-Pero...

-Cállate. No he terminado. Están Harris, Fields, Evans, Sanderson, Spencer, Presley, Hemmings, Levin, Kyle, Alves y... Morgan. Lauren, estamos hablando de que vas a estar por fin en un equipo en el que todas van a dar la cara por ti.

-Dinah, ¿cuándo podemos vernos?

-Puedo quedar para comer hoy. Luego te digo dónde y a qué hora. –Colgó, y yo me quedé mirando la pantalla del móvil casi perpleja.

-¿Qué ha pasado? –Camila estaba bastante preocupada, pero yo no podía dejar de mirar el teléfono hasta que reaccioné.

-Un equipo de Miami está interesado en mí. Dice Dinah que es nuevo, parece ser que están haciendo un proyecto grande. Dice que están dispuestos a pagar veinte millones por mí. ¿Sabes lo que es eso para una mujer en el fútbol?

-¿Miami? –Camila sólo se quedó con eso, y asentí. No sabía qué pensaría ella, era la otra punta del país, literalmente.

-No sé qué voy a hacer, tengo que hablar muchas cosas, probablemente no nos vayamos, así que puedes estar tranquila.

-Lauren. –Me llamó seria, entreabriendo los labios a medida que pasaban los segundos. –Miami, me estás diciendo que tenemos la posibilidad de volver a... ¿Miami?

-Camz, ¿quieres volver a Miami? –Camila se quedó en silencio ante mi pregunta. Se recogió el pelo, alisándoselo, y haciendo que cayese sobre uno de sus hombros, intentando aparentar normalidad, aunque yo sabía que no era así.

-Mmh... Es tu futuro, cariño, yo no quiero interferir en él. –Sonrió de forma afable, tomando mis manos por encima de la mesa, apretándolas con firmeza.

-Probablemente se quede en nada, de todas formas, he quedado con Dinah para comer. No deberías preocuparte. –Camila volvió a beber de su café, girando la mirada para posar su vista en los cristales empañados.

Y en aquellos momentos, con una débil e hierática sonrisa, no sabía muy bien qué se le pasaba por la cabeza a Camila.

* * *

-Mira, Lauren, tenemos dos equipos ya encima de la mesa. –Dinah sacó el dossier y lo puso en la mesa, entregándome un folio en la mano. –Ese, es Seattle Reign. Ofrecen 19 millones por ti, un contrato de 5 años, a 2 millones por temporada.

-Para irme a Seattle me quedo aquí. A la gente de Portland no le haría ninguna gracia que me fuera con el mayor rival, así que descartado. No. –Negué entregándole de nuevo el folio, cortando un trozo de filete de ternera, llevándomelo luego a la boca.

-Luego tenemos Miami Pride. Su estadio tiene un aforo de 60.000 personas, como ya te dije, tienen un auténtico equipazo, ofrecen 3 millones netos por temporada. Además, al ser nuevo, -Dinah señaló una de las frases remarcadas de aquél documento en amarillo. –exigen que seas la capitana del equipo.

Vi las fotografías que habían añadido al dossier, del estadio. Era enorme, casi como en el que jugamos la final del mundial. Era increíble poder jugar allí, de hecho, sólo pensarlo se me hacía un nudo en el estómago. Era Miami, podría ver a mis padres cada vez que quisiera, volvería el sol, la playa, y no aquella lluvia eterna en la que estábamos sumidos en Porland.

-¿Qué dices? –Levanté la cabeza del folio. Dinah tomaba bocados de su plato de pasta, bebiendo también del vino.

-Me... Me hace demasiada ilusión ir a Miami con Morgan y Harris. Me hace ilusión jugar en ese estadio, jugar en mi ciudad, pero...

-¿Pero? –Dijo con la boca llena, negando rápidamente mientras tragaba. –No, no hay peros. Tienes que ir a ese equipo, la ciudad está deseando ver a un equipo formado por las campeonas del mundo, con el pilar de una selección.

-Me preocupa Maia, me preocupa Camila.

-¡Lauren! –Alzó un poco la voz con un gruñido. –Joder, deja de pensar tanto y llévate a tu mujer y a tu hija. Ten un poco de sangre.

-Tengo sangre, Dios, Dinah, pero estas cosas las tengo que hablar con Camila antes de hacer nada. ¡Quiero irme! Claro que quiero irme, joder. Me gusta este equipo, estoy feliz aquí, pero sería culminar mi vida y mi carrera si fuese a Miami.

-Seguro que Camila quiere, Lauren. –Cogí mi copa de agua dándole un trago para humedecer mi boca, que en aquél momento se había quedado seca. –Cuando lo tengas claro, llámame.

-Necesito echar un polvo. –Susurré cortando de nuevo otro trozo de filete, masticando con fuerza y rabia.

-¿Qué? ¿Desde cuándo hablas tú así? –Fruncí el ceño masticando más lento, fijándome en Dinah.

-¿Desde siempre? Yo qué sé. –Solté una risa comiendo del salteado de verduras que tenía en mi plato.

-¿Para quitarte tensión lo necesitas? –Asentí sin quitar la mirada del dossier de color morado donde se encontraba la información de Miami. –Uhhh... Pues Camila debe de estar contenta, porque el último partido fue tensísimo.

-Uf, hemos pasado un fin de semana que para qué contarte. –En la sala, sólo se escuchaba el sonido de los cubiertos de Dinah y los míos, ya que era una zona reservada del restaurante, así que tampoco había problema en hablar de todas aquellas cosas.

-Wow, eso no me lo ha contado ella. La notaba rara, ahora sé que es por eso.

-¿Rara? –Pregunté apoyando los codos en la mesa, cruzando las manos entre sí encima de la mesa.

-Ya sabes, muy suavita, alegre, graciosa, amable. –Mientras Dinah comía y hablaba, yo la miraba perpleja.

-¿Sabes qué? Me la follé como dijiste. Camila alucinó con todo lo que hicimos este fin de semana. –Me reí bebiendo algo más de agua, encogiéndome de hombros.

-Te lo dije, lo que le pasaba es que le hacía falta un buen polvo. Sin sangre, que eres una sin sangre.

-Y tú una imbécil.

* * *

En la puerta del colegio, esperábamos Normani, Dinah, Camila y yo. Hacía demasiado frío aquél día, demasiado, diría yo, y estábamos viendo cómo llegaba el autobús desde Seattle y las cabezas de los pequeños se intuían tras los cristales tintados.

-Ay, la echaba de menos. –Camila se recostaba contra mí, buscando algo de calor y refugio entre mis brazos, porque aquél grado de temperatura que teníamos era insoportable.

-Y yo, creo que le va a gustar volver a casa después de este fin de semana. –Sobre todo, porque Camila y yo estábamos más unidas después de tener tiempo para nosotras solas, tiempo para arrumacos y mimos, aunque en el fondo necesitábamos que nuestra hija volviese ya.

Nos acercamos al autobús, y una pequeña cabecita con un gorro blanco se hizo paso entre la gente, con un chaquetón color salmón con dibujos de ratones y quesitos corrió hacia nosotras.

-¡Mami! ¡Mami! ¡Mami! –Saltó a los brazos de Camila que estaba más adelantada, y yo me acerqué rápido para coger su pequeña maleta con una mano. -¡Mamá! ¡Mami! –Gritó al verme tirándose a mis brazos desde los de Camila, y yo la cogí, dándole besos por toda la cara.

-¡Has vuelto! Creía que ya no volverías y nos dejarías a mamá y a mí solas. –Fingí llorar abrazándola con fuerza, escuchando aquella risa melódica, alegre y pueril de Maia.

-Noooo, no mami, no me quiero ir. –Se aferró a mi cuello, y cerré los ojos intentando retener ese momento un poco más, soltando un pequeño suspiro.

-Ni mamá y yo queremos que te vayas otra vez.

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a coat in the winter; camrenWhere stories live. Discover now