CAPÍTULO NUEVE

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[ THE GUARDIAN ] 

CAPÍTULO NUEVE

❛con eterno e infinito amor❜  

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❛con eterno e infinito amor❜  


    POR LA MAÑANA DESPERTÉ CON UN EXTRAÑO pesar en el cuerpo. Noté como mis mejillas estaban algo húmedas y no descarté el pensamiento de haber estado llorando por la pesadilla que había tenido esa noche. Esta vez no había brujas, ni leones ni mundos mágicos, sino un tren en el que dentro estaba mi padre pero del cual nunca bajaba. Y yo lo esperaba ahí, en el andén, deseando que se detuviera, que su parada llegara y que él regresara de la guerra para estar conmigo; pero nunca llegaba a su parada y nunca regresaba de la guerra.

Me levanté con la misma sensación que uno tiene cuando está enfermo con gripe, salvo que yo no padecía de ella. El sol brillaba fuera con tanta intensidad que los rayos de éste, al atravesar la ventana, calentaban mi piel como si estuviese ahí fuera, en los jardines, tomando el sol como una hace en verano. Me sentía terriblemente enferma y quise quedarme en la cama, pero el hambre me mataba y no quería dejar a Lucy sola. Intuía que hoy iba a ser como la primera vez que dijo haber descubierto Narnia y ninguno de sus hermanos la creyó. La dejaron un poco de lado esos días no quería que esta vez sucediera lo mismo, aunque cambié rápidamente de pensar cuando el mismo Peter vino a la habitación a despertarla con un cariñoso recorrido de besos por toda su cara.

No pude evitar sonreír enternecida y Susan, que me pilló mirando con demasiada adoración al mayor de los hermanos, soltó una risita picarona.

─¿Qué os pasa a vosotras dos? -preguntó el rubio con una sonrisa en la cara. Me sorprendió la familiaridad con la que se dirigió a mí después de tanta tensión acumulada estos días.

─Charlotte. Es un mundo aparte por las mañanas.

─Lo es en general -comentó Peter.

No fue un comentario con segundas, queriéndose reír de mi o tratando de ofenderme, sino como si fuera algo natural y bueno sobre mi persona. Como si fuera un halago. No pude evitar enrojecerme, en parte por lo que me había dicho, y por otro lado, porque su mirada se detuvo sobre mí demasiado tiempo y yo no estaba en mis mejores galas.

Seguía enfadada con él, pero al parecer habíamos entrado en una tregua. Cuando nos dejó a solas para poder cambiarnos, me quedé cinco minutos más en la cama, pues las ganas si quiera de moverme eran nulas. Continuaba con ese extraño molestar. Me vestí con una falda azul oscura y una blusa blanca, recogí mi cabello en un moño suelto y me cubrí con una fina chaqueta gris.

Esa mañana el profesor Kirke no nos acompañaba en el desayuno, así que los Pevensie y yo estuvimos solos. Edmund no participó en ninguna conversación, al igual que yo, y aunque hoy la mesa estaba más animada por parte de los más mayores, que intentaban que su hermana menor no continuara resignada con ellos, sentí mi humor decaer.

THE GUARDIAN | PETER PEVENSIE 1 ✔ [EDITANDO]Where stories live. Discover now