»37: Apuesta:

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-¡Quítame el puto cangrejo del pie, Ashton!-los gritos de Michael seguían ensordeciéndonos a todos en la sala.

-Cálmate, amor. Ya Andrew trabaja en una solución.-dijo Ashton sumiso, tratando de apaciguar un poco a su novio. Cosa en la que, como era de esperarse, falló estrepitosamente.

Aún recordaba con gracia como Michael terminó en esta situación.

Estábamos todos en la limpieza diaria de la playa, Calum, el abuelo, Ashton, Michael y los recientes colaboradores. Cuando de pronto un grito nos hizo parar y alarmarnos un tanto al ver a Michael retorciéndose en la arena.

Sí, todo culpa del cangrejo que aún seguía aferrado a su talón como si su vida fuese en ello.

-¿Quieres apostar?-entonces Calum preguntó a mi lado le miré horrorizado por su propuesta, posteriormente recordé que Michael pudo haber hecho lo mismo la vez que caí de la bicicleta, rompiéndome la rodilla, la que inútilmente intenté ocultar de mamá.

-¿De cuánto hablamos?-pregunté en susurro.

-Cien dólares a que Andrew lo saca con una pinza.-dijo seguro de sí mismo. Sonreí aún más amplio pues sus esperanzas estaban puestas en el abuelo, quien era probablemente la persona como las más pésimas habilidades curativas.

-Cien a que terminamos en el hospital.-dije después.

-Hecho.-sacudió nuestras manos en un apretón, justo cuando el abuelo aparecía con pinzas dispuestas a extraer.

Treinta minutos más tarde Calum y yo nos encontrábamos en su auto, en el estacionamiento del hospital esperando por Ashton y Michael.

-Paga.-dije mirando a Calum y extendiendo la mano frente a él.

-¿Ah?-preguntó confuso. Rodé los ojos.

-Hicimos una apuesta. Y gané.-le recordé. Calum entonces pareció hacer memoria, por lo que farfullando sobre las tontas pinzas del abuelo me entregó el dinero acordado.

-No te acostumbres.-farfulló. Reí ante sus brazos cruzados y ceño fruncido mirando hacia la salida de emergencia.

-Hey, mírame-él así lo hizo, ceñudo todavía-. ¿Aceptas un premio de consolación?-pregunté estando cerca de su rostro. Acaricié suavemente su mejilla izquierda y trazando suavemente el trayecto de su clavícula bajo la tela, le oí tragar grueso, asintiendo después.

-Sí.-respondió, sonando mucho más seguro de lo que aparentaba.

Entonces me acerqué a sus labios y lo besé con sutileza, casi siendo una caricia para ambos.

-No te acostumbres.-murmuré al separarnos, para seguir esperando.



Un verano en 50 palabras - cakeWhere stories live. Discover now