Me encuentro en un enorme lobby, esa es la única manera en que puedo describirlo. Observo dos pasillos a los lados, y al pasar en medio de estos como los mismos parecen conectarse con otros. Al quedar justo en medio de todo, observo a Edwin venir hacia nosotros de uno de los otros dos pasillos que se encuentran más adelante, en total hay cuatro pasillos a los lados; dos al entrar y otros dos más adelante justo antes de llegar a las imponentes escaleras del lugar.

En el momento que Edwin se detiene frente a nosotros, su mirada se fija al instante en mí, su ceño fruncido me recorre de arriba abajo, sin embargo trato de ignorarlo, concentrándome en escrutar con fascinación el lugar. Escucho a Aidan decirle algo en aquel extraño idioma que me susurró aquella tarde en la universidad antes de soltar finalmente mi mano, y alejarse un par de metros para entonces empezar a hablar. Ni siguiera me preocupo o molesto por escuchar su conversación, ya me encuentro demasiado ocupada recorriendo el atrayente y flamante lugar en el que me encuentro.

Ahora que me hallo literalmente en medio de todo, puedo observar mi entorno sin quintar nada. Sobre mí se encuentra el candelabro de cristal más grande y hermoso que he visto en mi vida, este cuelga a una altura sublime justo en medio del lobby, parece un trofeo o un sol, que ilumina con deslumbrante perfección todo. Es extraordinariamente hermoso, y su despampanante tamaño solo encandila aún más a todo el que como yo, se detenga a observarlo.

Frente a mí, a unos metros de distancia, se encuentra lo que parece ser un ascensor que posiblemente descienda hacia alguna área subterránea, ya que este no simula poder elevarse porque el mismo goza de dos monumentales escaleras a los lados, las que guían al segundo nivel.

Desde donde estoy no puedo visualizar lo que se encuentra en el nivel superior, sin embargo debe de estar igualmente decorado con ese diseño divino, clásico moderno que adorna todo el lugar, el diseño que poseen las paredes, el suelo, el techo, las escaleras, todo general es majestuosamente imponente.

No sé dónde me encuentro exactamente y por qué nunca había escuchado o visto siguiera algo sobre este lugar tan bello. Tampoco entiendo por qué este mismo, y a pesar de su excelente mirar, se encuentra tan aparentemente desértico, o porque no hay nadie para recibir fuera de los chicos atemorizantes de la entrada o el joven que recibió las llaves, así como tampoco por qué este lugar goza de este silencio y aura tan hosco. El frío que hace me resulta bastante innecesario, tal pareciera quisieran generarle una pulmonía a cualquier visitante. Me muero de frío e igualmente de mucha curiosidad sobre este enigmático lugar casi escondido.

¿Dónde están todos?, ¿Qué es este lugar exactamente?, ¿Dónde está ubicado?, ¿Qué hacen aquí?, ¿Quiénes viene aquí?, ¿A qué ha venido Aidan exactamente?, ¿Qué es lo que viene hacer?, ¿A quién viene a ver?, ¿Acaso no hay un calentador aquí? Son pocas de las muchas preguntas que invaden mi cabeza en estos momentos.

Luego de unos minutos de estar contemplando el entorno, me es inevitable concentrarme en la conversación de Aidan y Edwin en el momento que ambos elevan un poco más la voz, así como finalmente los escucho hablar en el idioma que conozco, hablo y entiendo con facilidad.

— ¿Qué le has escuchado decir entonces? —Indaga Aidan.

—Se niega a hablarte, dice que no tuvo nada que ver, que resuelvan sus liadas ustedes, y recalca que tus problemas con su sobrino no tienen por qué incumbirlo a él. —Informa Edwin encogiéndose de hombros.

— ¡Ah no!, ¿entonces porque fueron sus empleados los que intentaron matarme? Que yo sepa nadie se mueve sin su autorización y mucho menos los gemelos. —Arremete Aidan con enojo.

— ¿Los gemelos? —Repite con escepticismo Edwin.

—Eran lo que conducían unas de las furgonetas. —Revela Aidan. —Además, dice que no le concierne, pero si le hago algo al imbécil de Walter vendrá corriendo a defenderlo. —Finaliza.

ALÉJATE DE MÍDonde viven las historias. Descúbrelo ahora