—Yo soy Sole, ella Lina, Lisa y Tania; y sí, es nuestra primera vez. Bueno, en realidad, de Lina y mía; ellas ya conocían el lugar —responde, señalando a las colombianas—. Son españoles, ¿cierto? —les pregunta, dándose cuenta de que su particular acento los delataba.

—Así es. ¿Ustedes? —habla el tal Javier.

—Nosotras somos argentinas y ellas colombianas —le contesto.

— ¿Qué están tomando? —indaga Juaco, mirando nuestras bebidas.

—Cualquier cosa que tenga alcohol—responde mi querida amiga pelirroja.

—Bien; entonces, mojitos para las chicas —anuncia, lo suficientemente alto para que todos escuchemos.

—Yo prefiero tequila —demando, levantando la mano como si estuviéramos en la escuela.

—Bien, un tequila para la chica de bonitos ojos —afirma Juaco, guiñándome un ojo.

¿Por qué cuando hay una parte de tu cuerpo que menos te gusta, es la que a todos los demás parece encantarles? Yo creo que las personas se dan cuenta que tal parte de tu cuerpo no te agrada y es esa la que tienen que recalcar, solo para joderte la vida. Pura maldad.

— ¡Vamos a bailar! —grita uno de los chicos, y salieron todos hacia la pista, menos yo.

Como el otro chico «creo que Juaco era su nombre» no venía con el tequila, me levanté para ir a buscarlo por mi propia cuenta. Miro la distancia que tengo hasta la barra y por donde tengo que pasar, y sin haberme movido un ápice ya me da vértigo. Mucha gente que esquivar. Al pasar por el centro de la pista siento que me agarran de las caderas desde atrás y empiezan a moverme para bailar, pero como no quiero, trato de zafarme del agarre; fue en vano. Me da la vuelta, haciendo que quede de frente a él, un hombre ridículamente ancho; agarrándome más fuerte empieza a hablarme, pero no entiendo lo que dice, ya que es alemán. Quiero soltarme de su agarre de nuevo, pero no me suelta; al contrario, me toma de la parte baja de mi espalda con más fuerza, queriendo rozar su cuerpo con el mío. Entonces, a mí se me sube la sangre a la cabeza; cierro mi mano en un puño, lo estiro hacia atrás para tomar envión y le doy un derechazo en la nariz. Alabadas sean las clases de defensa personal, y mi leal entrenador. Mierda... Mierda... Me hice mierda la mano; el desgraciado tiene la cara dura. El hombre se viene hacia mí con la mano en la nariz, diciendo no sé qué, en alemán; seguro nada lindo, porque se ve muy enojado. En eso un brazo encierra mi cintura y me tira hacia atrás, observo que un hombre se pone delante de mí; su espalda era robusta, pero no exagerada, y se veía bastante bien desde el lugar donde yo me encontraba. Supongo que otro alemán, ya que le gritaba en ese idioma al que me había agarrado; entonces, este empezó a retroceder y se fue del lugar, escoltado por uno de seguridad que se había acercado al ver el disturbio. El hombre que me defendió se encuentra dándome la espalda y puedo decir que tiene un buen porte, por supuesto que seguía babeándome con su espalda; repito: se ve muy bien, al menos de atrás y... Inclino un poco la cabeza, para ver mejor su atributo trasero «su culito habla por sí solo». En un segundo se voltea a mirarme y me incorporo con 50 rapidez, para que no se dé cuenta que le estaba mirando el culo; creo que no vio «espero que no me allá visto»; subo la mirada y... ¡¡Por los anillos de los gemelos fantásticos!! Es "ojitos de hotel". Me mira fijamente a los ojos, otra vez estaba haciendo con la mirada eso que me causa calor interno, y sonríe de costado. Creo que se dio cuenta de que le estaba mirando el culo, pero voy a hacer como si eso nunca ocurrió. No sé cuánto pasó exactamente, mientras estuvimos mirándonos a los ojos; pero luego, baja la mirada hacia mi mano y, al notar mis nudillos hinchados y rojos, la sonrisa se le borra de la cara. Tensa la mandíbula, me toma del codo con cuidado y nos dirige hacia la barra; fue tan sorpresivo que no me dio tiempo ni a chistar, y creo que tampoco lo haría. Al sentir su mano tibia en mí, me hizo desear que usara la otra también, pero de manera más osada. ¿Qué me pasa? No puedo pensar así de alguien que vi tres veces y ni siquiera crucé palabra, sin olvidar que es un estúpido arrogante, mal aprendido, que no sabe disculparse, y que de seguro debe llevar a su cama una mujer distinta cada noche. Llegamos a la barra y me sienta en un taburete. ¿Acaso se cree que no sé dónde apoyar el culo? No necesito que me sienten; idiota. Le hace señas al camarero y, por lo que pude entender, le pidió hielo. Hubiera preferido el tequila.

Maldito Cuerpo Traicionero (En Edición)Where stories live. Discover now