Recuerdos lejanos

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Escucho unos pasos, se alarmó y dejo el álbum, se oculto bajo la cama por si acaso era el abuelo de su gatita. Pero luego reconoció los pasos y sonrió.

-Me duele la espalda... -Escuchó cómo se quejaba, después cerró la puerta y en cuanto lo hizo, Jellal salió.

Estaba detrás de ella, pero lo que le freno es que estaba en toalla. Erza se había duchado ya que tuvo un día agotador y quiso relajarse y para eso solo hacía falta tener un bañera y dejar que el agua caliente te diera el masaje.

Jellal contuvo la respiración, no pudo dejar de ver esa piel humedecida, ese pelo recogido que justo ahora estaba desatándolo dejando caer como si fuera una cascada su pelo y creando el aroma de pastel de fresa que tanta adicción podía crear. Sin aguantar sus instintos se acercó a ella y se aferro atrayéndola a él y tapándole la boca para que no gritara.

-¿Me esperabas? –Asustándola dejo que viera que era él y se llevo dos golpes.

-No... no vuelvas a hacer algo así –Su respiración iba rápido y Jellal solo podía fijarse en como subía y bajaba esa delantera. -¿Qué haces aquí? ¿Esas manos? –Dijo cogiéndole una, pero Jellal la apartó enseguida.

-Pues boxear es lo que tiene... y ya te dije que te violaría. –Sonrió de lado e intento centrarse en sus ojos que lo miraban un tanto sorprendidos. –Pero solo te robare tu tiempo para que vayamos a un sitio, te toca ser rebelde.

Se relajo y Jellal lo agradeció ya que si no se relajaba no le quedaría otra que cumplir con lo que había dicho.

-Bien, pues estoy un tanto ocupada... tengo demasiado que estudiar. –Señalo el escritorio.

-Losé, lo miré antes. –Ella sonrió. – ¿Qué pasa? –Se hecho en la cama. –Soy una persona con una curiosidad alta.

-¿llevas mucho rato esperándome? –Ella se dirigió a coger ropa, no le gustaba estar desnuda delante de él, se sentía indefensa.

-No... -Se puso cómodo en la cama de ella. –Es muy cómoda, ¿la compartimos esta noche? –Entonces ella le tiro una bola de papel. -¡Oye! –Ambos rieron, pero a él se le quito la risa cuando vio que iba a salir. -¿Dónde vas?

-A cambiarme, no quiero hacerlo delante de ti... -Su tono era divertido. –Ahora vuelvo, ¿podrás esperarme? –él sonrió de lado, tocaba jugar.

-Claro, si me aburro... oleré tu ropa interior y me aliviare. –Ella se ruborizo y solo le miró de forma poco pacifica, después salió dejando que solo se escuchara la risa de Jellal.

Quien ahora sentía curiosidad por la ropa interior que usaba Erza. Sin más volvió a levantarse y abrió el cajón. –Vaya, que variedad.

Después de imaginarse a la pelirroja con los conjuntos que más le habían gustado volvió a la cama y justo que él se acomodaba entró ella.

-Volví. –Entró y cerró la puerta, después le lanzó otra bola de papel aunque Jellal fue más rápido y la cogió en el aire. –Buena esa. –Sonrieron ambos. -Bueno y dime ¿qué haremos hoy? –Jellal se elevó un poco y le guiño un ojo mientras que con una mano le dijo que viniera, enseguida con un leve sonrojo le negó. –Salido.

Se fijo en que se había puesto una falda y un jersey que dejaba ver su hombro, por supuesto Erza lo había hecho para divertirse sin saber muy bien porque.

-Terca. –Se volvió a tumbar. –Pues te explico nos vamos a una colina, la libertad está en todas partes. –Elevo sus manos para darle más énfasis.

-Eso me ayudara... -Le indico para que él acabara la frase.

-Te ayudara a ver otro mundo. –Sonrió. –Estoy muy cómodo. –Entonces al apoyar su cabeza en sus manos le dolieron y Erza al verlo cogió de nuevo su kit de farmacia y se sentó en la cama sorprendiendo al boxeador que tenía los ojos cerrados y al notarla los abrió de golpe. –Vaya, ponte cómoda. –Sonrió de lado coloco una mano al final de su espalda y la subió provocando un escalofrió a Erza.

Dos MundosWhere stories live. Discover now