La había fotografiado sin ningún disimulo, luego, le dijo adiós. Annie frunció el ceño. Para cuando su hermano llegó, desde la planta baja, ese hombre ya no estaba ahí.

—¿Qué? —preguntó el niño.

Annie suspiró.

—Ya se fue —le hizo saber.

—¿Quién?

—Ese hombre.

—¿Vino otra vez?

—Sí. Y me hizo fotos.

—¿Fotos?

—Sí.

—¿Quién te hizo fotos, Annie? —terció su papi.

A la niña le costaba algo de trabajo acostumbrarse a ese nuevo hombre atento, sobrio y fuerte. En ése momento, su papi sí se parecía bastante a su tío Uriele.

—Un hombre —dijo ella—. Estaba frente a mi ventana.

Raffaele frunció el ceño y se acercó, pero no vio a nadie.

—Ya se fue —le informó también a él.

—¿Estás diciendo la verdad, Annie? —le preguntó. Parecía intrigado.

Annie asintió movimiento mucho la cabeza.

—¿Cómo era él? Ven acá —le pidió luego, saliendo de la recámara de su hija.

Ahm —ambos niños lo siguieron—. Era... Pues era un hombre.

—Sí, mi amor, pero ¿cómo era? ¿Joven, viejo...?

—Joven.

—¿Tenía cabello largo o corto? —caminaban por el pasillo, hacia la recámara principal.

—Corto.

—¿Recuerdas cómo estaba vestido?

—No. Pero tenía una cámara para tomar fotos.

—Bien —ellos llegaron hasta la recámara y su papi sacó, disimuladamente, una pistola de su buró, la cual se colocó dentro del pantalón, por la espalda—. Ya no te asomes a la calle, princesita —le pidió, besó su cabeza rubia y luego salió.

Los niños se voltearon a ver, algo asustados, y fueron detrás de él, hasta la planta baja; lo vieron hablando por el comunicador con vigilancia, cortar la llamada y decirle algo a su mujer, luego se marchó.

—Annie —la llamó entonces su mami—. ¿Cómo era ese hombre, nena? —a diferencia de su papi, ella parecía preocupada.

—No me acuerdo —murmuró apenas ella, algo arrepentida de habérselo contado a su papi. ¿Por qué él llevaba un arma?

—¿Recuerdas de qué color eran sus cabellos?

La niña se relamió los labios.

—¿Eran rubios, como los tuyos? —siguió su mami.

—No —se sentía asustada; su pecho palpitaba con fuerza y se sentía débil. Hablaba bajito—. Eran más oscuros.

—Pero, ¿eran rubios?

—Sí, pero más oscuros.

—Y, ¿él era alto, como tu papi, o más bajo?

Ambrosía ©Where stories live. Discover now