-¿E va a conta e asó? –Dijo Lauren con la boca llena de pasta y el cepillo en la boca, supuse que quería decir 'me vas a contar qué pasó'.

-Sólo hablabas en sueños y me pareció gracioso. –Sonreí un poco, pero justo cuando iba a lavarme los dientes, Maia apareció frotándose el ojito izquierdo con el puño. Tenía las mejillas encendidas, y no parecía tener buena pinta.

-Hace frío. –Apreté los labios y la cogí en brazos, pegando mis labios a su frente y cerré los ojos con un suspiro.

-Tienes fiebre... No puedes ir a la escuela así. –Escuché cómo Lauren se enjuagaba la boca, y luego se acercó hasta nosotras.

-¿No enferma mucho? –Maia sorbía por la nariz, y acaricié su mejilla con cuidado, dándole un beso tierno.

-Es una niña de cuatro años, que vive en uno de los sitios más fríos de Estados Unidos y juega al balón en el colegio con la falda del uniforme. –Sonreí un poco, porque si después de todo lo que habíamos pasado Maia estaba bien, es porque tenía una salud de hierro.

-Tiene sentido. –Lauren agachó un poco la cabeza para mirar a Maia, que la saludaba con la manita. –Buenos días Mai.

-¿Quieres ir con Lauren mientras yo te preparo algo de desayunar para que te pongas mejor? –Sin decir nada, Maia estiró los brazos y Lauren la cogió, dándole un beso en la frente.

Mientras yo en la cocina le preparaba un vaso de leche con cacao caliente y algo de pan.

-¿Me cuentas un cuento? –La voz débil de Maia sonaba desde el salón, y cuando giré la cabeza, le estaba dando el libro a Lauren.

-Claro. ¿Qué cuento quieres que te lea? –Lauren estaba algo recostada en el sofá, medio tumbada, y encima de ella Maia estaba apoyada en su costado, mirando el libro que Lauren sostenía entre las manos.

-Este. –Señaló la pequeña uno de los títulos del principio, y Lauren asintió abriendo el libro.

-A ver, a ver... Aquí está. Ya se sabe que en las grandes ciudades hay palacios, y también pobres casitas. Pues bien: en la ciudad que existió hace mucho en un Reino lejano había también un Palacio Real, donde vivía el Rey con su hija la Princesa.

-¿Puedo ser la princesa? –Preguntó Maia con la voz tomada, mientras Lauren acariciaba el brazo de la pequeña.

-Claro, y yo seré el Rey. Un grupo de hermanos sastres, vivían en aquél lejano Reino, y un día recibieron la noticia de que la princesa del reino buscaba pretendientes. –Lauren paró un momento frunciendo el ceño. –Si fueses mi hija no te dejaría tener novio hasta los treinta, pero el caso, es que la princesa recibía cientos de pretendientes al día, pero los intrépidos hermanos se atrevieron a acudir, así que al día siguiente acudieron a palacio. "Aquí hay tres pretendientes más" —Le dijo el primer Ministro a la Princesa. "Decidles uno de vuestros acertijos, a ver si hay suerte."

-Me gusta cómo lees. –Puse el vaso y el plato en una bandeja y caminé hacia el salón sin perderle ojo a la escena.

-¿Te gusta mi voz?

-Sí. –Coloqué la bandeja en la mesa, y Lauren se giró un poco cerrando el libro.

-Vamos, ahora hay que desayunar. –Maia frunció un poco el ceño y se revolvió, sorbiendo por la nariz.

-Quiero cereales. –Lauren cogió a la pequeña como si no pesase nada y la sentó en su regazo, señalando el plato.

-Mira, pan con mantequilla y cola cao. –Maia negó girándose hacia Lauren, haciendo un puchero con los ojos cerrados.

-Hey, antes sí que te lo comías. ¿Quieres que volvamos a casa y no desayunes más cereales? –La pequeña volvió a girarse hacia el plato, y Lauren cogió un trozo de pan quedándose mirándolo.

-Mi madre me lo hacía para desayunar cuando era pequeña, y con café. –Le dio un mordisco y se limpió el labio superior de mantequilla. –Mmh.. Podría casar... -Y se quedó en silencio, mirándome sin decir nada más porque aquella frase era algo inapropiada en nuestra situación.

-Dame, por fi... –La pequeña tiró de la mano de Lauren, cogiendo el trozo con las dos manitas y dándole un bocado.

-¿Quieres que te haga un poco?

-Claro.

Y se lo hice, y Lauren lo disfrutó como si fuese aquella niña pequeña que casi no llegaba a la mesa de la cocina, según me decía, que le pedía a su madre por favor que se diese prisa, y que muchas veces se apresuraba tanto a coger el pan que se quemaba las manos de lo caliente que estaba.

-¿Quieres continuar la frase? –Pregunté yo con una taza humeante de café entre las manos. Maia se había quedado dormida después de desayunar y de darle el jarabe, con el que casi siempre le entraba sueño.

-¿Qué frase? –Lauren miraba el café de su taza y le daba un sorbo, mirándome luego a mí.

-'Me casa..' –Sonreí un poco apoyando la cabeza en el respaldo del sofá. –Síguela.

-No. –Sonrió sacudiendo la cabeza, y mi mano acarició su muslo con suavidad para darle algo de confianza. –No quiero presionarte más sobre ese tema.

-Vamos. –Dije como réplica, y ella soltó un suspiro.

-Me casaría contigo. –Lauren soltó algo de aire dejando la taza en la mesa.

-Yo también me casaría contigo. –Ella asintió algo cansada de ese tema, y se encogió de hombros.

-Ya, ya sé que te casarías conmigo si llevásemos más tiempo, si todo fuera diferente, ya lo sé.

-No, estoy hablando de que te cases conmigo, ahora, Lauren.

Perdón por la brevedad del capítulo pero... Hoy no fue mi día. Espero que os guste.


a coat in the winter; camrenWhere stories live. Discover now