La niña de tiernos ojos

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Narrador Omnisciente

Nos encontramos en un planeta alejado donde el paisaje está rodeado de fuego y lava hirviente.

Odin, el padre de todos, ha venido con el fin de proponer un trato a Vulcan el rey del planeta.
Ambos deseaban la paz entre sus reinos y estaban dispuestos a negociar.
-Si quieres la paz- dijo Odin con una potente voz -tendrás que darme algo a cambio-
-¿Qué es lo que quieres?- dijo Vulcan levantándose de su trono de roca Volcánica.

Vulcan era un hombre de cabello rojo como el fuego, alto, de fuerte musculatura, ojos rojos y piel blanquecina.
Solía conocérsele por ser un hombre vengativo a la vez que compasivo y era muy querido entre los habitantes de su planeta.
-He oído- dijo Odin con una sonrisa en su rostro -que has tenido una hija... una bastarda hija de una mortal-
-No...- dijo él -jamás te la entregaré. Ella es lo único que tengo-
-Vuestra esposa- dijo mirando a una mujer bajita de cabello anaranjado -estará agradecida de deshacerse de ella-
-No- dijo con rabia en su rostro -¿Crees que puedes robar otro niño? Escuché lo del hijo bastardo de Laufey al que te llevaste hace unos días-
-Estaba desterrado y a punto de morir- dijo molesto -¿Acaso no tienes a tu hija encerrada en tus mazmorras sin comida y sin un lugar donde dormir cómodamente?-

La mirada del hombre de fuego se clavó en el suelo con pesar.
Él nunca había querido que aquella niña pasara por aquel tormento, sin que su esposa se enterase iba a verla a las mazmorras y la sostenía entre sus brazos para darle un biberón de vez en cuando evitando así que muriese.
Adoraba a su hija tanto como adoraba a su esposa, pero los celos de la última por no poder engendrar un hijo eran demasiado fuertes, por lo que se vio obligado a encerrar a la pequeña con un gran dolor en su corazón.

La vista de Vulcan volvió a centrarse en el hombre de brillante armadura dorada.
-Está bien...- dijo notando un dolor en su pecho -la traeré enseguida-
-Iré con vos- dijo Odin -tengo que comprobar que lo va a hacer y no trata de engañarme-
-Está bien- dijo Vulcan con tristeza.

Ambos entraron en aquel edificio en el centro de un inmenso volcán y se dirigieron a la parte más baja y más calurosa de todas.
Allí, Vulcan saco una llave roja y brillante abriendo una celda donde había un pequeño bulto entre una rocas puntiagudas.
Agarró el pequeño bulto entre sus brazos y unas lágrimas cayeron por sus mejillas mientras colocaba un colgante alrededor de la pequeña cabecita de la bebé.
Depositó un pequeño beso en su frente y miró por última vez sus tiernos ojos castaños.
-Papá te quiere (T/N)______- dijo acariciando la mejilla de la pequeña -nunca lo olvides-
-No tengo todo el día Vulcan- dijo Odin -tenemos que partir cuanto antes-
-Está bien- dijo entregando a su pequeño tesoro con gran dolor -cuídala bien Odin... es mi bien más preciado-
-Así lo haré amigo mío- dijo el hombre de brillante armadura antes de abandonar el palacio.

Odin subió a su caballo mientras sostenía a la pequeña en su brazo izquierdo y cabalgó con sus hombres hasta la entrada del portal, el cual fue abierto por Heimdall el centinela del Puente del Arcoiris.
Una vez cruzado el punte y llegado a su palacio, Odin se dirigió a la habitación de su hijo Loki.

Frigga estaba tratando de dormir al pequeño Loki que lloraba sin descanso, pero no era capaz a calmar su llanto.
-¿Qué le ocurre?- dijo Odin aún con la pequeña entre sus brazos.
-Lleva así un rato- dijo ella -y está algo frío-
-Tengo una idea...- dijo antes de depositar a la pequeña en la cuna junto a su hijo.
-¿Has conseguido que Vulcan te de a su hija?- dijo Frigga atónita -es su...-
-Bien más preciado- dijo con una tierna sonrisa -lo sé. Pero me hizo prometer que la protegería como si fuese mía-
-Tiene unos ojos muy tiernos- dijo la mujer sonriendo -y mira... ha conseguido que Loki deje de llorar-

La pequeña estaba agarrando la mano de Loki con una tierna sonrisa y el niño comenzó a reír tiernamente.
Resultaba extraño ver como dos criaturas de razas totalmente diferentes se llevaban tan bien a los pocos segundos de conocerse.
Ambos niños cayeron rendidos en un profundo sueño tras un buen rato de juegos y risas entre ellos.

Cuando ambos dormían, Odin llamó a su capitán Orus un hombre alto y fuerte con semblante muy serio y con pinta de estar siempre de mal humor.
-¿Me ha llamado?- dijo el hombre haciendo una reverencia.
-Tengo una misión para ti querido amigo- dijo acercando al hombre a la cuna -deberás criar a esta niña como si fuese tu hija-
-¿Qué?- dijo el hombre sorprendido -pero... si yo no sé como cuidar a una criatura como ella-
-Sé que podrás hacerlo- dijo Odin -nosotros te ayudaremos a hacerlo, seremos como sus padrinos-
-Está bien...- dijo el hombre contemplando a aquella pequeña criatura que ahora dormía plácidamente -haré lo que esté en mi mano-
-Por ahora- dijo Odin -dormirá con mi hijo Loki hasta que adaptemos una de las habitaciones para ella-
-Como deseéis- dijo el hombre haciendo una reverencia antes de retirarse.

Odin volvió a contemplar a ambos niños, los cuales dormían con sus pequeñas manos entrelazadas.
Aquello le producía ternura y miedo al mismo tiempo, ya que sabía perfectamente que en un futuro Loki tendría gran habilidad para el engaño pero confiaba en que ella fuese lo suficientemente lista como para no caer en los engaños de su hijo.
Depositó un pequeño beso en sus frentes y abandonó la sala con mucho sigilo para no despertarles.

Se dirigió de nuevo a su habitación y se tumbó junto a su esposa para caer profundamente dormido mientras que en otro planeta mucho más alejado de Asgard, un padre destrozado lloraba la pérdida de su mayor tesoro en una mazmorra abrazado a una sucia sábana con aroma de bebé.

No puedes engañarme (Loki y tú)Onde as histórias ganham vida. Descobre agora