CAPÍTULO 11. Tal para cual.

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Llego a mi casa justo a las siete de la mañana. Es día festivo y mi madre se encuentra sentada en el sofá frente a la chimenea con una taza de cafe entre sus manos. Dejo las llaves en la mesita de la entrada y me lanzo al sofá con ella, apoyo la cabeza en su regazo como cuando era pequeña y comienza a acariciar mi oscuro cabello castaño.

-¿Lo sabes verdad?- Le pregunto con voz muy baja.

-Sí. Pero estás bien, eso es lo que me importa.

Sonrío y me siento agradecida por tener a la mejor madre del mundo y por sentirme tan apoyada por él. Ella y yo y nadie más. Mi padre se fue y se perderá los próximos buenos momentos en los que solo estaremos mi madre y yo. Desde hace ya más de un año.

-No deberías dejarme hacer tantas tonterías, mamá.

-Tus tonterías te hacen única.

Aer reaparece de nuevo en mis pensamientos. No lo puedo evitar. Según él soy extraña en mi mundo y me encanta que piense eso, no que lo piensen los demás, sino que lo piense precisamente él.

-Soy extraña en mi mundo.

-Creo que tú y yo somos extrañas en este mundo, cariño.

En ese instante siento la imperiosa necesidad de preguntarle acerca de su pasado y lo que me une a mí con Christian. Pero... ¿Sería buena idea?

-Mami. ¿Por qué me ocultaste que conocías al agente Christian Mason?

-Porque ni él, ni su madre se acuerdan de mí. Conocí a su madre cuando era una cría, era mi mejor amiga. Se quedó embarazada muy jovencita y... Vamos que tuvo una vida muy difícil, ella y el niño. Eloise... Realmente ni siquiera se acuerda de su hijo y, sin embargo, no deja de pintarlo. Siempre que puedo le llevo fotos, ayer le llevé las últimas.

Eso explica las fotos de la cama de la pobre mujer.

-Eso no es motivo para ocultarlo...

-Hay cosas que no tienen motivo, Leah. Solo te pediré que no tengas contacto con Christian. Es lo único que te pido. Le pasará lo mismo que a su madre. Los dolores de cabeza, la paranoia, los episodios violentos... Ese chico acabará junto a su madre en ese psiquiátrico en pocos años y no se acordará ni de tu bonita sonrisa para entonces.

Me aparta con suavidad y se levanta, con la taza vacía, para ir a la cocina. Antes de salir de Golden Lake, me puse un cómodo chandal que Lucas se había dejado en la cabaña.

Me quedo tumbada en el sofá, disfrutando del calor de la chimenea mientras me quedo pensando en la conversación que acababa de tener con mi madre. Ella nunca abandonó a su amiga a pesar de que no la recuerda así que no entiendo el motivo por el que no quiere que yo me acerque a Christian, no es que me entusiasme mantener contacto con él pero... Siento lástima por el chico de la sonrisa de pillo.

Decido dejar de pensar y cerrar los ojos. El alivio que me invade es tal que me relajo aún más de lo que ya lo estoy. Adoro relajarme.

El timbre resuena y me despierta, abro los ojos y veo como mi madre se apresura a abrir la puerta. Una enfadadísima Liana entra como un huracán en mi casa y corre hacia donde estoy yo para tirarme, con enfado, su chaqueta en la cara.

-¿Pero qué te pasa?- Pregunto antes sorprendida, que enfadada.

-¿¡Dónde está Lucas!? ¡No intentes ocultármelo, sé que sabes donde está! Se supone que eres mi mejor amiga y ni me has cogido el teléfono.

Me levanto del sofá y me encaro a mi amiga, que luce un cabello rubio empapado por la intensa lluvia que azota Nueva York desde hace días.

-No sé donde está, Liana.-Miento.

Spectrum ©Where stories live. Discover now