Capítulo 7

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Soy un lío de sentimientos y pensamientos, recordando lo ocurrido esa noche. Él no actuaba como de costumbre y lo que ha dicho Anisa me ha dejado confundida.

Debo superar el miedo irracional que siento, no puedo dar marcha atrás. Mis padres han hecho tanto por mí, esto no debería ser nada.

Obligo a mi cuerpo a moverse y salir de la cama. No es momento para acobardarse. Inspiro un par de veces más intentando controlar mis nervios. Me recojo el pelo en una coleta y tomo el primer vestido que encuentro. No me miro al espejo, pues no deseo dar marcha atrás al ver mi imagen que me recordará lo sucedido. Salgo de la habitación y me dirijo al comedor. Cruzo el pasillo y desciendo la escalinata. Ahí está él. Me observa mientras bajo.

No le tengo miedo, pero no estoy segura de lo que siento al verlo. Lo primero que noto es que no hay colmillos intimidantes y su mirada parece tranquila. Algo muy distinto a lo que vi. Además de que su rostro tiene un tono menos pálido, al igual que sus labios que lucen ligeramente rosados. Parecen haber cobrado vida.

―Toma asiento ―dice con voz tranquila, al darse cuenta de que me he quedado inmóvil en el último escalón. Bajo la mirada avanzando hasta llegar a la silla. Me acomodo torpemente y un segundo después Irina coloca un plato delante de mí―. Es algo ligero ―explica con la mirada en su copa―. Te sentara bien para el estómago. ―Sabe que vomité―. No has comido nada en todo el día. ―Levanto la vista y nuestros ojos se encuentran. Un nudo se me forma en el estómago y por primera vez bajo la mirada huyendo de la intensidad de sus ojos carmín―. Inténtalo.

Doy un par de sorbos ignorando su presencia, aunque es imposible. Puedo percibir su mirada y esa sensación que provoca en mí.

―Te debo una disculpa ―su declaración me sorprende―. No sé suponía que fuera así. ―Espero que diga algo más, pero no lo hace―. Puedes irte si lo deseas.

―Voy a quedarme ―susurro levantando la mirada de mi regazo e intentando parecer segura. Su rostro apacible hace imposible adivinar sus pensamientos. No puedo saber que pasa por su cabeza y eso me llena de incertidumbre.

―Sabes que puedes irte cuando lo desees ―repite. No lo creo, aunque lo asegure. O tal vez lo haría, pero eso significaría que su ayuda también se iría.

―Lo sé, pero tenemos un trato y pienso cumplirlo. ―Es lo único que se me ocurre decir.

―Nuevamente me disculpo. Por favor, come.

Retira la silla y se marcha. Dejo escapar un suspiro aliviado, cuando la sensación de inquietud que me provoca desaparece. Aun no me sobrepongo, ni siquiera puedo mirarlo, pero debo hacerlo. Tengo que hacerlo.

No sé qué ocurre, ni donde me encuentro. Estoy en una habitación fría y oscura. No puedo moverme y me duele demasiado el cuerpo, creo que tengo rotos los huesos. Escucho el llanto de alguien. Alguien a quien yo conozco y que quiero ayudar, pero no puedo hacerlo. Estoy desesperada, tengo miedo, un miedo que se esparce por todo mi cuerpo.

«Viene por mí, viene por mí», pienso desesperada.

Ese pensamiento se repite en mi cabeza. ¿Quién viene? ¿Quién llora? ¡No entiendo nada!

La puerta se abre y una sombra se proyecta contra la pared. Es un hombre. Pero no puedo verlo, mi postura no me lo permite y no puedo girar mi rostro.

―¡Eres tú! ―susurra una voz siniestra que me paraliza. Es el fin...

Me incorporo de golpe sobre la cama. ¿Qué ha sido eso? Me llevo la mano al pecho, intentando respirar. No sé qué ha pasado. Tengo el rostro empapado de sudor y mi cuerpo tiembla. Una pesadilla. Ha sido solo una pesadilla. De pronto soy consciente de algo. Está aquí. Puedo sentirlo. Levanto la mirada y distingo sus ojos entre las sombras.

La donante (#1 ) *Resubida*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora