III. ¡Eso es chantaje!-Nope.

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K A Y  D I  A N G E L O

Nico refunfuñaba y maldecía en lo que-seguramente era italiano. No le culpo, yo en su lugar hubiera hecho lo mismo. Solté varias pequeñas risas solo audibles para mi, puesto que si Nico las escuchaba, me mandaría al Tártaro. Y no es un lugar muy apetecible, habían dicho. Me sentía bien conmigo misma por haber encontrado a Nico luego de todo lo que pasé. Le eché una mirada de arriba abajo, examinando cada centímetro de él. Había crecido bastante. Era varios centímetros más alto que yo, cosa que era normal para mi altura de duende de bosque. Su pelo había crecido también, ya no lo llevaba peinado como solía, sino que estaba despeinado, apostaba lo que fuera a que se levantó así. Su piel había enpalidecido bastante, y llevaba unas grandes ojeras bajo sus ojos.

Expuse una mueca. Se notaba que no había dormido en un tiempo. Al parecer la muerte de Bianca le afectó más de lo que creía. Me acerqué a él, olvidando que me mentía en la boca del lobo:

Saltó de mi agarre-¡¿Qué mierdas haces!?-gritó. El tono que utilizó era aterrador. Casi hacen que derrame lágrimas por el susto. Si hubiera estado atenta, lo hubiera esperado. Pero olvidé que él no me recordaba.

-Yo-o so-lo-o-tartamudeé.

Sus ojos se habían oscurecido más de lo que eran.

-¿¡Tú eres idiota o qué?!-volvió a gritar, mirándome a los dos ojos.

Vigilé que no hubiera nadie en nuestro camino y, ¡Bingo! No había nadie, supongo que tendrían actividades o están fuera, ya que aún faltaban varias semanas para verano, al menos para mi instituto.

Respiré profundamente-¿¡Y tú eres imbécil o qué?! ¡A mí no me gritas! Ahora enséñame el campamento. Ahora―grité a principio. No soporto que me griten. Me pone nerviosa. Me calmé para las dos últimas frases.

Nico frunció el ceño-¿Tu eres bipolar?-cuestionó con desesperación.

Le regalé una pequeña sonrisa vergonzosa-Mmmm-pensé.-Puede que sí-ahogué una pequeña risa-Y perdón por abrazarte, había una roca y me tropecé. Así que para no caerme te abracé-no era tonta, sabía que estaba mal abrazar a personas que te querían matar de una manera dolorosa y lenta. Pero salió de mi sin darme cuenta, en mi defensa, le extrañé durante años-¿Aceptas mis disculpas?-pregunté tímidamente.

La mirada que me dedicó decía ''Te acaban de crecer cinco cabezas'' pero su suspiro era un ''No la envíes al Tártaro, Di Angelo''.

-Vamos-murmuró.-El Bunker 9 está cerca-aceptó derrotado.

Solté un pequeño chillido y apresuré mi paso para alcanzarle.

N I C O D I A N G E L O

Era imbécil, y sino, nació con un retraso en la cabeza. Bipolar. Aquella era la palabra con la que la describiría. Me abraza-dice que fue un accidente-me insulta, grita y se calma. ¿Qué le pasa? ¿Por qué no se fue? Normalmente pasa eso. ¿Por qué no me teme?

-Ese es el Bunker 9-suspiré derrotado.

No estaba en el campo de vista de cualquiera que no trabajara con sombras. Podía sentir su aura, pero no se encontraba en un campo visible. Enarqué una ceja y la bajé instantáneamente.

-¿Kay?-llamé. Entrecerré los ojos molesto.

-Aquí-susurró en mi oreja derecha detrás de mí

-No eres el único que usa las sombras como escondite-fruncí el ceño alejándome-Yo tengo más práctica.

-¿Cómo sabes que puedo usar las sombras?-no era estúpido, nunca comenté eso. Y ella se encontraba desmayada cuando viajámos. Ni Percy ni Quirón pudieron haber contado aquello. ¿Tendrá que ver con que me conocía en el pasado?.

Princesa de Las Sombras (Nico Di Angelo) ||Completado||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora