¿Eiden?

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Habían pasado tres días desde que abandoné el hospital. No me llevaron al internado por si acaso volvía a desmayarme o quién sabe. Estas noches había dormido en mi habitación de siempre y todo seguía igual, mi habitación estaba intacta desde que yo la dejé. La casa en general no había cambiado mucho. Lo único, habían puesto rejas en las ventanas de la planta baja, por pura protección. Ya no sólo por los que envían las cartas, sino porque según mis padres, han visto en el telediario que han aumentado los robos en esta zona.

Pero realmente todo encajaba, era una de las mejores zonas de la ciudad. A mí personalmente nunca me había gustado vivir aquí, las casas demasiado grandes con cochazos aparcados en las puertas, si no estaban metidos en los garajes, no eran mi gusto de vida perfecta. Todos son demasiado pijos, y yo, odio a los pijos que presumen de dinero y cosas materiales, cosa que suena irónica, pero no lo es.

Me quedé mirando el corcho que colgaba de la pared de enfrente de mi cama. En él, se encontraban las fotos que más me gustaban, ya sea de mi infancia como de parte de mi adolescencia. En la que más más más me gusta, sale mi mejor amiga, quien hace un año y medio se mudó a Australia y ya no la volví a ver, fue muy duro para mí ya que, aunque tuviese más amigos, ella era con la que más rato pasaba, ella era inigualable. Luego, miré a la ventana, el cielo volvía a estar cubierto, incluso había mucho aire. Se notaba como pegaba contra las ventanas. Iba a haber una tormenta no dentro de mucho.

Entonces, mi madre entró en la habitación y me sacó de mis pensamientos.

-Nena, ¿estás mejor?.-Dijo mi madre sentándose al borde de mi cama.

-Sí, pero me sigue doliendo la cabeza, mamá.

-Hombre, eso es normal. Te debiste de dar un golpe terrible.-se tapó la boca- pobre mi niña.

-No soy un bebé.-soltamos una risita.

-Por cierto, he estado hablando con tu padre de algo. ¿Qué tal vas en el internado?, quiero decir, ¿estás a gusto?.

Tardé unos instantes en responder la pregunta de mi madre. Me venían a la cabeza las voces y las sombras que me habían perseguido desde que entré, pero, sabía que si se lo contaba no me iba a creer, así que me evadí de eso. Otra cosa me vino a la cabeza, ''ojos rojos''. Pero tampoco se lo creería. Ladeé la cabeza.

-Sí, me gusta bastante. Además todos han sido muy simpáticos conmigo desde que entré-Sonreí, mentira. Todos habían sido unos bordes de mierda hasta que conocí a Scarlett y los demás.

-Me alegro mucho de escuchar eso. Tu padre me ha dicho que estás en muy buenas manos.

No sabía por qué pero algo no me parecía normal, ¿lo conocía de antes?. Pero asentí sin hacer preguntas. Mi madre se incorporó de la cama y tras un un beso en la frente salió de la habitación cerrando la puerta.

Un día después ya estaba de camino al internado otra vez. Al llegar Eizan, Unai, Scarlett y Maria estaban en la puerta esperándome, cosa que me sorprendió pero a la vez me animó un montón. Baje del coche y fui corriendo hacia ellos, Scarlett y Maria me abrazaron y Eizan y Unai me sonrieron.

-Menos mal que estás bien nena, te hemos echado de menos.-Dijo Scarlett estrechándome en sus delgados brazos. Los demás asintieron.

-¿Me he perdido algo?-Todos se miraron ladeando la cabeza.

-No, la verdad. No suelen pasar cosas interesantes aquí, nena.- Sabía que mentía, sabía que algo había pasado, pero lo ignoré recordando aquella frase que me dijo la voz de ''no te metas en la cueva cuando está el oso dentro''.

-Pues vaya.-bufé y Scarlett se rió.

Entramos a clase de lo más normal. Los alumnos de mi aula tan sólo se me quedaron mirando por mi ausencia estos días, la única que me preguntó sobre mi salud y mi ausencia fue Jade. Estuvimos hablando casi toda la mañana, y se me ocurrió preguntar si Eiden me había ido a visitar al hospital.

-No lo sé, ha estado muy raro estos días y casi no he hablado con él.-Levantó los hombros en modo duda.

-Mis padres me dijeron que hubo tres chicos, y uno me fallaba, y pensé que era él...-pero entonces la chica me interrumpió cambiando de tema. Me quedé mirándola dudosa.

Miré al pupitre de Eiden, no había rastro de él. No apareció en ninguna clase y ni siquiera al día siguiente.


Young BloodWhere stories live. Discover now