Capítulo 8.

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Suspiros era lo único que salía de los labios de Dipper. Estaba más escuálido que antes junto a las horrorosas ojeras que se extendían bajo sus ojos daba un aspecto completamente lamentable. Pronto, el cuerpo de Dipper era insuficiente para Bill, incluso se atrevería a decir que le cansaba más estar el el cuerpo de "Piney" que en su cadáver andante.

Irritado, cansado y dolorido por falta de energía, el demonio se dirigió hacia el cierto que compartía con el deprimido chico y abrió con un portazo al que el castaño no reaccionó, solo lo dejo pasar, como todo aquellos grises días. Aún más molesto por la falta de interés, cruzó en tres pasos la habitación y le agarró bruscamente por el cuello de la camiseta, obligando a Dipper a mirarle a los ojos.

—¡Mira chico, como me estoy empezando a hartar de esto! —le escupió—. ¡Así que o vuelves a tener buen estado físico o yo mismo romperé el trato al no encontrar beneficio en poseerte! ¡¿De acuerdo?!

La tensión era tan grande que era casi palpable. Nadie se había movido de su sitio y lo único que se distinguía era la respiración agitada de Bill después de la "regañina". El rubio podía ver como poco a poco los ojos de Dipper se humedecían y el rostro de éste hacía una mueca para evitar llorar, sin conseguirlo. A Bill solo le dio tiempo a pensar un "Oh, no" antes de que rompiera en llanto. El demonio rodó los ojos como signo de molestia y volvió a llevar sus pupilas al niño que aún sostenía. Dipper solo podía quitarse las lágrimas de los ojos y pensar en lo patético que se veía frente al ser de pura energía. Ante su sorpresa, solo pudo sentir el intento de abrazo de Bill, quien solo se maldecía por aquello, aunque tampoco le molestaba. Era lo que había aprendido gracias a Will.

(...)

Después de minutos de llanto, Dipper se había quedado dormido de cansancio. Con cuidado y con el ceño fruncido, Bill se soltó del agarre del castaño e intentó abrir una brecha interdimensional. El llanto de Dipper le había recordado que tenía un hermano mayor y que hacía siglos que no lo visitaba, literalmente.

Al cabo de media hora, consiguió hacerlo aunque esta era bastante inestable. Sin perder un segundo, entró y se encontró dentro de una mansión bastante lujosa, llena de cosas azules: cortinas azules, cojines azules, llamas azules en la chimenea... Realmente los propietarios tenían un grave problema con ese color y, mira por donde, por una de las tantas puertas que habían apareció el adolescente de azul seguida de su gemela, también vestida de azul. Ya sabía a quien echarle la culpa.

—¿Quién eres y que haces aquí?

El tono de la muchacha era más gélido que un iceberg y sus acciones combinaban a la perfección con su tono de voz ya que de un instante a otro, Bill tenía pegados al cuello unos puñales de llamas azules que controlaba la dama. Bill se juró que como no pararan de salir cosas azules, incineraría aquella dimensión.

—Ugh, los gemelos Gleeful —murmuró con cara de asco el demonio. No sabía porqué había aparecido allí, pero suponía que su hermano se habría involucrado con ese par.

–¿Otro Cipher? —solo entonces el muchacho habló. Su tono era incluso peor que el de su hermana. Tampoco parecía que le apasionada la idea de tener a otro "Cipher" entre sus paredes.

Y para colmar la paciencia sobre las cosas azules de Bill, apareció frente a él su hermano, el triángulo azul.

—¿Bill? —preguntó confundido el pequeño triángulo— ¿Qué te ha pas-?

Antes de que pudiese acabar la frase, el menor de los hermanos cogió al otro del su delgado brazo negro y se echó hacia atrás entrando parcialmente por la brela la cual aún seguía abierta.

—¡Recuerden! La realidad es una ilusión, el universo es un holograma, dejen las cosas azules. ¡Adiós!

Y la gran mansión Gleeful volvió a su habitual silencio sepulcral.

Fall •BillDip•  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora