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De pronto deja de correr y su vista se dirige a donde yo estoy, como si supiera exactamente quién y dónde lo observan. Me pongo rígida al instante y me escondo tras las cortinas lo más rápido que me es posible.

Aunque dudo mucho que no me haya visto, por lo menos tengo la certeza de que no ha analizado mi rostro. Me obligo mentalmente a alejar la curiosidad y volver mi atención a otras cosas, por lo que el tiempo pasa volando.

Cuando supongo que el chico se ha marchado, cierro la ventana con cerrojo, muy despacio y con la vista en todas direcciones por si acaso sigue ahí.

Tomo aire profundamente, he estado aguantado la respiración y me siento sofocada. Tosco un par de veces para recobrar el aliento y me acomodo el cabello en una coleta alta.

Decido que tomar una ducha es lo mejor, he estado fuera todo el día y necesito sentirme limpia y dormir cómoda durante la noche. Así que sólo me enjuago el cuerpo y me pongo el pijama de ningún dibujo en especial.

Me tumbo en la cama de forma que busco una posición en la cual sentirme cómoda; no puedo. Mi mente sigue en una sola cosa: aquel chico. ¿Cuál es la razón para estar corriendo por la noche en el bosque? Que yo sepa, ninguna fiesta se da por estos días. Pero la duda más evidente es: ¿por qué corría desnudo? No lo entiendo, y por más que quisiera no puedo dejar de pensar en ello, me parece demasiado irreal.

Sacudo mi cuerpo con desesperación, me frustra querer dormir y no poder lograrlo; pataleo y gruño como una niña haciendo berrinche. Al final, puedo cerrar los ojos.

Camino en el bosque. Es bien entrada la tarde, cuando el sol está por esconderse; aunque es una parte por la que no he andado, lo porque suelo correr por los terrenos cercanos a mi casa. Traigo puesto un vestido de seda color verde, el cabello suelto y totalmente alborotado. Veo mis pies y me aterrorizo. No llevo zapatos y el frío comienza a colarse en mis pies de manera brutal. Comienzo a caminar aún más rápido, quiero salir de aquí. No me gusta estar en el bosque tan tarde. Mis padres sólo me permiten pasear por aquí cuando hay luz de día.

De pronto escucho una especie de murmullos, dirijo mi atención a donde creo que proviene, pero el sonido está ahora en otro lado, proviene de la copa de un árbol. Me acerco lentamente al pie del inmenso pino para lograr distinguir qué es lo que está allá arriba. Sigo escuchando los susurros, pero ahora son más claros, y se perciben crujidos, como si alguien estuviera tronando una tostada en la boca. De pronto una cara cubierta de sangre se me acerca sin previo aviso.

Despierto con la respiración agitada y el cuerpo tembloroso. Todo fue tan nítido, tan real que me provoca escalofríos y unas náuseas terribles. Cierro los ojos un instante pero los abro inmediatamente, la imagen se revive una y otra vez. Me siento aterrorizada.

Me giro a ver el despertador sobre la mesita de noche, son las 4:00 a.m. ¡Demonios!, aún faltan tres horas para empezar las clases, pero me es imposible recobrar el sueño, no cuando sólo al cerrar los ojos la cara horrible aparece nuevamente.

Decido que bajar por un poco de agua es lo mejor, aunque nunca antes me había sentido tan desprotegida e insegura dentro de mi propia casa, pues decido no calzarme para provocar el menor ruido posible. Las piernas me tiemblan sin control y siento que perderé el equilibrio en cualquier segundo. Me recargo en la pared y asomo mi cabeza sigilosamente por la puerta, fue un gran avance caminar los tres metros que me separan de la seguridad de mi cama.

Estoy atenta al menor movimiento posible, no puedo verme, pero siento mis ojos paranoicos y mi ceño gravemente fruncido. Bajo las escaleras con escasez, bajando escalón por escalón con la mente y cuerpo preparados para salir corriendo a mi recámara si es necesario. Al poco tiempo me siento avergonzada y noto lo patética y miedosa que estoy siendo, por lo que me obligo a tomar una gran bocanada de aire, algo que me representa un gran alivio porque siento como la tranquilidad me llena en forma de oxigeno los pulmones, y doy los últimos pasos hacia la cocina.

Al entrar, tomo la jarra dentro del frigorífico y sirvo un poco de agua en un cristal. Siento el ardor ligero en mi garganta al deslizarse el líquido por ella. Coloco el vaso en el fregadero y regreso la jarra dentro. Me fijo inconscientemente en el reloj que está pegado a la pared, sobre el marco de la puerta. Había pasado media hora siendo paranoica. Siento mi cara acalorada de pronto.

Subo nuevamente a mi cuarto. La tranquilidad ha regresado a mi sistema y con ello el sueño. Aún faltan dos horas y debo aprovecharlas al máximo.

Llego, por fortuna, a buena hora a las instalaciones de la escuela, entro sin demora y veo a Perla parada junto a los bebederos, esperándome.

-Hola, guapa -me saluda alegremente, depositando un par de besos en mis mejillas.

-Hola, pues yo diría que la guapa aquí eres tú -señalo su atuendo, se ve radiante. Ella gira sobre sus pies dándome la vista de todo su outfit.

-Se hace lo que se puede -dice, fingiendo humildad.

Esperamos un momento más y Sophía se nos une. Llegando siempre con su andar sereno y con una postura impecable.

-Hola niñas, ¿nos vamos? -comenzamos a caminar con nuestros bolsos en el brazo y nuestras manos entrelazadas.

De la nada un chico tropieza frente a nosotras y hace que mi bolso y las cosas en él queden esparcidas por el pasillo.

- ¿Pero qué pasa contigo, estás demente? -estalla, Perla, observando al chico superficialmente.

-Está prohibido correr por los pasillos, si es que no lo tenías entendido -se unió Sophía, yo me estoy sintiendo incómoda por llamar la atención de los demás.

El chico ayuda a levantar las cosas ágilmente, siempre con la cabeza gacha.

-No es para tanto, chicas. Ha sido un accidente -comento, tratando de aligerar la situación, más para todo el alumnado que se queda viendo la escena que para el chico, que no parece arrepentido sino hastiado.

-Lo siento -se disculpa de mala gana y se marcha rápidamente.

Standcrows: El Nerd Vampiro ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora