Capítulo Diecisiete

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- Te recuerdo –susurré- Me acompañaste a casa ¿No?

- Sí.

- ¿Por qué me seguías? Pensé que estaba loca al imaginarlo.

De hecho, si estaba loca. Quizás si lograba desviar su atención hacia un recuerdo, podría convencerlo de que me dejara ir y que terminara con todo esto.

- Sé lo que estás pensando, Amanda. Y no caeré en tu juego. Te quedarás aquí hasta cuando yo lo decida.

- Eric, por favor... -intenté suplicar-.

- Cállate.

Lo mejor que podía hacer era dormir. Insistí en que Eric me dejara sobre el suelo, necesitaba descansar un poco mi cuerpo aunque fuera sobre el cemento. No sabía si ya era producto de mi imaginación o quizás qué, pero podía escuchar un leve sonido de puertas que se abrían de una manera un tanto estruendosa. Intenté moverme por el suelo para llegar cerca de alguna pared o algo así para apoyar mi cuerpo de mejor forma. Estaba harta de la maldita silla que seguía adherida a mí.

- ¡Sabía que tú la tenías! ¿Por qué lo hiciste, Eric? Confiaba en ti.

Esa... Esa era la voz de Max. Sí, no estaba loca, o quizás solo un poco, pero estaba segura que esa era la voz de Max. Me arrastré desesperadamente por el suelo para llegar lo más cerca de alguna pared, puerta o lo que fuera que me permitiera que el grito se escuchara.

- ¡Max! ¡Max! ¡Estoy aquí!

Grité desesperada y comenzando a forcejar con mis piernas y manos atadas para soltarme de las cuerdas. Malditas cuerdas que eran demasiado duras y gruesas para mí.

- ¡Max! ¡Estoy aquí!

Volví a gritar para ver si me escuchaba.

Comencé a desesperarme. No escuchaba los pasos de nadie acercándose hasta donde estaba. ¿Max había estado aquí o fue simple imaginación mía? No. Había escuchado su voz, no estaba tan mal de la cabeza como para imaginar algo que no había sucedido.

- ¡Max!

Grité ya casi sin poder contener el llanto. Desde que supe que mi supuesta muerte era un hecho que ocurriría en cualquier momento, no me di la oportunidad de sentarme a llorar, aunque lo quería, tenía un nudo en mi garganta que ni siquiera me dejaba respirar bien. Necesitaba llorar.

- ¡Amanda! ¡Amanda!

Entreabrí mis ojos cuando sentí que me movían con fuerza para que reaccionara. ¿Max? Pensé de inmediato. Abrí por completo mis ojos intentando ver a quien tenía frente a mí, pero no podía ver nada, mi vista estaba nublada y sentía la maldita luz cada vez más potente y cerca.

- ¡Gracias a Dios! Pensé que estabas muerta.

No, no era Max, era Noah. ¿Qué estaba haciendo Noah aquí? Arrugué mi frente y sentí como mis ojos volvieron a llenarse de lágrimas.

- Sácame de aquí -susurré sin fuerzas-.

- Estas en casa, Amanda ¿Te encuentras bien?

Apenas y podía ver por culpa de las lágrimas que seguían desbordándose de mis ojos. Era imposible que estuviéramos lejos de la habitación en la cual pasé días encerrada. Yo aún seguía viendo la maldita luz sobre mí, sentía el maldito olor insoportable y sentía mis manos y pies amarrados. Los moví lentamente y ya no los tenía atados, pero sentía la cuerda rozar mi piel ¿Qué me estaba pasando?

Los Warner #1: ¿Podrás ser salvada?Where stories live. Discover now