¿Qué haces aquí?

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Cerré la puerta sin pestañear y me apoyé en ella. Tenía la piel de gallina y el pulso acelerado, no me esperaba nada de eso.<< Esa sonrisa, me estaba sonriendo a mí. No puede ser, aunque...me suena de algo>>. Unos pasos pesados se escucharon por el pasillo, cada vez, más y más cercanos a mi habitación. Se notaba el peso de la persona en cuestión, y pasos de mujer no eran, eran de hombre.

Aporrearon dos veces la puerta, al estar apoyada en ella, me hizo vibrar a mí. Me dí la vuelta pensando en si abrirla o no, no estaba segura de quién era esa persona, ni de por qué me estaba sonriendo a mí. Tragué saliva, suspiré y giré el pomo.

La puerta se abrió dejando al descubierto al chico, su sonrisa seguía marcada en sus labios. Se apoyó en el marco de la puerta arqueando una ceja. Se cruzó de brazos dejando visibles sus tatuajes. Tenía el pelo muy alborotado, como si el aire le hubiese despeinado.

Mis ojos le recorrieron poco a poco desde los pies hasta la cabeza.

-Bonita habitación, sí.-Dijo el chico mirando detrás de mí.

-¿Eras...Eiden, verdad?¿Qué haces aquí? Me has asustado...-Se notaba que mi voz temblaba. Había algo en ese chico que por muy pequeño que fuese eso, me asustaba pero a la vez me atraía. Como si quisiera saber más de él y luego salir corriendo sin mirar atrás.

-Anda que, no saberse mi nombre... Sí, soy Eiden. Y tú la novata aquí. Dime, ¿qué tienes de especial que yo deba saber?.

-¿De especial?.-Arqueé una ceja.

-No seas un loro repetidor. Sí, de especial. Algo de ti me dice que debo de investigarte.

-¿Qué dices?.-Mi cara mostraba signos de confusión y a la vez de inocencia. Eso hizo que su sonrisa se intensificara dejando a la vista sus dientes, blancos como un glaciar. Un piercing atravesaba su frenillo superior.

El chico entró en mi habitación como Pedro por su casa. Se sentó en mi cama y extendiendo los brazos se echó. Mi boca cayó al suelo, no podía estar más sorprendida. Viene y con toda su jeta se echa en mi cama, EN MI CAMA.

Eiden se incorporó y se levantó para venir hacia mí. Sus manos se posaron en mi cintura, su boca se aproximó a mi oído. -Puedo sentir lo que sienten los demás, oír lo que piensan, pero contigo no puedo, ¿por qué Alice Mendez?- casi fue un susurro, pero lo pude escuchar perfectamente. Su voz ronca me puso la piel de gallina.

-¿Qué?.-solté involuntariamente dando un paso hacia atrás.

-Nada.-sonrió-Era broma. Me aburría y me pasé por tu habitación. Seguro que tenías ganas de verme, ya que en clase no paras de mirarme.

-No ha tenido gracia.-bufé- Eres un creído, solo miraba tus tatuajes, nada más. Por si lo piensas no me interesas en absoluto.

-Pues deja de mirarlos, nunca los comprenderás, ni falta que te hace.-Volvió a sonreír, esta vez, de medio lado.

La puerta estaba abierta cuando miré hacia ella, Scarlett y Eizan estaban parados con los ojos como platos mirándonos. -Ui, ¿interrumpimos algo?-dijo Scarlett tapándose la boca con la mano derecha.

-¡NO!, solo ha venido a molestar. Ya se iba.-le miré- Ya te vas.

Alzó las manos y se las metió en los bolsillos del pantalón del uniforme. Noté como miraba a Eizan de manera desafiante, podría hasta decir que era una mirada de odio. Me extrañé de eso, pero vi como Eizan lo ignoraba completamente.

-¿Qué ha pasado?-Me dijo Scarlett en bajo ya que Eiden todavía andaba por el pasillo.

-Ha venido a molestar prácticamente.-Dije entre dientes.-Me ha dicho que le deje de mirar los tatuajes en clase, cosa que solo he hecho una vez.-Roté los ojos.

-Eiden siempre me ha parecido un chico que esconde muchas cosas.

-A mí también me lo parece, y eso que lo conozco de hace muy pocos días. Bueno, lo conozco de vista, es la primera vez que le dirijo la palabra, la verdad.

Eizan se mostró fuera de la conversación, tenía la mirada perdida en un punto fijo, en el suelo. Pero entonces el chico habló.

-Es ya la hora, vamos subiendo, ¿no?.-Y una amplia sonrisa iluminó su rostro.

Subimos por las escaleras con las mochilas al hombro, las cuales guardaban el libro de historia con la teoría que entraba en el examen.  Al entrar en la biblioteca me quedé impactada de lo enorme que era, las mesas eran de madera, y en el techo adornaban vigas ,del mismo material, que iban de una esquina a otra. Las enormes estanterías cubrían las paredes más altas y la luz de la sala, la proporcionaban los grandes ventanales que había junto a las tres pizarras extensibles.

-Wow.-Solté casi sin darme cuenta.

A todos se les escapó una risita. Entonces Maria mirándome, me preguntó.-¿Cómo eran las bibliotecas en tu antiguo centro?.

-Enanas.-dije volteando la cabeza hacia todas las direcciones. En realidad, las bibliotecas de mi instituto eran la mitad de grandes que ésta. Incluso con la mitad de libros. Por eso yo no la usaba para leer los propios libros que residían en ellas, sino, simplemente iba para estudiar, ya que en mi casa siempre había jaleo.

Nos sentamos en una mesa junto a la ventana. La luz del sol vencía sobre las mesas, iluminando nuestros apuntes.

Young BloodWhere stories live. Discover now