La noche anterior, luego de su festejo, Lorenzo y Raimondo habían decidido seguir a Angelo -con frecuencia ellos lo seguían, a donde quiera que él fuera-.

Annie miró a su hermano, él dejaba seis platos grandes, blancos, sobre la mesa, mientras que Hanna abría el recipiente de la paella; con el aroma, un recuerdo vino a su mente: Angelo y ella, con trece años. Estaban en la cocina, ella sentada a la mesa y él cortando un tomate. Llevaban cinco días comiendo pizza, la niña dijo que estaba harta y Hanna le respondió que era todo lo que había que, si quería, podía pedir otra cosa: los números de restaurantes estaban en la encimera y había dinero en la cesta de los huevos -donde no había huevos-, pues ella ya se iba con su marido. Matteo iba a cuidar de sus hermanos, de nuevo, pero a penas su madre se marchó, el mayor también lo hizo, entonces Angelo puso música y la invitó a la cocina, donde tiró la pizza a la basura, descongeló algo de carne, hirvió vegetales e hizo spaghetti para ella y, mientras picaba las hierbas para la salsa, él se cortó la yema de un dedo y se lo llevó a la boca; Annie cogió su mano, comprobó qué tan grande era la herida, le besó el dedo y le preguntó si quería que ella terminara de picar las hierbas, a lo que Angelo respondió abriendo sus bonitos ojos grises: ¿Anneliese y un enorme cuchillo? Interesante... Definitivamente, él no lo permitiría. Terminó de cocinar y la carne estuvo bien -estuvo excelente-, pero la salsa fue un desastre. De igual manera, Anneliese se comió todo su spaghetti, ya que su hermano lo había preparado sólo para ella.

Aunque después él pareció cogerle el gusto, puesto que cocinaba casi a diario.

Lo que no sabía Annie, claro, era que Angelo sólo había aprendido a cocinar para ella. No era el mejor, pero hacía el intento; Anneliese siempre había tenido un apetito pobre, desde pequeños ella comía muy poco -lo cual siempre había preocupado a Angelo-, salvo cuando veía cómo preparaban su comida. Le gustaba ver cortar, hervir, freír, y sazonar su comida; los aromas le despertaban el hambre y, las cajas de platillos -elaborados o simples- que los restaurantes enviaban a casa, no podían ofrecerle eso. Y él quería que su hermana comiese bien. Además..., le gustaba la sonrisa que ella ponía, mientras le cocinaba. Le gustaba verla curiosa, e incluso emocionada, esperando su plato.

Aunque con la paella era distinto: si eran tacos o paella picante, Anneliese la devoraba... pero sólo si estaba hecha al momento. Por eso Angelo le había pedido a Aaron, quien le había enseñado a preparar algunos platillos, que hiciera paella para él... o para ella, mejor dicho: la noche anterior, en su festejo de quince años, había visto triste a su hermana y él sabía por qué: su padre.

Además, quería suavizar el susto que tendría ella, más tarde: la noche anterior, Lorenzo la había escuchado hablar con Valentino -de su extraña cita a las tres de la mañana- y lo comentó con sus mejores amigos, pues estaba confundido: ¿para qué quería él visitar a Annie, en la madrugada?... ¿Para qué, un hombre mayor de edad, quería visitar a una chica de quince, en su recámara, en la madrugada? Angelo sintió que deseos de romperle las piernas. Ese bastardo estaba llegando demasiado lejos...

Y tramaron entonces, con la misma tranquilidad que se planea ver una película, el escarmiento de Valentino: la casa de Raffaele estaba ubicada en una zona privada, a la que sólo se accedía por una caseta de vigilancia. Obviamente, Valentino no tenía permiso para subir, por lo que él dejaba su automóvil viejo cerca de su entrada secreta, cubierta de matorrales espinosos -una entrada que él mismo había hecho, pero que Angelo había encontrado una noche en que sospechó que alguien había visitado a Annie. No cubrió la entrada, ni alertó a seguridad de ella, pues estaba esperando el momento poder usarla a su favor-; él tenía que entrar por una brecha de aproximadamente cuarenta centímetros y subir andando el resto del camino, hacia el risco, hasta la última casa, la más alta, donde vivía su novia. Y así fue. Y cuando Valentino avanzó algunos metros, en el bosque -tampoco podía ir por el sendero principal-, Raimondo salió detrás de un árbol, usando una máscara de Ghostface, y lo golpeó en la cara; siguió luego Angelo, usando la máscara de Guy Fawkes en V de Vendetta...

Ambrosía ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora