hay más hombres que nosotros en la isla Lincoln. ¡Qué diablo! No es tan grande y, si
estuviese habitada, ya habríamos visto algún habitante.
-Lo contrario sería muy raro -dijo Harbert.
-Pero todavía sería más raro -repuso Gedeón Spilett-que este saíno hubiese nacido con
un perdigón de plomo en el cuerpo.
-A no ser -dijo seriamente Nab-que Pencroff tuviera...
--¿Qué estás diciendo, Nab? ¿Tendría yo, por ventura, sin saberlo, un grano de plomo
en las mandíbulas? ¿Y dónde podría haberse ocultado por espacio de siete meses? -
añadió abriendo la boca para enseñar los magníficos treinta y dos dientes que la
guarnecían-. Mira bien, Nab, y, si encuentras un diente hueco en esta dentadura, te
permito que me arranques una docena.
-La hipótesis de Nab es inadmisible -respondió Ciro Smith, que, a pesar de la seriedad
de los pensamientos que lo agitaban, no pudo contener una sonrisa-. Es indudable que
en estos últimos tres meses se ha disparado un tiro de fusil en la isla; pero me inclino a
creer que los hombres, cualesquiera que sean, que han tomado tierra en esta costa, o son
recién venidos o no han hecho más que una corta estancia en ella; porque, si, cuando
explorábamos el monte Franklin, hubiera estado habitada, nos habrían visto o nosotros
les habríamos visto a ellos. Es probable que en una de las semanas anteriores alguna
tempestad, seguida de naufragio, haya arrojado a los náufragos a la costa. De todos
modos, nos importa poner en claro lo sucedido.
-Me parece que debemos obrar con prudencia -dijo el periodista.
-Ese es también mi parecer -añadió Ciro Smith-, pues, por desgracia, hay que temer
que sean piratas malayos los desembarcados en la isla.
-Señor Ciro -preguntó el marino-, ¿no sería conveniente, antes de salir al descubierto,
construir una canoa que nos permitiese o remontar el río o, en caso contrario, costear la
isla? No debemos dejamos coger desprevenidos.
- Ha tenido usted una buena idea, Pencroff -contestó el ingeniero-, pero no podemos
esperar, y necesitaríamos por lo menos un mes para construir una canoa.
-Una verdadera canoa, sí -replicó el marino-; pero no necesitamos una embarcación
para alta mar, y en cinco días yo me comprometo a hacer una piragua, suficiente para
navegar por el río de la Merced.
-¿En cinco días -exclamó Nab-fabricar un barco?
-Sí, Nab, un bote a la moda india.
-¿De madera? -preguntó el negro en tono de duda.
-De madera -contestó Pencroff-o, mejor dicho, de corteza de árbol. Repito, señor Ciro,
que en cinco días tendremos lo que necesitamos.
-¡Vaya por los cinco días! -dijo el ingeniero.
ESTÁS LEYENDO
La isla misteriosa-Julio Verne
ClassicsTras evadirse en globo de la Guerra de Secesión, cinco americanos, reunidos en torno al ingeniero Cyrus Smith, naufragan logrando llegar a una isla desierta. Los cinco protagonistas cuentan únicamente con su habilidad para sobrevivir. Sin embargo, e...
II. EL ABANDONADO
Comenzar desde el principio