Capítulo 3

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– ¡Y todo por un tío!- exclamé.

Caminaba de un lado a otro intentando calmarme, pero me era imposible. La adrenalina invadía mi cuerpo y necesitaba seguir soltando mi rabia de alguna manera. Donovan, que era el que me había llevado fuera, trataba de sujetarme para que me calmase, pero evitaba sus manos cada vez que me intentaba coger.

– Mi conversación con él no duró ni dos minutos- seguí hablando-, y sin embargo esta tía se ha vuelto loca. No es mi problema que ella no sea lo suficientemente buena para él y el pobre tenga que ir a ligar con otras. ¿Acaso le dije yo a Morris que se acercara a mí? No, por supuesto que no. Ni siquiera le vi cuando entré en la discoteca. Él solo se me acercó por detrás. Pero claro, eso ella no lo vio, porque prefiere echarme la culpa a mí y dejar a su noviecito impune. ¡Pues mira tú por donde, a mí no me da la gana!- sabía que estaba en mitad de la calle de noche gritando como una loca, pero no me importaba-. Y encima me dice que no sabe con quién me estoy metiendo, ¿te lo puedes creer? Yo es que me muero de la risa. Ja, ja, ja- me reí falsamente, sonando como una señora histérica-. Como si ella supiera con quién se ha metido.

Paré un segundo, dándome cuenta de que estaba hiperventilando, e intenté calmar mi respiración. Donovan aprovechó ese momento para sujetarme por los brazos y ponerme frente a él. Examinó mi cuerpo, en busca de lesiones, y luego se centró en mi cara. Pasó un dedo por mi labio inferior e hice una mueca de dolor por el roce. Cuando levantó el dedo, había sangre allí, mi sangre, y lamí mi labio, notando un corte en él. Luego examinó mi frente y puso cara de disgusto cuando la miró bien.

– Tienes una brecha- dijo-. Quizás haya que darte puntos.

Se me quedó mirando a los ojos, mi cara entre sus manos, y tragué saliva, llevando con ella parte de la sangre de mi boca.

– ¿Estás bien?- preguntó.

Al principio no contesté, sorprendida por su pregunta, ya que apenas nos habíamos conocido hacía un rato y sus ojos mostraban tanta preocupación que me dieron ganas de llorar.

– Sí- dije, mi voz un simple susurro-, estoy bien.

Él asintió.

– Sinceramente estoy sorprendido- confesó-. Te has defendido bastante bien a pesar de ser...

Se quedó en silencio.

– ¿Humana?- terminé por él-. Sí, me las desempeño bien con el tema sobrenatural. Darle un par de patadas en el trasero a una vampira no es nada nuevo para mí.

Esta vez el sorprendido era él.

– No pongas esa cara- me reí.

Su expresión se relajó, pero solo un poco.

– ¿Puedo saber cómo una chica como tú se ha metido en el tema sobrenatural?- preguntó.

– Te lo contaré en otro momento- dije, sonriendo-. A propósito, ¿una chica como yo?

– Ya te lo dije dentro- se encogió de hombros y bajó sus manos-, una chica hermosa.

Le sonreí.

Noté como mis mejillas ardían un poco, y agradecí que fuera de esas chicas a las que las mejillas no se les ponen rojas con facilidad. La primera vez había tomado el cumplido como una forma de explicarme el asunto de Morris y del hambre de los vampiros, pero en esta ocasión era algo más íntimo, más personal. Se trataba de un chico diciéndole a una chica que le parecía guapa, hermosa, y ni siquiera había usado mis desentrenados encantos femeninos. Al contrario, me había peleado en una discoteca con una vampira y él había visto mi lado de chica dura. ¡Tenía una brecha en la frente y él me decía que le resultaba hermosa! Eso demostraba que no solo se necesitaban encantos femeninos para ligar.

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