Capítulo 10.

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Los cuerpos humanos eran horriblemente complicados. Tanto físicamente como emocionalmente y Bill lo estaba descubriendo en aquel preciso momento.

Estaba en el piso de abajo, en el sofá más concretamente cuando Mabel le había salido de la nada, preguntándole el porqué de su ceño fruncido. Bill solo le había dicho alguna escusa barata para que le dejase en paz pero para su mala suerte, sin estar satisfecha, la castaña se lanzo sobre él y empezó a hacerle cosquillas. El rubio estaba experimentando aquellos "extraños espasmos en el cuerpo" más popularmente conocidos como risa.

Dipper en el piso de arriba, empezó a escuchar las risas. Una era de Mabel y la otra no la conocía. Por curiosidad, empezó a bajar las escaleras y mientras se acercaba, no pudo evitar pensar que la risa era bonita y pegadiza. En el salón, se encontró a su hermana gemela junto al ser que le echaba de su cuerpo: Bill. Enseguida, las mejillas del chico se volvieron rojas e izo una mueca. ¿Y si había leído sus pensamientos? Estaría en constante burla por parte del rubio.

Bill, por otra parte, al notar a Dipper le pidió -o mas bien le suplicó- ayuda. En ese punto, ya casi se había quedado sin aire y lloraba de la risa y cuando el chico consiguió quitarle a su hermana de encima tuvo que tomarse su tiempo para que su respiración volviese a la normalidad, mientras, Dipper intentaba asimilar lo que había pensado antes. Se decía a si mismo que tampoco era culpa suya, que nunca había escuchado una rusa del demonio "sincera", solo las risas maniáticas y locas que soltaba.

El castaño acompañó al demonio al porche para que tomase el aire. Al abrir la puerta, un soplo de aire frío hizo que todos los cabellos del cuerpo se les erizaran, aunque solo fuera por unos instantes. Juntos, se sentar en en el borde del porche, Bill con las piernas colgando mientras que Dipper se había sentado como un indio.

—Nunca había visto el otoño en Gravity Falls —comentó de golpe el menor, sorprendiendo ligeramente a su acompañante—. Siempre me ha gustado el otoño, pero el California apenas se nota. Aquí es todo más bonito —acabó dejando escapar sin querer una pequeña sonrisa.

Bill, que no había perdido detalle de cada uno de los movimientos del chico, empezó a arderle la cara. Solo había visto la sonrisa de Pino, ¿qué le pasaba? Y otra emoción desconocida a la lista. Para que no se notara simplemente soltó una carcajada y le contestó.

—Es lo más cursi que te he oído decir, Pino.

Dipper le dio un golpe en el brazo, molesto y Bill estalló en carcajadas. Sin conocer la situación, un desconocido podría decir que se veían como dos amigos normales y corrientes. Pero allí estaba otra vez la risa. Al final, los dos acabaron rojos, mirando al lado contrario para que el otro no se diese cuenta, en un silencio incómodo mientras Mabel solo los miraba por la ventana tapándose la boca para no reírse.

(...)

Desde aquel día, el demonio empezó a evitar con más frecuencia al muchacho y solo le buscaba o le dirigía la palabra cuando necesitaba poseerle. Dipper intentaba olvidarse de sus incómodo pensamientos, sin éxito claro. Solo hacía más que empeorar y lo hacía con tanta insistencia por que, a diferencia del otro afectado, sabía que significaba aquel sentimiento.

¿Cómo había pasado? Ninguno de los dos lo sabía. Simplemente había pasado de repente, como si una vela se encendiese sin previo aviso. Y aunque Bill desconociese la palabra que definía sus emociones, estaba seguro que lo hacía más vulnerable de lo que ya estaba en un principio, y no le gustaba.

En efecto, la palabra con la que se podía resumir era solo una: amor.

Fall •BillDip•  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora