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2010, fecha desconocida.

El día estaba nublado, y no era nada nuevo. Alex caminaba solo, sintiendo la brisa fresca de otoño pegándole en el rostro delicadamente. Su teléfono comenzó a vibrar en su bolsillo izquierdo. Sacó el aparato y lo sostuvo entre sus dedos por unos segundos, antes de abrir la tapa y fijarse de quien era el mensaje. Raramente, siéntase el sarcasmo, era Emily. Rápidamente leyó el mensaje y tecleó una que otra palabra antes de sonreír como estúpido. Ahora él sonreía y corría hacia aquel lugar al cual los dos iban todo el tiempo: el parque.

Ese parque era su punto de encuentro, siempre y cuando los dos quisieran verse. En aquel parque pasaron momentos maravillosos, de charla, reflexión, y de juego. Allí él tocaba la guitarra, y le cantaba canciones a su mejor amiga. Allí los dos mantenían un secreto que secretamente era el mismo, pero que ninguno se atrevía a revelar.

Alex no recordaba cuando había comenzado, pero el supone que siempre fue así. Un día despertó y se encontró con Emily, y así como así se empezó a sentir raro cada vez que estaba junto a ella; así lo cuenta él. Pero en realidad siempre la había visto con otros ojos. Emily tenía algo especial, que la diferenciaba de las demás chicas que él alguna vez había conocido. Emily tenía una chispa distinta a cualquier resplandor. Ella brillaba al máximo, y cegaba completamente a Alex. Y si, él la quería en secreto. Se ponía celoso cuando Emily hablaba de algún chico que le pareció lindo, se ponía celoso cada vez que Emily salía con alguno de sus ahora ex novios. De vez en cuando, llegaba a extrañarla hasta el punto de no querer hacer nada más que ir y verla. Sonriéndole.

Pero era un idiota. Ella nunca llegaría a quererlo de la misma manera, ¿O sí? No eran más que simples mejores amigos, que se conocieron en el primer año de universidad, que instantáneamente congeniaron y comenzaron a establecer una relación muy cariñosa y nada cercana a una amistad común y corriente.

- Hey...

Levantó la cabeza y la vio sonriéndole. Como siempre.

- Hey- repitió él con una inmensa sonrisa.

- Necesitaba compañía, espero no haberte molestado con algún ensayo o con lo que sea que estuvieses haciendo.- dijo ella, como siempre, siendo tan amable.

- No, tranquila. No estaba haciendo prácticamente nada.- dijo entre risas. Ella se le unió.

Pasaron el rato hablando de muchas cosas. Sus familias, trabajos de la universidad, la vida musical de Alex, la vida aburrida y nada interesante de Emily, hablaron también sobre sus amigos, y hablaron sobre otras cosas sin importancia.

- El otro día vi a Josh en el almacén, y me sorprendió verlo de la mano de un chico...

-¿Tu ex? ¿Josh Black?- Alex estaba a punto de soltar una terrible carcajada.

- Si...- dijo avergonzada.

- Seguro es por eso que te dejó- acotó Alex aguantando la risa.

- En realidad, yo lo dejé, pero está bien...

- No te creo.

- Bueno, creo que debería irme...- se levantó del suelo y sacudió su pantalón.

- No iras a ningún lado...- dijo levantándose de un golpe.

Emily sonrió un poco frustrada por las incomodas risas de su amigo.

- La pase bien, gracias por hablar, pero ahora realmente tengo que irme...

- ¿A dónde iras?- preguntó Alex con una sonrisa burlona.

- ¿A dónde mas iría? A mi casa, obviamente- se arregló la bufanda y comenzó a dar pequeños pasos hacia la calle.

Emily sintió una mano agarrándole del brazo- No te vayas, Ems- rogó Alex.

- Me quiero ir, Alex, no me hagas irme enojada...

-¿Eso es una advertencia?

- ¡Alex!- exclamó ella con el ceño fruncido.

- Está bien, está bien...- la soltó.

- Gracias, hasta luego...

Alex volvió a sentarse en el suelo, viendo como Emily desaprecia de a poco.

- Soy un idiota...- susurró.

2011, mismo día, misma estación.

Alex había decidido salir de su casa. Se abrigó, se calzó, y salió cerrando la puerta con llave. Nunca cerraba la puerta con llave, un mal habito que tenia. ¿Pero quien quisiera entrar en su casa? Allí no tenía nada de valor más que su guitarra, su cámara, su computadora portátil, y bueno, su nuevo gato. Una de sus tantas ex novias le había regalado una bola de pelos naranja, en recompensa de tanto 'amor'. Alex no le había puesto nombre, por el simple hecho de que no le quería tomar cariño. Aunque últimamente, aquel gato gordo y muy parecido a Garfield, era su única compañía. Y bueno, rápidamente se encariño con el felino.

Fue directo a un almacén, iba a comprar comida para él y para su mascota. En el camino nada parecía salirse de lo normal, aunque unas risas lo desconcentraron. Pegó su mirada hacia la vereda de enfrente, donde vio a una pareja riéndose y caminando hacia el mismo lugar que él. Al principio no le importó, pero entonces reconoció una de las risas. Era Emily. Volvió a mirar para el costado, y sí, aquella chica era Emily y Daniel. Entonces fue cuando se acordó que Emily vivía por la misma zona, y que seguramente iría a comprar alguna que otra cosa al almacén. ¿Pero qué hacía con ese? Alex trató de ignorarlos, pero simplemente no pudo. Ahora que no la tenía, la necesitaba todavía más. Y no podía aguantar verla con otro que no fuera él. Pero todo esto fue su culpa, si él le hubiera correspondido como siempre quiso...

Un frio le congeló el rostro. Entonces se dio cuenta de que se había caído, y que ahora estaba recostado panza abajo.

- ¿Te encuentras bien?- preguntó aquella voz dulce y angelical que él extrañaba oír.

- Si...- dijo tratando de levantarse.

Cuando pudo pararse, miró a Emily y notó la expresión de sorpresa en su rostro.

- Alex...

- Si, el mismo.

Desvió la mirada hacia el chico alto y pálido que estaba de la mano de su, actualmente, ex mejor amiga. Le sonrió de una manera amable, y se retiró de la escena. Ni si quiera quiso voltear para asegurarse de que Emily lo estuviese mirando, porque él sabía que sí lo hacía, y no estaba equivocado. Alex quiso irse inmediatamente de ese incomodo lugar, y eso mismo hizo. En vez de despedirse como se debe, decidió correr lejos de ella. Como siempre hacia.


Un Cierto RomanceWhere stories live. Discover now