Capítulo 18

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(Dominick)


- ¿Dominick? ¿Estás bien?- la voz de Caroline interrumpió mi bruma.

Habían pasado ya cuatro días desde el cumpleaños de la abuela. Mi cabeza explotaba.

- Estoy bien- medio gruñí.

Al otro lado de la puerta se escuchó un suspiro femenino.

- Asumo que continúas sin apetito.

- Asumes correctamente- contesté con la voz rasposa.

Caroline guardó silencio unos minutos y luego agregó.

- Vale- respondió dándose por vencida- llama si me necesitas.

No respondí.  Traté de incorporarme; pero todo esfuerzo fue en vano, me encontraba  demasiado ebrio como para coordinar a mi cerebro con el resto de mi cuerpo. 

-¡Charles!- grité llamando al mayordomo.

Mi cabeza dio una vuelta mortal con el grito.

- ¡Chaaaarles!- grité más fuerte, aguantando la jaqueca.

Un hombre de edad vestido formalmente de frac, entró solícito en el estudio e hizo una reverencia.

- ¿Me llamaba, Su Excelencia?- preguntó con voz paciente.

- Eres el único que responde a ese nombre en esta casa, era evidente que me refería a ti- mascullé irónico.

El mayordomo disimuló una sonrisa.

- Pues debo contradecirlo, Su Excelencia- gruñí ante su estirada voz- hay dos lacayos, un jardinero y un repartidor que viven en la mansión y  que responden también al nombre de Charles.

Fruncí el ceño ante su obvia diversión.

-¡ Estás despedido!- exclamé furioso.

Charles suspiró ruidosamente lo que me irritó en sobremanera.

- Es la tercera vez que me despide en este mes, Su Excelencia - exclamó cansinamente.

Resoplé, aquello era cierto.

- ¡Esta vez lo digo en serio!- exclamé.

Charles me miró con cansancio.

- Ha hecho que empaque mi equipaje más de siete veces veces desde que se convirtió en duque, Su Excelencia- sonrió con sorna- quizá ya no deba desempacar jamás.

Ignoré su comentario impertinente y añadí.

- Ayuda a levantarme- pedí extendiendo una mano.

El mayordomo observó mi mano extendida con recelo, y añadió.

- Con todo respeto, Su Excelencia,  usted es mucho más corpulento que este pobre anciano, será mejor que llame a un par de lacayos, tal vez tres...- musitó y desapareció por la puerta.

Suspiré ruidosamente, ese hombre siempre me sacaba de quicio; sin embargo, era como un padre para mi.

Unos minutos después se escucharon unos pasos en el corredor y aparecieron tres jovencitos que hicieron una torpe reverencia.

- Estamos listos para conducirlo a sus habitaciones, Su Excelencia-  anunció Charles.

Asentí, mientras observaba a los lacayos acercarse para ayudarme a incorporarme.

- Manda a prepararme un baño- musité con calma a Charles.

- Ya lo hice, Excelencia- respondió con una sonrisa de suficiencia.

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