CAPÍTULO VI

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Agnese pasó toda la noche sin poder pegar un ojo. Lo único novedoso, fue que aquella sombra humanoide no estaba en su habitación en la madrugada. Estaba todavía en shock, y algo decepcionada con su padre por haberle permitido ir a ese lugar. Sólo quería que su héroe fuera libre, para pasar las tardes a su lado y descubrir qué era ese sentimiento realmente. 

Cuando amaneció, se miró al espejo. Sus ojeras eran enormes. Jolánka se metió y la ayudó a cubrirselas con polvos de maquillaje. Ethzard había decidido hacerse cargo del caso, todo por ella. La pelirroja le puso un vestido color rosa pastel y un par de delicados aros de oro con una perla en medio. Bajó a desayunar un café con tostadas lo más rápido posible, ya que no podía llegar tarde a la corte. Sus padres la acompañaron en el coche. 

Entró y todas las miradas se posicionaron en ella. Nerviosa, pero sin que se note, caminó hasta su asiento y se sentó sin prestar atención a nadie. Toda la alta sociedad estaba allí, dispuesta a escuchar los hechos. Nadie se hubiera imaginado que los rumores de bar acerca de Bartholomeo eran ciertos. Vladisvalus la miró de reojo y le hizo una disimulada sonrisa. Le alegraba saber el hecho de que gracias a él, ella seguía viva. Aún no podía morir. Aún no

El juez Diferzen subió a su posición, y con un golpe de martillo dio inicio a la sesión. El primero en ser llamado al estrado, fue Lord Fithzerzandvich. La declaración de Fithzerzandvich fue breve e irrelevante. La siguiente confesión fue de Dracullia. Él explicó que la mucama fue a su casa a avisarle que estaba preocupada por Agnese, por lo que fue a la residencia Stoker y la escuchó gritar. Empujó la puerta y la salvó, empezando una pelea a puño limpio por parte de Bartholomeo. La siguiente fue Jolánka, a quien preguntaron porqué no avisó a sus patrones. La chica explicó que Lord Fithzerzandvich estaba en una reunión con un socio y Lady Fithzerzandvich en casa de una amiga, lo cual era cierto. 

Después de una larga deliberación, en la que el aprendiz Ethzard estaba a favor de Vladisvlaus, éste por fin quedó libre. Bartholomeo, por su parte fue acusado de los crímenes de doble homicidio, secuestro, agresión física e intento de asesinato. Un total de cuarenta años de cárcel, y su patrimonio fue dado a Agnese. La chica salió feliz de la corte, y agradeció a Ethzard la ayuda. Quiso darle un tercio del patrimonio otorgado, pero él lo negó, argumentando que lo había hecho por voluntad propia. 

Cuando llegó a su casa, se acostó a descansar. Pero era imposible hacerlo cuando Vladisvlaus Dracullia estaba en su mente... y en su corazón...

♥♥♥

Jolánka estaba parada frente al grande y viejo pórtico del castillo de Vladisvlaus. Suspiró pesadamente, pero ya no podía ocultarle a él la verdad. Ya no podía tapar el sol con un dedo. Golpeó la madera y el conde la invitó a pasar. Le ofreció una botella de vino tinto. La chica le aceptó una copa y se sentó en el sillón de cuero negro de la gran sala. Su acompañante le hizo compañía en el otro sillón. 

—Eres idéntica a Agnese Zarker... ¿qué eres de ella exactamente? —preguntó seguido de un sorbo de vino. 

Jola se acabó la copa, sedienta y contestó.

—Soy la hija... Cruza entre la vampiresa Agnese Zarker y un humano.

—El padre de Agnese...

—Ese mismo. No sé bien en qué condiciones me crearon ni como fue que logré nacer, pero lo que sé es que mi madre y su familia fueron expulsados de la Orden de Vampiros Inmortales y no se sabe de su paradero. 

—Eso no fue lo que pasó exactamente... Cierra los ojos Jolánka, te lo enseñaré. 

Agnese Zarker tomó valor y le dijo a su amante que estaba embarazada. Ya no había excusa para que les impidieran casarse. Para su sorpresa, ninguna de las familias se tomó la noticia a bien. La joven fue llevada a su casa, donde estuvo unas semanas encerrada en el sótano y bebiendo sangre que le llevaba su hermano. Éste encierro era para que el líder de la orden, Vaklash, no supiera de la existencia del híbrido.

 Los híbridos estaban prohibidos. Los matrimonios con humanos estaban prohibidos... Y si Vaklash se enteraba de la existencia de un híbrido, mataría a ese bebé y a todos los vampiros que fueron cómplices. Si Vaklash descubría que una vampiresa estaba embarazada, la encerraría en el calabozo y luego mataría al bebé en frente de ella. Ella sería la siguiente. Y los Zarker no querían ser eliminados. 

Pero un horrible día, cuando la chica llevaba cuatro meses embarazada, ese maldito líder entró a su casa. Nadie supo como fue que se enteró, pero todos los Zarker sabían qué iba a pasar. Lord y Lady Zarker fueron atravesados por una gran estaca de madera, desde la cabeza hasta el final. Su hermano fue incinerado vivo frente a ella. Y por último, Agnese Zarker fue llevada a la prisión de la Orden, donde fue encadenada en una pequeña celda. 

Pero un héroe, Oysten Vertdich apareció en su miserable tormento. Él era el sobrino de Vaklash, y tras enterarse de las injusticias de su tío y que éste tenía ganado el odio  de todos los demás vampiros, estaba dispuesto a enfrentarsele para destituirlo. Cada noche llevaba un gran saco con animales para que Lady Zarker pudiera alimentarse y así no morir de hambre. Formaron una gran amistad durante el tiempo de su encierro.

...Sin embargo, cada día que pasaba, era un día más cerca de la ejecución de la chica y su bebé, y eso le llenaba el corazón de amargura. Cuando ya sabía que se acercaba la fecha del nacimiento, ella le rogó en la noche de la Luna de Sangre. 

—Por favor no dejes que mi bebé muera. Llévalo a un lugar donde nadie lo encuentre —pidió con los ojos llenos de lágrimas por primera vez en sus trecientos años de vida. 

—Te lo prometo. Confía en mí. Lo llevaré a un lugar donde Vaklash nunca lo encontrará. 

Y así fue como, unos días después, nació una niña, a la que Agnese Zarker llamó Jolánka. Hermoso hubiera sido poder abrazarla y alimentarla, pero Oysten huyó con la niña en brazos. Voló kilómetros hasta Hungría, donde la dejó en un orfanato. Volvió al día siguiente, y ya no había rastros de Zarker.

Salió del trance. Se sentía decepcionada por lo que había pasado su madre, pero el poco tiempo que estuvo con ella fue suficiente para impregnar sus pequeñas fosas nasales con su perfume y que éste se le guarde en la memoria. 

—¿Por qué decidiste ir a casa de los Fithzerzandvich? —preguntó Vladisvlaus mientras servía vino.

—Cerraron el orfanato y no quería quedar en la calle. Además ¿quién se casaría conmigo? No soy totalmente humana. 

—¿Desde cuándo sabes lo de tu madre? 

—Vi una vieja foto suya una tarde en que ordenaba el ática. No había que ser genio para saber que era ella. Siempre vi a Agnese como una hermana, ahora sé que realmente lo es.

—Jamás te fuiste de ahí...

—Quiero proteger a Agnese. Impedir que salga lastimada... Dime la verdad Vladisvlaus, ¿sientes algo por ella? 

—Es probable que sí, pero jamás me correspondería —bufó decepcionado.  

La condesa (Reescribiendo)Where stories live. Discover now