-Si harías lo que fuese para que a tu hija no le faltase de nada, ¿por qué no me preguntaste a mí? –Negué, mientras que Lauren no se separaba ni un centímetro de mí, es más aumentaba la sensación de recogimiento que tenía en los brazos de ella.

-No lo sé. –Susurré en voz baja, sintiendo su mano ponerse encima de mi pelo y acariciarlo suavemente.

-Si necesitas algo ahora, dímelo. Y si no lo haces, Maia me lo dirá. –Se separó sentándose en su banquete, mirándome. –Siento no haber estado ahí cuando me necesitabas.

-Tú no tenías nada que ver en mi vida. Hiciste suficiente ayudándome a limpiar. –Sonreí un poco, cogiendo el tenedor y dándole un bocado a lo que me había preparado en la mesa.

Nos quedamos mirándonos a los ojos durante unos instantes, aunque ella parecía estar totalmente seria, mirándome, yo simplemente no podía parar de sonreír, porque en aquél momento no tenía ninguna razón para estar triste, ahora todo estaba bien por fin.

-No me mires así. –Dije moviendo las manos con una mueca, frotándome los dedos.

-¿Te duelen las manos? –Me preguntó, señalándolas, y asentí frunciendo el ceño. Lauren cogió mis manos entre las suyas, acariciando el dorso con el pulgar. Sus manos comenzaron a masajear las palmas de mis manos. –Al principio pensaba que me odiabas. –Dijo mientras sus dedos apretaban lentamente el centro de las palmas, y solté un suspiro de alivio. Era increíblemente placentero aquello que Lauren hacía.

-¿Por qué? No sería capaz de odiarte. –Dije observando que una sonrisa salía entre sus labios.

-Parecías tan preocupada, agobiada, alejándome de ti que creía que me odiabas. Ahora sé que era porque estabas en esa situación, y me siento una idiota superficial. –Dijo negando, y con mis manos dejando de doler un poco, puse estas en sus mejillas, acariciándola con cuidado.

-Si ahora aún tengo que aclarar mi vida, antes estaba hundida así que... -Ella asintió con la cabeza gacha, y apreté un poco la mano en su mejilla, haciendo que me mirase. –Eh, mírame. No lo sabías, ya está.

-He intentado besarte dos veces, y las dos he fallado. Parece que el mundo intenta decirme algo, ¿no crees? –Ella volvió a coger mis manos y a dar masajes en estas cuando se dio cuenta de que me estaban doliendo bastante.

-No confío en el destino, ni en el mundo, ni en nada de eso. –Dije yo, negando. Me incliné un poco hacia ella, poniéndome de pie en el suelo y quedé entre sus piernas, acercando mis labios a los suyos lentamente hasta que escuché el ladrido del perro que hizo que me sobre saltase.

-En serio, en serio Dash. No ladras en cuatro años, en cuatro, y ladras ahora. Te voy a castrar. –Le dijo Lauren señalándolo, y vi a Maia con el balón entre las manos pasar por delante de mí en la cocina. Me agaché y la cogí en brazos, dándole besos en la mejilla y haciendo que riese.

-Creo que tenemos que irnos, ¿verdad Mai? –Ella negó, haciendo un puchero.

-No quiero. –Suspiré, pasándole una mano por el pelo para quitárselo de la cara, y la senté en la encimera de la cocina, recogiéndole el pelo en un pequeño moño.

-Cariño, tengo que hacer muchas cosas, y tú tienes que hacer tus deberes. –La señalé entrecerrando los ojos. En realidad eran sólo unas fichas para aprender a escribir las letras correctamente, pero antes que pasar un día con Lauren estaba eso. –Lo siento, cariño.

* * *

Era extraño aquello, era extraña aquella situación. Lauren me mandaba mensajes constantemente, antes de dormir, cuando se despertaba, siempre. Me sentía como una total adolescente otra vez, aunque sin olvidar que tenía una hija que pronto cumpliría cinco años y que me necesitaba.

a coat in the winter; camrenWhere stories live. Discover now