CAPÍTULO 16. La búsqueda.

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Me detengo a descansar cerca de un bar de motoristas. Ellos no se percatan en mí y le agradezco al cielo por ello, no quiero sumarle a mis problemas otro más. Llevaba horas caminando y corriendo y ya no puedo más. Ya estaba hartándome de esta situación pero no puedo arriesgarme a pedir más ayuda. Lo más seguro es que ya La tierra al completo sepa que soy la fugitiva más peligrosa de la historia. Arthur M. Green se habrá encargado de que todo el mundo lo crea así.

Veo mi reflejo en una ventana del bar y casi me echo a llorar por lo fea que me veo. Demacrada. Parezco un verdadero zombie recién salido de The walking dead. Mi cabello liso y oscuro se había convertido en una maraña en forma de telaraña, mi piel está pálida y llena de cortes... Dejo de ver mi reflejo por mi propio bien psicológico y me siento con la espalda apoyada en un tablón de madera casi suelto.

Debe ser medio día, está nublado y lloviznando y hace tanto frío... Lo único que quiero es acurrucarme en el sofá con Lucas y Liana, frente a la chimenea mientras vemos una película de terror. Como hacíamos antes de convertirnos en los adolescentes fugitivos más peligrosos del mundo. Es una pena que hayamos acabado de esa manera.

Por la espesa capa de nubes a penas se puede ver un poco del planeta Spectrum. Ese planeta que la humanidad tanto odia.

Un hombre alto, corpulento y con una barba más larga que mi propio cabello se me queda mirando con una sonrisa maquiavélica mientras que con un brazo, del tamaño de un tronco, avisa a sus compañeros motoristas. Me pongo de pie, tensa y asustada como un conejito enjaulado. Varios hombres, algunos más grandes y fuertes que el anterior, llegan y me miran.

-El gobierno sabrá recompensarnos bien.-Dice el más joven.

-Llama a la C.R.E.-Dice otros.

-Antes podemos divertirnos un rato.

Saco la pistola de la cinturilla de los vaqueros de la chica a quien se los robé y apunto al que está más cerca de mí.

-Atrás.

Hace ya unas horas que había empezado a sentir que nada me importa. Sobrevivir es cansado y... Te olvidas de vivir. Parece que así va a ser mi vida durante años, una constante e incansable supervivencia. Disparo. No dudo.

La bala impacta contra el grueso hombro del hombre y los otros dan varios pasos hacia atrás estupefactos, casi ignorando los gritos de dolor del que yace en el suelo retorciéndose como un sucio gusano.

-Me iré y no dispararé contra nadie más. Si alguno intenta seguirme ya sabe de lo que soy capaz.-Me acerco al hombre herido y lo escupo con desprecio para luego salir corriendo.

Nadie me sigue. Los asusté porque creían que era peligrosa de verdad. He llegado a la conclusión que no es la persona quien se hace un monstruo, sino la sociedad es quien lo hace. Eso han hecho conmigo. Convertirme en un monstruo peligroso y temible. Es posible que lo sea...

Otra vez en el interior del bosque, sola. Corriendo entre los árboles, esquivando ramas y grandes troncos, saltando charcos y riachuelos. Miro a todos lados para asegurarme de que nadie me sigue.

Ya me han declarado fugitiva, eso explicaría el hecho de que aquellos gigantones se me echaran casi encima. Christian debe de estar vivo y me alegro por ello.

-Joder...

Me siento desesperada, cansada y muerta de frío y, sobre todo, de hambre. Ojalá encontrara la forma de llegar antes a Golden Lake, el haber huido de aquellos tipos inconscientemente me hizo desviarme del camino y ya no tengo ni la más mínima idea de donde estoy. Daría todo lo que tengo y no tengo por una buena taza de café caliente, una ducha y una manta.

Ni siquiera tengo mi móvil y mejor así, aunque lo eche mortalmente de menos. La falta que hace... Suspiro desbordada de agobio.

Esta vez coloco la pistola por la zona de la cadera derecha, enganchada en la cinturilla del vaquero. Noto el metal frío en mi piel y el vello de mi nuca se eriza. Sigo caminando sin saber muy bien a qué dirección me dirijo.

Veo unas pequeñas cuevas en lo alto de una cima. Las cuevas están bien camufladas por densos y frondosos árboles que las hacen invisibles desde el aire, algo que me beneficia. Subo la cima con las pocas fuerzas que me quedan y me refugio en una de ellas, la más escondida, para pasar la noche. No creo que sea bueno que me siguiera caminando de noche. Además, ya llevaba horas caminando.

En la cueva encuentro ramitas y hojarasca seca que pueden servirme para hacer fuego. Sé hacer fuego y también sé cazar. Mi padre me enseñó. No me cuesta mucho hacer una hoguera, solo una hora... Eso es suerte. Descarto la idea de cazar, me declaro defensora de los animales y aún no estoy tan desesperada como para matar a un animalito inocente y luego comérmelo. Me acurruco lo más cerca posible del fuego y dejo que su calor me invada. Me siento mejor al sentir el calor y para sentirme bien del todo recurro a la necesidad de imaginarme en mi casa con mi madre y mi padre. Mi padre, como lo echo de menos... Para mí era el padre perfecto antes de que nos abandonara sin explicación. Me niego a creer que no me quería y que por eso se fue, todos los padres quieren a sus hijos y él no podía ser la excepción.

Despierto sobresaltada por un ruido. El fuego sigue encendido y la cueva está aparentemente vacía, aparentemente. Miro a mi alrededor en busca de algo raro que pueda atacarme pero, solo veo un perrito. Un cachorro de Pastor Alemán de unos dos meses. Está mirándome con sus grandes ojos redondos y avellanados mientras jadea contento. Solo buscaba calor... Sonrío llena de amor por él, lo cojo entre mis brazos y me recuesto de nuevo mientras lo abrazo, el pequeño perro se queda dormido al instante sobre mi brazo. Y yo poco después.

Una suave voz me despierta, dulce y cálida. Me resulta familiar. Abro los ojos y me contengo las ganas que me entran de abrazar a Aer, que está sentado de piernas cruzadas frente a mí con el cachorro entre las manos.

-¿Cómo es que estás aquí?- Pregunto al borde del llanto.

Me sonríe y, con su sonrisa, recibo el abrazo más amoroso del mundo. Es tam guapo... Lleva la marca de su cuello tapada con una bufanda.

-Escuchamos la radio y Lin y yo salimos a buscarte. Supongo que ya sabes que tiene buen olfato.

Ambos reímos.

-¿Dónde está?

-Cuando te encontramos le dije que volviera con los demás y les explicara por qué nos fuimos sin decir nada. Yo me quedé, quería verte dormir... Me alegro de que estés bien, Lee.

Spectrum ©Where stories live. Discover now