—Sube. —Manda luego de unos segundos con voz ronca, para luego finalmente soltarme y alejarse.

Observo cómo gira y se aleja acercándose a su moto, pero me encuentro tan perpleja y aturdida que no digo nada. Mi corazón late con fuerza y la sensación de sus labios los siento aún sobre los míos. Con mi mirada fija en la nada y mi mente lejos, llevo inconsciente mi mano derecha a mis labios y acaricio estos.

—Madison. —Me llama luego de unos segundos, sacándome de mi laguna mental, aún atolondrada elevo mi mirada hacia él, y entonces, de repente este me toma del cuello, apretando un poco este y acercándome hacia él, besándome nuevamente. Fue un ósculo corto pero intenso. —Entra. —Vuelve a decir, al separarnos y soltarme. Aidan al ver mi expresión de confusión me sonríe, para luego subirse a la moto, colocarse el casco y salir a toda prisa del lugar.

Luego de eso, permanece de pie en el mismo lugar observando ensimismada la carretera por la cual se había marchado mientras acaricio con mi mano derecha mis labios. Aún no podía creer lo que acababa de pasar, el solo hecho de imaginar nuevamente ese beso provoca que cubra mi rostro con mis manos y sonría de sonrojada.

Sacudo con fuerza mi cabeza para tratar de borrar aquella imagen de esta al momento de quitar las manos de mi rostro, aunque la sonrisa es algo que no puede desvanecer.

Al fijar mi vista en el cemento de la calle y ver cómo las gotas de lluvia caen ya más apacibles en este, es que me percato de que ya no siento el agua golpear mi cuerpo, por lo que elevo la mirada y me doy cuenta de que alguien sostiene un paraguas arriba de mí, inmediatamente giro para ver de quien se trata y ahogo un grito de sorpresa al ver a Hanna mirándome con ojos entrecerrados.

— ¿Desde cuándo estás ahí? —Curioseo nerviosa.

— ¿Acaso importa? —Gruñe molesta. Dejo de sonreír. —Madison ¿Dónde diablo estabas? O debería preguntar ¿Qué estabas haciendo y con quién? —Interroga con rostro fruncido.

—Luego te cuento. —Prometo arrasando un poco mi cabeza.

— ¿Luego? —Repite incrédula. —Me dejaste plantada. Estuve llamándote y no me contestabas. Me preocupé cuando vi que habías dejado Arturo, hasta fui para tu trabajo a preguntar por ti y tu jefa me dijo que habías avisado de que no podrías ir porque estabas enferma. —Me acusa haciendo comillas con sus dedos al decir "enferma".

— ¿Me hiciste quedar mal? —Indago preocupada.

—La pregunta ofende. —Bufa, solo la observo con rostro de preocupación en espera de su respuesta. — ¡Por supuesto que no!, al instante mentí e hice como si me llegara un mensaje de tu parte diciendo que estabas en el hospital. —Respondo y suelto un suspiro de alivio. — ¡Madison maldita sea!, recuerda nuestra regla. Si vamos a mentir de lo que sea, la otra tiene que saberlo para qué no pasen cosas así. —Recalca frustrada. Es una de las reglas más importante en nuestro código de amistad.

—Perdona. Lo sé. Se me paso. —Me disculpo haciendo un puchero. Hanna niega molesta. —Estoy bien. —Resalto sonriente.

—No es que estés bien o no Madison, estamos en una ciudad desconocida, no conocemos a nadie aquí, no puedes desaparecer así sin más. —Protesta.

—No exageres. —Digo haciendo una mueca.

— ¿Qué no exagere? —Vocea. — ¿Qué voy a hacer si un día te pasa algo y desapareces?, ¿Dónde voy a ir? ¿A quién le voy a preguntar?, ¿Qué haría?, ¿Qué les diría a tus padres?... —Interroga. —Recuerda que soy la mayor, sea como sea, tus padres confían en mí y piensan que te protegeré, y mis padres..., pues también. —Argumenta y tiene razón. —Piensa igual ¿Qué harías si yo desapareciera? —Inquiere mirándome.

ALÉJATE DE MÍWhere stories live. Discover now