Capítulo 8

91.3K 7.2K 1.2K
                                    


Capítulo 8

Observo mi imagen en el espejo, en el mismo en el que Irina no se refleja y que me muestra una chica con aspecto radiante. Extraño. No es mi ropa, ni mi pelo rubio, son mis ojos. Aliso nerviosamente la tela del vestido, es sencillo, mi cabello está recogido en un simple moño. Me siento nerviosa, sé lo que pasará. Mojo mi rostro un par de veces, intentando no pensar demasiado y acobardarme.

―Todo está bien ―repito en voz baja, observando el ligero rubor en mis mejillas y el brillo de mis ojos―. Solo será un momento.

Espero no desmayarme. Eso sería vergonzoso. ¿Por qué me preocupa eso en estos momentos? No me gustan las cosas que siento últimamente.

Salgo del baño, mi cuerpo reaccionando a su presencia justo antes de que entre en la habitación. Lleva una camisa blanca con el cuello desabrochado y fuera del pantalón. Su aspecto es despreocupado y su expresión serena que contrasta con la mía. No dice nada, ni mira mi atuendo, sus ojos permanecen en los míos.

Su aparente silencio pareciera decir demasiado. Armen Regan es un fundador tan misterioso que despierta algo en mí que nunca había sentido y no se trata de simple curiosidad o del odio que siempre me ha inculcado mi padre.

―Aún puedes marcharte ―dice avanzando despacio.

Lo miro desconcertada, extrañada por su comentario. ¿Quiere que me vaya?

―He dicho que me quedaré ―respondo un poco dolida, por su insistencia. Mi primera idea es que ha optado por aceptar la oferta de Anisa o encontrar a alguien más.

Eso no sería bueno para mí, por mi madre y porque... la idea no me gusta.

Se detiene y desvía la mirada hacia mi cuello.

―Lo sé, pero no me gustaría repetir lo mismo que la ocasión anterior. Así que seré franco, si bebo de ti en este momento me temo que no podré dejarte ir, aunque lo desees. No hasta que se cumpla el plazo de nuestro contrato.

Me tomo un momento para reflexionar sus palabras, dándome cuenta por primera vez de que los límites entre mis propósitos se han desdibujado. Y aunque eso debería preocuparme, no lo hace.

―Lo he asumido ―retrocedo hasta el borde de la cama, sentándome, en una clara invitación―. Puedes hacerlo cuando gustes.

Mantengo la mirada en el suelo, su cuerpo colocándose junto al mío. Espero que tome mi mano, pero no lo hace, su dedo dibuja mi clavícula. Me concentró en no moverme y no perder la cabeza. No obstante, hay algo distinto a la ocasión anterior, no es solo su aroma, su toque.

―Esto no debería ser así.

―¿Qué quieres decir? ―Su respuesta es su lengua deslizándose por mi piel, sus manos sosteniendo mis hombros.

Me empuja suavemente hasta que mi espalda toca la cama y el peso de su cuerpo roza ligeramente al mío. Soy consciente de cada parte de nuestros cuerpos tocándose, de la proximidad de nuestros rostros.

―Gema ―susurra sujetando mi barbilla―. Mírame. ―Lo hago. Veo sus ojos. Hay algo en ellos que me atrapa, no puedo apartar la mirada―. Solo tú y yo. ―Se inclina sobre mi cuello hasta que su boca roza nuevamente mi piel. No puedo evitarlo, cierro los ojos absorbiendo cada sensación―. Me gusta tu corazón ―murmura provocando un escalofrío que recorre mi espalda―. No tengas miedo. Esta vez será distinto. ―Empuja con delicadeza mi rostro hacia un costado para tener completo acceso y lo hace. Hunde sus colmillos.

El dolor es una presión ligera que resulta placentera, demasiado. Es como si la sensación se esparciera por todo mi cuerpo, por cada espacio. Jamás había sentido algo así, calidez, calma... No quiero que se detenga, me gusta más de lo que debería. Aprieto la tela de las sabanas reprimiendo el impulso de moverme. Sus labios desaparecen demasiado rápido, dejándome vacía y confusa. Abro los ojos inquieta, encontrándolo de pie junto a la cama con la mano en los labios.

La donante (#1 ) *Resubida*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora