Capítulo 22.

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No podían perder tiempo. Bajaban corriendo de su habitación sin importar armar demasiado alborto, estaban solos en la casa aquella noche, el treintaiuno de diciembre, el día que por fin activarían el portal.

Todos habían salido aquel día: Mabel estaba en casa de Pacífica, seguramente en su gran fiesta de despedida y su tío... Bueno, en verdad no tenía idea de donde o cuando se había ido Stan, pero lo que importaba era que la casa estaba a completa disposición de la pareja, y eso incluía el sótano.

La mañana antes de empezar los preparativos había pasado perezosamente lenta, la cama había estado demasiado cómoda como para dejarla y, a parte, las caderas de Dipper después del día de navidad aún dolían y mientras, las palabras inundaban la pequeña habitación y no parecían querer detenerse. Dipper había dejado de cuestionar las intenciones de Bill, confiaba en él ciegamente y el rubio lo notaba, pero aquellos momentos se rompieron cuando la hora llegó.

La noche había caído y solo entonces Mabel se marchó, avisándolos desde el piso de abajo. La puerta se oyó cerrarse y unos minutos después, asegurándose de que su hermana no volvía por alguna cosa que se había dejado, bajaron.

La felicidad y euforia que les invadía era totalmente indescriptible. Después de todas aquellas noches... Todo por fin podría acabarse. En el ascensor, no se podían estar quietos, tan cerca. Tan, tan cerca... Pero el mundo se le cayó encima al joven chico cuando recordó las substancias químicas que su tío había tenido que robar la última vez. Miró a Bill, preocupado.

—Bill, yo...

—¡Chst! —le calló, acercándose a un bulto cubierto por una lona verde apagado, para arrancarla y dejar ver los bidones químicos—. Will a veces es un buen hermano mayor, ¿sabías?

La sonrisa volvió a sus rostros, esta vez ya imborrables. Poco a poco, vaciaron el líquido en los tanques de la máquina, hasta la última gota y las clavijas empezaron a ser activadas y con ellas, la fase de Dipper. Sí se equivocaba, podría haber una gran sobre carga. Una por aquí, otra por allá, que si sube la palanca a tal grado, que si marca aquel código en el panel de control... Y se encendió, más fuerte que la última vez. Completamente activo, sin anomalías ni nada por el estilo.

Dipper miró un momento el reloj que había colgado en la pared a su derecha, sorprendiéndose de lo rápido que había pasado el tiempo. Ya casi era medianoche, pero eso podría esperar. Estaba abierto, al fin abierto.

Los dos chicos caminaron dentro de la sala, sin creérselo aún y sólo el súbito abrazo de Dipper sacó de sus pensamiento al demonio, quien correspondió aquella muestra Dr afecto del chico.

Un abrazo como tantos otros.

El último de todos.

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Empezad a borrar "hermoso" de vuestros diccionarios ( ͡° ͜ʖ ͡°)

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