Capítulo 37

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Capítulo 37

No sé en qué momento perdí el sentido. Lo último que recuerdo son esos ojos observándome desde la oscuridad, mis gritos desesperados cuando sentí unas manos intentando sujetarme. Creo que se trataba de Alain o quizás Pen, no lo sé. También recuerdo los sollozos de Mai y los lamentos de mi padre, quien parecía haber perdido la razón. Después todo fue oscuridad.

Ahora me encuentro en una cama, no es la misma que había estado ocupando anteriormente, así que debo suponer que ahora estamos dentro del muro. El olor a humo y sangre aún se percibe en el aire, lo que me hace rememorar lo ocurrido anoche. Una aguja se encuentra adherida a mi brazo izquierdo, mientras que Mai sostiene mi mano derecha con fuerza. No sé por qué está aquí, ella debería odiarme, como seguramente lo hace mi padre, pero no lo parece. Me mira con ternura, como si de pronto los papeles se hubieran invertido y ahora ella adoptara el de la hermana mayor. Las lágrimas resbalan por mis mejillas a intervalos, ahora son silenciosas, lastimeras. ¿Qué hora es? No estoy segura, el tiempo ha perdido el sentido, muchas cosas lo han hecho.

―¿Por qué no vas a comer algo con Dena? ―sugiere Pen mirando a Mai, quien a su vez me mira a mí. Me obligo a esbozar una sonrisa y a mover la cabeza en señal de asentimiento. Lleva todo el día junto a mí, debe tener hambre y yo no quiero ser una molestia―. Yo la cuido ―asegura. Mi hermana titubea, pero finalmente se pone de pie y sale de la habitación, acompañada por esa chica que he visto en otras ocasiones.

Pen se acerca a la ventana y se sienta sobre el borde, mira hacia el horizonte donde pronto el sol se ocultará. Parece no saber qué decir. Parece cansado y su ropa está sucia, supongo que hay muchas cosas afuera que requieren ser ordenadas y aun así, continúo aquí, inmóvil. Mai ha dicho que Gibran ha ordenado que descanse, porque aparentemente me deshidraté los días que estuve dentro de la celda y con la pérdida de sangre las cosas son peores. Es cierto que no he comido bien, pero enfermar es lo último que necesito en estos momentos. No sé nada de mi padre y en las dos ocasiones que he preguntado, Mai ha cambiado de tema. Temo que me odie, que me culpe.

―Hemos conseguido cerrar la puerta trasera y la principal se encuentra bloqueada ―comienza a explicar aun sin mirarme―. Al parecer, el muro que se estaba construyendo en la zona central de la ciudad, fue perforado y estar fuera no es seguro para nadie en estos momentos. ―Hace una pausa para mirarme. Al notar mi indiferencia suspira y sus hombros se hunden―. Sé cómo te sientes... ―¿De verdad lo sabe? No, no tiene idea de lo que siento en estos momentos. Eso es lo peor que puede decirme. ¿Cómo se atreve?

―¡No! ―respondo con brusquedad―. ¡No lo sabes! ―Me mira confuso. Es verdad que él perdió a sus padres cuando se convirtieron en repudiados, pero...―. Tú no tuviste que matarlos. ―Se muerde el labio y desvía la mirada por la ventana. La rabia y el dolor emergen de mi interior, aprieto los puños con fuerza mientras las lágrimas brotan de nuevo―. Si no hubiera estado dormida... si solo... ―sollozo.

No dejo de pensar en ello. ¿Detener el ataque? ¿De verdad creía que lo habría podido hacer? Nunca debió sedarme. Podría al menos haberla buscado durante esos dos días que estuve inconsciente.

Agacha la cabeza con expresión culpable, sabe que tengo razón y eso me hace sentir más molesta.

―Lo siento...

―¡No! ¡No puedes sentirlo! ―espeto furiosa―. No te atrevas a decir que lo sientes... ―Callo para no decir algo de lo que puedo arrepentirme―. Quiero irme.

―¿Qué? ―Levanta con rapidez el rostro mirándome con los ojos como platos, mientras niega. Lo he pensado todo el día. Ahora no hay nada que me detenga aquí. Lo que intentaba salvar lo he perdido y no deseo perder lo que me queda. Le fallé a mi madre y a Taby, no puedo hacerlo de nuevo.

La donante (#1 ) *Resubida*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora