

124 8 0
                                    

Los golpes en el maletero no me pillan por sorpresa. Un resucitado no tarda mucho en regenerarse y un cuello partido tampoco es que sea un método definitivo para acabar con ellos, sobre todo si no se le ha desangrado debidamente. Diona será muy limpia cuando quiere, pero también estúpida.

Otro golpe, esta vez más fuerte. Joder, se lo va a cargar. Nuestras miradas se cruzan en el espejo interior cuando, tras un último segundo de silencio, observo la mitad del maletero, MI maletero, salir por los aires.

—¡Para, para! ¡PARA! —La cabeza de Diona rebota en el asiento del conductor por culpa del frenazo—. ¡Mierda puta, Sasha!

Los dos nos hemos girado al oír parte del maletero siendo resquebrajado y por poco tenemos un accidente. Volvemos a mirarnos, sabedores que acabamos de soltar a un vampiro sediento por la ciudad. O al menos, otro más.

—¡Joder! ¡Mi coche!

—¿Tu coche? —Ella grita con los nervios fuera de sí y seguramente la mezcla de alcohol, tabaco y restos de una cena medio romántica danzando en su estómago—. No te quejes y da media vuelta. ¡Media vuelta!

—¿Estás loca? —Me golpeo el muslo, apagando el cigarrillo antes de que prenda entre los pantalones. A pesar de todo, no soy ignífugo—. Deja que se vaya, no eres su madre.

—Yo tendré la culpa de las muertes que cause. —Puedo palpar el sentimiento de culpabilidad en su tono—. Es responsabilidad mía.

—¿Qué dices? ¡Está muerto! Es responsabilidad de los suyos.

Ella me ignora y sale del coche, seguida de una lista de improperios en el sagrado idioma de mis antepasados. El acento enoquiano intimida a cualquiera. O cualquiera que no sea Di. Mierda. Sé lo que va a hacer. Corro detrás de ella, con el taxi olvidado en medio de la vacía carretera, sin tiempo de apagar el motor. Para cuando llego es demasiado tarde. La encuentro tirada en el primer callejón que se adentra en la arteria nocturna de la ciudad, y una gota de sangre cae perezosa desde su nariz. Por el rasponazo que tiene en la frente supongo que ha debido caerse a plomo.

—Eres una incauta —regaño al cuerpo inconsciente—. No sé cómo has podido sobrevivir estos años sin mí…

Exceso de magia. La muy idiota ha gastado sus últimas energías en detener al cadáver, otra vez. Solo que ahora lo ha pagado con su propio cuerpo. Lo veía venir. Suspiro, la observo con los brazos en jarra unos segundos, planteándome opciones que no debería a causa de nuestra larga, profunda y significativa amistad. No, no puedo dejarla aquí. Sé que me arrepentiré, y sin embargo me la subo al hombro y la lanzo al asiento trasero. El abrigo le cubre menos de lo que debería, mostrando la silueta del minúsculo vestido. Definitivamente ha tenido una cita. Me pregunto con quién, si le gustará, si será un humano o… Aparto esos pensamientos inútiles. Cierro de un portazo y regreso al callejón. En apenas unos metros localizo al otro tipo, muerto, o más muerto todavía.

—Como vuelvas a romperme el coche te arranco los brazos. —No me escucha, así que le propino una patada en las costillas, por gusto—. Así que más te vale comportarte como un cadáver de verdad.

Lo aúpo igual que a Diona y lo meto de nuevo en el maletero. Pesa, pero soy capaz de levantar cien kilos sin derramar una gota de sudor; a vece ser mestizo tiene sus ventajas y mola bastante. El cierre no tiene arreglo, por ahora, así que lo engancho con la cinta americana que siempre guardo junto a las correas y las cadenas para la nieve. Alguien como yo debe estar preparado para un secuestro en cualquier momento. Para bien o para mal, hay demasiadas criaturas molestas que dan por culo en San Petersburgo. Y uno debe protegerse.

Sasha - Mestizo de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora