Ven, y sálvame.

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Llegó el día de la mudanza, y con ella la gran tristeza e impotencia de Kyungsoo.

La última semana había faltado a sus clases, pues según él, no valdría la pena gastar pasajes en buses para al fin comenzar de cero en el nuevo lugar a donde se iría. Jongin iba todos los días a su casa, le contaba historias, trataba de animarlo, pero Kyungsoo no cedía, solo se conformaba con loa labios de Jongin. Sus labios eran una droga, una tremenda adicción, que cada vez que se separaban, Jongin lograba ver su sonrisa, y se motivaba a seguir, hasta que caían en la cama y tocaban sus piernas, debajo de sus camisas.

La familia Do se encontraba fuera de su casa, bueno, de la que fue su casa, ya la habían vendido, y al lado de ellos estaba Jongin, con una sonrisa en su rostro que ni él mismo creía que podría tenerla. Jongin se encontraba feliz por Kyungsoo, sus padres habían logrado inscribirlo a una gran universidad allá en Atlanta, y ya había comenzado clases de hace mucho con respecto al idioma. Aun así Kyungsoo no mostraba interés de aprender.

Todos se subieron al taxi, incluido Jongin, él los acompañaría a la entrada del aeropuerto, le prometió a Kyungsoo que no entraría porque después lloraría, y le dolería mucho su partida, que comenzaría hacer un berrinche de niño infantil, y no quería pasar vergüenza. Cuando llegaron, los padres de Kyungsoo se adelantaron, dejando a los jóvenes allí, solos. Al momento de perder a la vista a los mayores, unieron sus manos.

- ¿Estas feliz?- preguntó Kyungsoo. Jongin suspiró, mirando al suelo.

- ¿Tú lo estás?

- No, siento mucho miedo de no poder ser iguales a ellos, a las personas que conoceré.- dijo Kyungsoo.

- Sólo sé tú, Soo, no tienes que ser cómo ellos.

- Con ellos debo ser una persona diferente a lo que soy, si se fijaran en mi yo verdadero, pensaré que estoy a tu lado, porque contigo soy lo que soy, y sé que no estarás allí, entonces no puedo ser lo que soy ahora.

- Puedes seguir siendo tú, te hablaré todos los días, y así sentirás mi presencia a tu lado...

- Pero no será real, tu presencia será como un alma que pena y se va cuando lo deseé. Y ese momento de marcharse ocurrirá cada vez que finalicemos esa llamada telefónica, o esos mensajes de texto.

- Kyungsoo, no importa, pero seguirás pensando en mí, como yo lo haré, y todos los días, a toda hora, hasta en nuestros sueños pasará.

- Cuando me antoje de sentir tus labios, tu sabor...-susurró.

- Come chocolate - Kyungsoo rió. Jongin asintió y de su bolso, sacó una bolsa de regalo, dentro había una gran cantidad del chocolate favorito de Jongin. - Cuando lo comas, recuérdame.

Jongin atrajo a sí a Kyungsoo, juntaron sus cuerpos con una cálido abrazo, en ese momento, Jongin vio cómo se le iba lo que más quería, en minutos ya Kyungsoo no estaría más con él. No vería esa sonrisa, no escucharía su voz, sus canciones, sus chistes; no sentiría, ni tocaría sus pestañas y sus labios.

Kyungsoo se colocó en puntas y unió sus labios a Jongin, era su último beso, debían recordarlo por siempre, pero ¿cómo? Si era el caso de Jongin, cada vez que besaba a Kyungsoo, sentía y saboreaba un nuevo sabor, un nuevo sentimiento y un color se apoderaba de sí. No podría inventar el sabor, o el sentimiento y el color, si jamás besaría a Kyungsoo de nuevo.

- Adios Jongin. Hasta nunca- susurró Kyungsoo en labios de otro, se separó y salió corriendo, dejando a Jongin allí aún con ojos cerrados, cuando quiso abrirlos, ya no había rastro de su amigo.

- Adiós, Kyungsoo, mi querido amigo...

~

Unos golpes en la puerta arruinaron el silencio que abundaba en el cuarto de Jongin. Era su madre, con un rostro de preocupación que tensó todo el ambiente.

- Hijo, es sobre Kyungsoo.- Jongin se sentó en la cama, mirando fijamente a los ojos de su madre. - Tal parece que desde que volviste acá, el no regresó donde sus padres, ya lleva más de una hora desaparecido. La señora y el señor Do me llamaron alterados por su hijo, dicen que la última vez que lo vieron fue al momento de dejarlo fuera del aeropuerto contigo, ¿no sabrías a donde pudo irse? - Jongin negó con la cabeza, mirando a la nada, pero Jongin sí sabía dónde estaba. Debía volver a los tiempos de su niñez, ahora Jongin sería el héroe de la nueva historia creada por su amigo.

Su madre salió, recibiendo una llamada, Jongin aún no lo creía, que podría hacer, si, debía ir y salvarlo.

- Ay, Kyungsoo, qué hiciste.






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ASTRONAUTA- KAISOOTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon