Capítulo 7

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El olor a lasaña impregnaba toda la casa.

Sasky aulló de disgusto en el suelo, tapándose la cara con las patas, y yo hice lo mismo con un cojín, pero en vez de en el suelo, en el sofá.

– Diez minutos- susurré y mi estómago rugió-, solo aguanta diez minutos.

Diez minutos era lo que tenía que esperar para que la lasaña reposara y estuviese lista para comer, pero tenía tanta hambre, que aquellos diez minutos se me iban a hacer eternos.

Mi estómago rugió de nuevo.

– ¡Ah!- grité mientras pataleaba en el sofá-. ¡Me voy a volver loca!

Me levanté del sofá y lancé el cojín que había usado para taparme la boca lejos de mí. Caminé hacia las escaleras y subí a la segunda planta, hasta mi habitación. Fui hasta la cama y me metí debajo de las mantas, tapando mi cabeza con la almohada. Trataba de escapar de aquel delicioso olor, pero había llegado incluso hasta mi cuarto. Quité la almohada de mi cara y me tumbé boca arriba, mirando fijamente al techo. Necesitaba pensar en algo que no fuera aquella deliciosa lasaña, así comencé a rememorar lo que había pasado aquella tarde.

Después de pasar en la comisaría casi por más de dos horas, evitando a Nathan y hablando con Donovan la mayoría del tiempo, Donovan me había invitado a comer y yo había aceptado. Los tres salimos de la comisaría y, cuando Nathan se fue por su lado, le dejé conducir mi coche a Donovan. Se había quedado encantado y alucinado al mismo tiempo cuando lo había visto, y le había ofrecido dejar que lo condujera. Al principio me había mirado como si pensara que le estaba gastando una broma, pero al ver que no era así se había puesto muy contento, como un niño pequeño cuando veía una piruleta. Allí tumbada en la cama, sonreí abiertamente mientras lo recordaba.

Fue tan divertido.

Una vez su estado de ánimo se relajó, me llevó a un restaurante de bocadillos, ya que no podíamos entretenernos en un restaurante decente porque él solo tenía media hora para comer, pero igualmente fue genial. Creo que el hecho de que el restaurante fuera uno de comida rápida suavizó aún más nuestra confianza, dejándonos ser naturales el uno con el otro. En esa media hora hablamos mucho, sobre todo de mi espectáculo en el supermercado, que fue el tema principal aunque intenté muchas veces desviar la conversación hacia otra cosa, pero él siempre se las ingeniaba para llevarme de nuevo a lo mismo. Su profesión de policía le había convertido en alguien realmente engatusador.

El timbre sonó en ese momento.

Miré extrañada al techo durante un instante, creyendo que mis oídos me habían jugado una mala pasada, pero el timbre sonó de nuevo. Me destapé rápidamente y palpé el suelo con los pies, buscando mis pantuflas de vaca, pero no las encontré. Escuché a Sasky ladrar desde abajo, y recordé que había dejado las pantuflas en el salón. Salí de mi habitación corriendo, justo cuando el timbre sonó otra vez.

– ¡Ya voy!- grité, para hacer que quien quiera que fuera dejara de tocar el fastidioso timbre.

Bajé las escaleras lo más rápido que pude e iba atravesando el pasillo a toda pastilla cuando Sasky se metió en medio. Intenté frenar para no chocarme con ella y resbalé, cayendo de culo contra el suelo. Se escuchó un gran golpe y luego, durante un pequeño instante, todo se quedó en silencio.

– Lilianne- dijo la persona que estaba al otro lado de la puerta-, ¿estás bien?

– ¿Donovan?- dije yo, reconociendo su voz-. ¡Sasky!- grité y ella se puso a mi lado-. Abre la puerta.

La perra salió corriendo hacia la puerta y escuché como se abría. Todavía estaba tumbada en el suelo recuperándome del tremendo golpe en el trasero cuando la silueta de Donovan se apareció en el pasillo. Al verme su primera reacción fue de preocupación, pero pasó a diversión cuando le dediqué una sonrisa.

PuraWhere stories live. Discover now