-Algún día tu hermana y yo estaremos juntos -me dice sin apartar la mirada de Rydel.

-En tus sueños –cierro la puerta– Ahora quiero que me expliques que haces aquí.

-Vengo a llevarte a una fiesta.

-Sabías que tenía una cena de negocios.

-Tu padre tenía, tu solo eras el relleno. Además pensaba en sacarte de acá.

-Lamento informarte que llegaste tarde, ya se han ido todos.

-¿Qué tal estuvo?

-Bien. Intenté sociabilizar con la hija del socio de mi padre, pero ella es muy rara

-Mmm rara, interesante, pero la pregunta aquí es ¿estaba buena?

Pienso en un segundo eso, recordando su rostro y la verdad era linda, pero su actitud no complementaba nada bien.

-No quiero hablar de eso –digo– Y por último será mejor que te vayas, mañana será un día largo para mí.

-Veo que alguien ha intentado conseguir su número, pero como no lo has hecho para levantarte el ánimo nos iremos a una buena fiesta –me arrastra con él a la salida de mi casa.

Detesto no poder negarme a nada, mañana sí que estaré muerto.

-Narra Colin-

La alarma sonó despertándome de un profundo sueño, miro el reloj soñolienta, son las siete de la mañana, me revolví en la cama quejumbrosa, cubriéndome con las mantas por encima de mi cabeza, pero recuerdo el entrenamiento y me levanto con firmeza yendo directo al baño.

Desde los dieciséis años hago defensa personal, boxeo y taekwondo para ser más exactos, no era algo que me fascinara pero debía hacerlo, mi padre decía que esto me serviría de mucho si algo malo pasara, y yo sabía a qué se refería con eso.

El Sr. Robert fue mi profesor desde entonces, me enseñó todo lo que sé y no es por presumir pero soy muy buena en esto, y todo se lo debo a él, hoy con sus cincuenta años es un gran profesional como entrenador, y como persona, tenía un gran aprecio hacia él.

Bajé las escaleras yendo hacia la cocina para desayunar encontrándome con mi padre en una de las cabeceras de la mesa, con varias carpetas sobre ella, se encontraba muy concentrado leyendo así que solo me dispuse a saludarlo y a hacerme el desayuno.

Ya tenía el ''dobok'' puesto, que es el famoso traje de taekwondo, completamente blanco con los cuellos, bordes y bandas del pantalón color negro, en mi caso ya era cinturón rojo punto negro, solo me faltaba un nivel para llegar al negro y terminar con estos entrenamientos que tan cansada me tenían.

Entre al ''dojang'' lugar en donde practico esta defensa, tiene una superficie ligeramente acolchonada con pisos de goma eva, también costa de un espacio para practicar boxeo, esa mitad tiene dos bolsas de box llenas de arena, guantes de protección en una estantería, mancuernas y ruedas para abdominales, mientras que en la parte de taekwondo había espejos por toda la pared, un armario con instrumentaría con algunas maderas, focos para pies, gomas elásticas, protector corporal, entre otras cosas.

Ya era la hora y Robert no llegaba, me empezaba a preocupar cuando el ruido de la puerta se hizo escuchar, voltee esperando ver al profesor pero no era él, en su lugar había un chico de unos ventipico, rubio, ojos verdes que solo mostraban misterio, su pelo lo llevaba hacia arriba y no podía no nombrar sus músculos que se notaban por debajo de su dobok negro profesional.

-¿Buscas algo?- le hablé con confusión.

-Ponte en posición.-entró sin responder.

-¿Disculpa?

Dark Side |Riker Lynch|Where stories live. Discover now