CAPÍTULO 19. Sin dolor.

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-Tú eres una de las fugitivas. Leah Davis. -Dice el hombre mayor con una sonrisa maquiavélica.

Ambos hombres, el viejo y el joven, tienen los dientes rotos o podridos. Casi puedo oler su putrefacto aliento desde el suelo.

Me arrastro e intento ponerme de pie pero uno de ellos me agarra por la chaqueta y vuelve a tirarme hacia atrás. Su brazo aprisiona mi cuello, cortándome el aire y amenazándome con su cuchillo justo en la espalda.

-¿Dónde están tus amigos y los bichos que escondéis? -Pregunta el joven antes de golpearme en la cara.

Recibo golpes hasta por respirar y ya había empezado a cansarme de ello. Le doy una fuerte patada en la espinilla al hombre que me golpeó. El que me agarra, ejerce más presión sobre mi cuello. Y me lanza con fuerza hacia el barranco. Derrapo inevitablemente hasta quedar colgada de una roca sobresaliente. Miro al vacío y el pánico me invade de tal manera que empiezo a gritar desesperada, deseando que alguien escuchase mis gritos.

Los dos hombres ríen sin parar mientras el joven pisa mis dedos. Lo único que me separa de una muerte asegurada.

-¡Ayuda! -Grito. Nadie parece escucharme.

Mi desesperación alimenta aún más demencia de aquellos dos hombres que intentan asesinarme.

En el momento que el hombre joven va a patear mis manos para que acabase cayendo, sale despedido y cae por el barrando dejando únicamente el eco de su alarido. Su cuerpo impacta contra unas rocas. Muerto.

-¡Mi hijo! -Grita el otro.

Lucas había sido quien lo había empujado. El hombre mayor intenta clavarle su cuchillo y, logra cortarlo. El cuchillo cae a varios metros de ellos cuando mi amigo le propina un manotazo en la mano con la que lo sujetaba. Ambos se enzarzan en una pelea y, en cambio yo, resbalo poco a poco, precipitándome al vacío, a la muerte prematura.

Una mano salvadora se ofrece a ayudarme. Los ojos de Aer me miran con mucha más desesperación y miedo del que yo tengo. Niego a cogerle la mano, no soportaría el dolor y correría el riesgo de morir conmigo.

-Lee. Por favor. -Suplica.

-Aer... -Mi voz suena como un hilo, débil y aguda.

-No estoy dispuesto a perderte. Coge mi mano.

Lo hago. Cojo su mano temblorosa y él utiliza toda su fuerza física para subirme y toda su fuerza de voluntad para no soltarme. Sufre un dolor que yo no podré imaginar nunca, lo veo en sus ojos, en las lágrimas que resbalan por ellos y en sus mejillas ardientes y enrojecidas. Las venas de su brazo se marca por el esfuerzo y, con esfuerzo, intento subir para ahorrarle trabajo y sufrimiento.

-Vamos... -Musita.

A pesar de todo, consigo subir. Gracias a Aer, que no estuvo dispuesto a soltarme en ningún momento.

Lucas descansa tirado sobre la tierra boca arriba y el cadáver del otro hombre a su lado con el cuchillo clavado en su pecho. No me doy cuenta de que mi amigo está llorando hasta que no me acerco a él. Lo abrazo todo lo fuerte que puedo.

-Gracias. -Susurro en su oído.

-¿Estáis bien? -La voz de Aer se hace presencia a nuestro lado.

Su piel está perlada en sudor y roja por el esfuerzo. Sus ojos enrojecidos contenían una gran cantidad de lágrimas que amenazan con salir desbordadas. Quiero tocarlo, abrazarlo y besarlo. Lo quiero todo pero, no puedo hacer nada de eso. No quiero causarle más dolor del que ya había sufrido por mi culpa.

Yo asiento. Lucas niega sin dejar de sollozar por los dos crímenes que acababa de cometer para salvarme. Acaricio su cabello rubio y lo acuno durante un largo rato.

Spectrum ©Where stories live. Discover now