CAPÍTULO 10

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Ocho y cuarto de la noche.
Despacho de Aidan.


Luego de aquel error cometido esta tarde los nervios de los jóvenes estaban a flor de piel. El mayor sabía que la había cagado en el momento que se encontró con los ojos de la chica, lo había descubierto y con ella su jefe, quien con solo verlo le dio una mirada fulminante. Estaba en problemas, lo sabía, pero la llamada que recibió minutos después solo se lo confirmó. —Te quiero en mi despacho. —Sus palabras fueron cortas, firmes, concisas y terriblemente arrolladoras. Su voz grave, extremadamente dura emitió la seriedad y enojo que cargaba al decirlas.

Los nervios carcomían al chico, quien desde que llegó unos pocos minutos pasados de la seis de la tarde ha estado esperando la llegada de su jefe, el cual no quiere ver, pero no le queda elección. Su mente no ha dejado de imaginar las posibles cosas que podría hacerle por haber cometido semejante ligereza alterándolo aún más y junto a esto la espera por su llegada está a punto de hacerlo estallar.

Por otro lado, su hermano, dos años menor se encuentra en la misma situación. A su lado, pero recostado de una de las paredes está en espera del jefe, y aunque no debería sentirse tan aterrado de su llegada, ya que él no fue visto por la chica como su hermano, por unos milisegundos los ojos de Aidan sí lo vieron y eso fue más que suficiente. Él también estaba en problemas.

Ya han pasado dos horas desde que llegaron y desde entonces nadie ha pronunciado palabra, luego de haber entrado los hermanos no han vuelto a emitir sonido, ni tampoco el rubio. Edwin, el mejor amigo, socio, cómplice o perro faldero como lo apodan otros de El Diablo, había llegado a la oficina hace ya media hora. Al entrar no hizo más que darle una recorrida rápida con la mirada a los ambos jóvenes, quienes en un inicio se mostraron asustados porque pensaron que era Aidan, para luego con rostro inexpresivo adentrarse al despacho. Luego de esa rápida e indiferente mirada se sentó sobre uno de los sofás, elevó sus piernas y las llevó cruzadas una encima de la otra sobre la pequeña mesa. Relajado en su extrema comodidad, sacó su celular y empezó a jugar un juego, los sonidos que producía este era lo único que entrecortaba y apaciguaba la incomodidad del silencio y aura que los rodeaba.

Y así pasó esa media hora, los chicos ansiosos parados detrás del rubio en espera de su jefe y Edwin concentrado en su juego del móvil, en ningún comento invitó a los chicos a sentarse a pesar de que al llegar noto que llevaban mucho tiempo ahí parados en el mismo lugar claramente ya cansados esperando Aidan, y que sabía que no iban a tomar la osadía de hacerlo sin permiso y mucho menos de preguntarle, pero no le importaba. No era su problema ni asunto.

Ignorados por completos y sin sentir la confianza de preguntarle algo al rubio sobre nada en general, solo les toca seguir esperando al mismo tiempo que tratar de desentenderse del chico así como él lo hace con ellos, sin embargo es básicamente imposible ignorar su presencia e indiferencia. No hay duda de que son un perfect match, el uno para el otro, ambos emanan la misma sensación de incomodidad, frialdad y sequedad a los demás. Pero no pueden quejarse, ya que ambos fueron los que quisieron pertenecer y trabajar para El Diablo, ellos lo buscaron por los buenos pagos que ofrece y los beneficios que trae consigo.

En la misma situación pasan otros diez minutos hasta que por fin se abren las puertas sobresaltando a ambos hombres quienes inmediatamente se enderezan quedando así frente a su jefe, quien finalmente ha llegado. Tanto Jonathan como su hermano Connor tragan en seco al encontrarse con el rostro fruncido y serio de El Diablo quien al verlos a ambos recuerda lo sucedido esta tarde lo que lo enfurece. Aidan se adentra a la oficina a pasos acelerados para luego sin previo aviso una vez queda a un par de pasos de los chicos, específicamente frente a Jonathan, le pega un fuerte puñetazo en la cara, causando que este se tambalee seguidamente le da otro, provocando que caiga al suelo con brusquedad. A su hermano no le queda de otra que ver la situación en silencio, su hermano se equivocó, es su culpa.

ALÉJATE DE MÍWhere stories live. Discover now