Capítulo 6

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(Dominick)

6 de Junio del 1816

-¡Dominick!- escuché la voz desesperada de la duquesa viuda.

No contesté. No había contestado en cuatro, o quizá cinco días, ni siquiera me había molestado en llevar la cuenta.

Había llegado del puerto con Emma, y en el momento en que salió por la puerta de mi estudio, me quedé sin ganas de ver a nadie más. Así que salí del lugar hasta las cocinas, tomé las llaves del despacho del repostero del ama de llaves , robé cinco de mis mejores Whiskys, y me encerré en el despacho, no sin antes enviar cada carta que escribí para ella.

Aquí estaba, sólo y borracho... y con un molesto vacío en el pecho.

Nunca me había sentido de este modo, era realmente inverosímil que mi vida se redujera a una sola mujer. El gran duque de Devonshire era el hombre patético que no había sido capaz de confesar sus sentimientos a tiempo, y que no había reclamado a la mujer de sus sueños cuando tuvo su oportunidad. Debí haberle pedido matrimonio antes de haber partido.

Le di un gran trago a la botella, mientras me encogí de dolor ante las punzadas en mi pecho.

De un último trago acabé con la bebida; sin embargo, no era suficiente, necesitaba más alcohol.  Me paré tambaleándome hasta llegar a la biblioteca y tomar la quinta botella de whisky. La abrí con dificultad y me senté a beberla. Para ser honesto, fui resbalando mi espalda entre los libros, este era el ejercicio más coordinado que era capaz de hacer en mi estado.

Suspiré, pensando en Emma.

Sólo quería que ella fuese feliz. Yo quería que ella viviera la vida que siempre había soñado, que tuviera un marido que la amara tal y como era, e hijos ruidosos que alegraran sus días.

- ¡Dominick , por el amor de Dios!- se escuchó la voz de mi abuela retumbar fuera de la puerta- ¿Es que no piensas salir del despacho?

-¡No!-grité en respuesta- Estoy muy cómodo aquí.

-Bueno por lo menos has hablado- musitó -¡Esto es tan infantil, querido!- se quejó con un resoplido femenino.

-¡Vete de aquí, abuela !- le grité, mientras tomaba un largo trago de mi Whisky.

-¿No piensas comer nada, querido?-preguntó con voz dulce, inmune a mis gritos.

-¡Quiero estar solo!- grité de nuevo.

-Vaya, ya pillo tu humor- musitó la abuela- quizá si te dejo la bandeja, ¿comerás algo?

-¡Santo dios! ¡¿Es que un hombre no puede embriagarse en paz en su propia casa?!-grité sobresaltado a las personas que se encontraban detrás de la puerta, a excepción de mi abuela estaba seguro.

-En efecto cariño, sí no vivieras con tu respetable abuela y tu joven prima, ¡Díselo Charles! - contestó en tono remilgado.

- Si me permite intervenir, Su Excelencia, todos estamos preocupados por usted y por su salud, imagino que debe tener un fuerte do...-intervino el mayordomo con voz monótona.

-¡Guarda silencio, Charles!- le grité- ¡Váyanse de mi puerta!

-Bien Dominick, en vista de que mi persuasión no ha funcionado. ¡No me dejas otra opción, Sinclair!

Una pequeña fracción de mi mente, sumamente pequeña, reconoció la advertencia de esa declaración. Sin embargo, no tuvo la suficiente importancia como para ordenar a mi organismo a actuar.

Escuché pasos apresurados que desaparecieron por el corredor, llevándose todo el ruido con ellos. Por un momento, fui feliz.

-¡Dominick Alexander Sinclair, quieres por un demonio salir de allí!- escuché la voz de Ben, mi mejor amigo.

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