Prefacio

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Prologo

Podría simplemente seguir su camino, ya había terminado su jornada del día, había hecho todo lo que se suponía que hiciese, sin embargo, se detuvo a último momento, y miro hacia abajo, hacia la tierra, allí se encontraba su amado, nadie la esperaba en casa, podría muy bien ir y venir, así que tomo impulso y se dirigió nuevamente a tierra, donde le esperaba su humano, Andrew.

Un humano encantador, que por alguna razón conocía sus raíces, sabía todo sobre los de su naturaleza. Lentamente aterrizo en aquel hermoso jardín y camino hasta la puerta de la pequeña cabaña de su humano, la puerta se encontraba abierta, como siempre, aguardando por ella, sonrió y entro en la cabaña mirando a todos lados —aún no se acostumbraba a los complicados objetos de los humanos—, lo llamo varias veces, pero no se encontraba allí, supuso que estaría en el pequeño río que había a unos metros de la cabaña, y efectivamente se encontraba en ese lugar.

— Alysha —Ella amaba la manera en la que sonaba su nombre de parte de sus labios, era como si él estuviera pronunciado alguna clase de conjuro, como si la idolatrara con tal solo decir su nombre, ella sonrió radiante.

— Andrew, pensé que estabas en la cabaña. —Murmuro mientras sentía los rayos del sol calentar su piel, era reconfortante pensó. Se sentía extrañamente serena gracias a las finas líneas de sol que traspasaban las hojas de los árboles, aterrizando en su piel, como si le otorgara energía.

— Bueno, aquí estoy, acércate —Ella fue a su encuentro, deteniéndose a unos centímetros del agua, para guardar sus alas, pero un movimiento de su mano se lo impidió, lo miro algo retraída.

— Déjalas, adoro verlas.

— Pero si quieres que entre contigo, debo guardarlas, de lo contrario no podría partir a casa más tarde.

— Entonces no lo hagas, quédate aquí conmigo. —Lo miro con duda unos momentos, quedarse con él o no, ella odiaba las despedidas, así que le sonrió nuevamente y entro en el agua con él, y con las alas al aire.

— Verdaderamente hermosa, eres algo increíble de ver —Dijo abrazándola fuertemente, ella pensó en lo mucho que él debía de haberla extrañado.

La pequeña cabaña se llenó de sus risas y comentarios fuera de lugar en cuanto ellos entraron en ella, sin dudas su mejor decisión fue quedarse, la pasaba de maravillas junto a él, su humano, su Andrew.

Tenía algo que la atraía, no sabía bien si era la manera en la que él pronunciaba su nombre, la adoración con la que veía sus alas cada que podía, como sus ojos se empañaban cuando decía que la amaba, y la hermosa sonrisa que mostraba después, la manera en la que sus ojos oscuros atrapaban los claros de ella, como su cabello negro contrastaba tanto con el suyo rubio, casi blanco, propio de los ángeles de sanación, como ella. O probablemente la manera en la que al despertar la besaba con intensidad, tal vez para asegurarse que ella era real, y como lo hacía también por las noches, antes de ir a dormir, él era un libro abierto ante ella, no había secretos, no habían discusiones, nada de lo que ella veía a diario con los otros humanos, él simplemente era diferente y ella adoraba eso.

— Debes de estar muriendo de frío.

— No mucho, pero mis alas se han vuelto pesadas —Le entrego una toalla para que se secase el cuerpo mientras él con otra se encargaba de secarle el largo cabello, esa era tal vez la única cosa que a él le disgustaba de ella, le había pedido que lo cortase, pero nunca pudo hacerlo, su pelo era parte de su cuerpo, literalmente.

Lo sentía como si fuera otra extremidad más, si llegase a cortarlo sería como cortarse un brazo, ya lo había intentado. Cuando llegase a un largo inapropiado este se caería automáticamente, por sí solo, sin dolor, y luego volvería a crecer tan largo como ahora, era un proceso en el cual no debía de haber interrupciones, donde no debía de meter la mano, de lo contrario, el precio sería el dolor, un dolor que ella sintió como una tortura cuando intento cortarlo.

Legendary Lovers PAUSADAWhere stories live. Discover now