—Jauregui. —Hizo un gesto con la cabeza abriendo la puerta de rejas, y yo salí estirando mi espalda.

La luz alógena del pasillo me dio de lleno en los ojos, que eran bastante sensibles y además, no habían visto la luz del día en bastantes horas. Al fondo del pasillo pude distinguir la figura de Camila de espaldas, que al escuchar mis pasos se dio la vuelta y corrió hacia mí para abrazarme.

—¿Estás bien? —Su voz parecía rota, preocupada, y lo reflejaban sus manos que se apretaban alrededor de mi cuello. —Siento todo esto. Nash puso una denuncia por lo que le hiciste en Miami...

—Me lo imaginaba. —Mis ojos se cerraron al sentir un beso suave de Camila en mi mejilla, y me separé para poder mirarla a los ojos.

—Normani se acaba de ir, me ha dicho que como no tienes antecedentes y no hay pruebas de la pelea, que te dejan ir sin más. —Sonreí un poco y tomé sus mejillas con mis manos para besarla de una forma tierna, separándome de ella.

—¿Dónde está Maia? —Camila cogió su bolso de una de las sillas, y tomó mi mano.

—En casa de Normani con Keith y las niñas. —Antes de que saliésemos de la comisaría, la cogí del brazo. No amanecería en unas horas, y yo, no quería volver a casa.

—Vamos a alguna cafetería. Tengo hambre. —Ella me miró algo desconcertada con el ceño fruncido.

—¿Acabas de salir de la cárcel y no quieres volver a casa? —Solté una pequeña risa negando, agachando la cabeza.

—Necesito comer algo, y sé que vas a querer cocinar pero no quiero que lo hagas. —Camila esbozó una tímida sonrisa, accediendo a lo que le pedía.

Una cafetería con el letrero de neón rosa de 'abierto 24 horas', todo de madera y con un olor a café y beicon que inundaba la estancia. Yo pedí café y algo para comer. Camila sólo café, no tenía mucha hambre.

—No sé cómo puedes comer después de todo. —Tomé sus manos por encima de la mesa, encogiéndome de hombros.

—¿Qué voy a hacerle? No ha tenido más relevancia.

Y por desgracia sí que la tuvo.

* * *

El camión de mudanzas estaba parado en la puerta de la que ya era la antigua casa de Camila. Sacábamos las cajas una en una con ayuda de los empleados de la empresa de mudanzas, y Maia miraba su habitación por última vez.

—Mira bien que no se te olvide nada, ¿vale Mai? —Dije poniéndome de cuclillas tras ella, poniendo las manos en sus costados. Maia asintió, presionando su propia mejilla con su dedo índice.

—Vale. —Me incorporé y le revolví el pelo un poco antes de bajar las escaleras.

Camila llevaba hacia afuera una de las cajas de ropa, y yo cogí la de los utensilios del baño. Era poca cosa, pero había que llevarlo al camión.

—¿Ya está todo? —Pregunté dejando la caja en el camión, poniéndome las manos en la cintura.

—Sí, aunque creo que Maia sigue eligiendo qué juguetes quiere quedarse. Lo que no entiendo muy bien es esa camisa de cuadros. —Eché la cabeza hacia atrás con un suspiro, soltando una suave risa. —Es decir, te queda genial.

—¿Esta es tu nueva forma de meterte conmigo? —Cogió mi camisa en un puño y me acercó a ella negando mientras reía.

—Cállate. —Y me besó. Era como decirme te quiero, como admitir que aunque fuese algo idiota aquello le encantaba.

a coat in the winter; camrenΌπου ζουν οι ιστορίες. Ανακάλυψε τώρα