Capítulo 9

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9.

Yo no había sido capaz de dormir nada, la música y el ruido habían retumbado por toda la casa durante casi toda la noche y el cansancio y las quejas de Tom me habían obligado a subir con él nuevamente para dormir. Sin embargo, a pesar de que estaba agotada y sentía los ojos pesados, no había sido capaz de descansar como hubiese querido.

A las diez abrí mis ojos y en el primer piso encontré a Michelle junto a Gisela, quienes no se habían acostado aún. Ambas habían estado dedicándose a ordenar un poco luego de que todos se hubiesen ido, ya que por la noche volverían mis tíos de un viaje de negocios que habían hecho tres días atrás.

A medio día, cuando Chris, Georg y Tom dieron señales, retomaron el trabajo de ordenar al cual Natalie y yo también nos unimos. Habíamos encontrado incluso ropa ajena en el patio, la que reunimos y guardamos en bolsas por si los dueños volvían para reclamarla.

Tom no me había dicho nada en relación con el día anterior, fue como si él lo hubiese olvidado por completo. No me quejé, después de todo tampoco estaba dispuesta a conversarlo. Era mejor dejarlo así.

—¿Quieres que te acompañe hasta tu casa? 

Yo sacudí mi cabeza de un lado a otro sin dudarlo. Tom aún parecía un verdadero Zombie y no iba a hacerle caminar más.

—Claro que no. Ve y dúchate, duerme un poco más a ver si cambias esa cara—. Él no se quejó, simplemente me dio un corto beso en la frente y avanzó hasta su casa arrastrando los pies.

Yo regresé intentando cubrirme para apartar el frío, todavía había rastros de la nieve que había caído antes de navidad y las temperaturas seguían siendo extremas.

Cuando llegué a mi casa, papá ya se había ido a trabajar y Diana estaba sentada sobre el sillón media adormilada. Me miró de reojo cuando dejé las llaves sobre la mesa pero no me dijo absolutamente nada. Yo subí a mi habitación para darme una ducha.

Cuando terminé al fin, me recosté un rato para intentar dormir.

Quince minutos después de haber puesto mi cabeza sobre la almohada comenzó a llover. El viento mecía el árbol que estaba afuera y lo sacudía de un lado a otro haciendo a veces colisionar sus ramas con la casa. Con los ojos clavados en el techo de mi habitación intenté quedarme dormida, pero a pesar de que intenté dejar que el sueño me venciera había muchas cosas dando vueltas por mi mente.

Pensé en lo que Natalie me había dicho y comencé a preguntarme si realmente yo sería lo suficientemente valiente como para seguir a Tom si este decidiera marcharse otra vez. Yo no podría abandonar mi vida así de fácil, yo aún necesitaba del apoyo de mis padres, dependía completamente de ellos y Tom no era suficiente. No quería convertirme en la carga de nadie más, y dejar atrás toda una vida no debía ser trabajo fácil. Él era la prueba de ello, que había regresado después de un año alejado del que debía ser su mundo, después de que se había alejado de mí.

Tom se había marchado siendo solo un niño, había cumplido la mayoría de edad y yo aun así no podía dejar de creer que él seguía siendo bajo aquella mascara de adulto el mismo de siempre. Él no habría podido jamás quedarse fuera del país por tanto tiempo, yo lo sabía y eso me hizo comprender que él quizás no había sido realmente sincero conmigo al decirme los motivos de su regreso. Yo no había sido su única razón, tal vez ni siquiera había sido una. Solo Tom lo sabía realmente, simplemente esperaba que su mentira tuviera en el fondo algo de verdad, aunque fuese muy en el fondo.


Durante la tarde, luego de por fin haber dormido algo y recuperado las fuerzas que me hacían mucha falta, me quedé sentada mirando por la ventana con la esperanza de ver nevar.

Un Juego de amigos.Where stories live. Discover now