Capítulo 4

129K 8K 980
                                    



Un fundador.

El intenso rojo de sus ojos es el mismo que siempre busco, pero no es solo eso, es el aura que pareciera rodearlo. No es como aquel vampiro que conocí cuando era una niña, es más joven, demasiado, podría ser solo un par de años mayor que yo. Su rostro es perfecto, sus rasgos finos y delicados, pálido, pero es su expresión imperturbable lo que hace que se forme un nudo en mi estómago.

Me observa fijamente desde la puerta. Ni quisiera lo he escuchado entrar.

Avanza e instintivamente retrocedo, nuestros ojos conectados.

―Respira ―susurra con voz sutil, su expresión inalterable.

Ni siquiera me había dado cuenta de que retenía el aliento, mi mente grita que corra, pero mi cuerpo parece no responderme.

Me muevo torpemente, mi brazo hace contacto con una de las sillas. Antes de que pueda decir algo, su mano rodea mi cintura, pegándome a su pecho, manteniéndome inmóvil.

El tiempo parece detenerse con sus ojos concentrados sobre mi cuello.

¿Qué está haciendo? Quiero gritar, salir corriendo de este lugar, pero no puedo. Me siento aletargada.

Ladea la cabeza con sus ojos fijos en mi garganta, puedo ver su nariz moverse como si estuviera olfateando.

«Tu sangre será un banquete para cualquier vampiro». Es como esa vez, solo... que ahora no soy una niña. Me preparo para golpearlo, pero me libera tan rápido como me ha tocado, poniendo distancia entre los dos. Parece tan sorprendido y desconcertado como seguramente lo estoy yo.

―Deberías tener cuidado ―dice recuperando su expresión serena.

No contesto, mi voz tampoco responde.

Ahora comprendo lo que todo el mundo dice de ellos. Son extraños e intimidantes, verdaderamente intimidantes, pero, sobre todo, rápidos. Ni siquiera lo he visto moverse.

―Por favor. ―Señala las sillas―. Toma asiento.

Miro de él a la puerta. No estoy segura si debo quedarme, pero no estoy en posición de considerarlo.

Busco la silla que he derribado para encontrarla perfectamente en su lugar. ¿En qué momento lo hizo? Lucho contra mi desconcierto y me acomodo sobre la suave superficie. Él me imita, por fortuna en el otro extremo de la mesa. Su actitud emite seguridad y tranquilidad. Su vestimenta es completamente negra e impecable.

―¿Te han sido explicados los términos del trato?

―¿Trato? ―repito estúpidamente y niego, porque realmente no lo sé.

―Eso imaginé. ―Apoya las manos sobre la mesa y echa ligeramente el cuerpo hacia el frente―. En este caso no se trata solo de suministrar sangre, como los donantes normales. Sino de un trabajo personal.

―¿Un trabajo? ―Debo realmente parecer una estúpida, pero no entiendo nada. El enfermero aseguró que sería fácil conseguir los créditos y no tendría que hacer nada más que entregar mi sangre.

―Sí. Serías mi donante personal.

―¿Qué implica exactamente?

Parece reflexionar un instante. Sigue poniéndome nerviosa la manera en que me mira, pero más que eso, el impulso que siento de ir hacia él.

―Las condiciones difieren considerablemente ―comienza―. La principal es que debes permanecer dentro del muro.

―¡¿Qué?! ―mi voz es un gritillo estrangulado, al tiempo que me pongo de pie, casi haciendo caer de nuevo el asiento. Imposible. ¿Cómo explico a mi familia eso?

La donante (#1 ) *Resubida*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora