Capítulo 8

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8.

La cena de noche buena había sido más acogedora de lo que hubiese imaginado. Mis padres y tíos se habían llevado de maravilla con los padres de Tom, y aunque los míos ya conocían bien a Simone y Gordon nunca habían compartido como esa noche lo hicieron. Bill también estuvo extrañamente integrado en todo, y sentí que sin dudas había sido una de las mejores cenas que había tenido en la vida.

Como más tarde todos debían volver a sus casas, nos reunimos alrededor del árbol de navidad apenas habían dado las doce. Repartieron regalos que parecían no acabar nunca. Bill incluso se había emocionado al ver la polera que yo le había comprado,y me había abrazado hasta que Tom se había interpuesto entre nosotros para poder agradecerme él por la gorra.

Mis padres me habían comprado como siempre unas cuantas prendas de ropa nueva y Gisela un enorme set de maquillaje que sabía nunca podría terminar. Bill, sin conocer demasiado sobre mis gustos había acertado con unos aros de plata pequeños que estrené enseguida. Tom, extrañamente había movido hasta el final el regalo que me había hecho. Yo no le pregunté nada hasta que todos se hubieron levantado. Mi prima había congeniado con Bill y desaparecido con él un rato después de salir a la calle.

—¿Por qué me lo entregas así? —Tom se encogió de hombros y esperó pacientemente a que yo desenvolviera el paquete.

Era un pequeño cofre de madera oscura con la primera letra de nuestros nombres talladas en la parte delantera. Era precioso. Yo lo miré en silencio mientras sentía una pequeña molestia en mi estómago.

—Ábrelo—. Miré a Tom de reojo e hice lo que él me dijo. En el interior había un pequeño llavero plateado con únicamente la inicial de él. Antes de tomarlo el sonido de unas llaves sacudiéndose me hicieron levantar la vista. Él tenía ahí el llavero que yo le había regalado una vez, solo que esta vez solo tenía ahí la inicial de mi nombre y me estaba dando a mí la suya.

—Tom... —Una ola de culpabilidad y remordimiento me ahogó. Me odié a mi misma por cuán egoísta pude haber llegado a ser cuando Tom solo había hecho lo que debía.

Él no parecía molesto, no sentía rencor, no me odiaba, no le desagradaba mi presencia cuando yo lo había dejado irse haciéndole pensar que lo despreciaba.

—Feliz navidad—. La sonrisa de él se borró cuando mis ojos no pudieron contener más las lágrimas—. Oye.

—Estoy bien —murmuré en tono bajo, y me sequé la cara con la manga después de dejar el cofre con mucha calma a un lado de mi cuerpo.

Tom se arrodilló frente a mí y con sus manos en mis mejillas me obligó a mirarlo. Temblé levemente, carraspeando para poder eliminar el molesto nudo que estaba formado en mi garganta.

—No te sientas mal, no quería que te pusieras así —me consoló.

Agradecí que todos estuviesen en la cocina o afuera para no ver mi espectáculo, pero el silencio que había en el entorno era desagradable.

—Estoy bien, Tom—. Pero él pudo darse cuenta que estaba mintiendo, y que cada vez me sentía más culpable por lo que había sucedido entre nosotros.

Estaba tan confundida. Después de haberle echado toda la culpa a él era yo quien quería pedirle perdón.

—No siento rencor, ¿por qué crees que estoy aquí? —Me encogí de hombros y alcé la mirada para verlo. Sentí mis labios temblar y él suspiró sin saber cómo tranquilizarme—. Regresé por ti, Vanesa, no para hacer que te sientas mal.

—No lo puedo evitar —murmuré con apenas fuerzas para hablar. Mi voz sonó débil y lastimosa—. Lo siento.

—¿Qué puedo hacer ahora para que te sientas mejor? ¿Quieres que me vaya? ¿Quieres regresarme el regalo? —Sacudí mi cabeza de un lado a otro y lo jalé un poco más cerca de mí. Tom pareció confundido.

Un Juego de amigos.Where stories live. Discover now