17.

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El campo abierto le llamaba, el sol del atardecer le calentaba la piel y el césped húmedo relajaba sus finos pies desnudos, se tiró en la yerba para tocar las flores que nacían apenas parecía que no hubiera otra cosa que La paz del momento y del lugar.

Sin querer cerro los ojos y cuando los abrió de nuevo el campo verde se había transformado en un sepulcro gris y polvoriento, con olor a humedad y a tierra rancia algo que jamás había percibido. Se levantó del duro suelo y recorrió el lugar, al fondo una escalera la llevo a una sala donde pudo observar al rededor de tal vez quince personas de abrigos negros y botas de trabajo ataban con cadenas a varios hombres y mujeres para luego colgarlos del techo, se pregunto como podían hacer eso pues era demasiado alto. Paso justo a lado de uno de los hombres de gabardina su rostro casi desfigurado la lleno de terror pero no grito sabía que tenía que continuar viendo era parte de lo que era y por más espantoso que le pareciera debía seguir. No reconoció a nadie y se alegró de eso, lentamente llego hasta los pies de una chica rubia y muy guapa con la piel blanca como leche y los labios tan sustanciosos que parecían dos trozos de carne ensangrentada, suspiro y continuó su camino maldecía el día que había nacido con ese poder.

Se quedo parada frente a la escena más espantosa que hasta ese momento había contemplado; dos mujeres atadas y desnudas habían sido heridas en ambos brazos y piernas dejando un río de sangre por todo su cuerpo, bajó de ellas una enorme bandeja de madera situada a sus pies recogía el caudal de sangre de vez en cuando alguno de los presentes se acercaba a lamer las heridas y beber directamente de ellas mientras otra mujer se encargaba de servir la sangre del platón en copas de cristal para llevarlas algún sitio que ya no alcanzo a ver. Siguió caminando cuando al fondo escucho una voz conocida, la voz de su madre al gritar.

-Hey! -le sacudió suavemente para hacerla despertar -estas bien... -sus ojos grises se quedaron mirando los de ella recién despiertos. -vamos a aterrizar debes colocarte el cinturón. Por inercia atendió y se coloco el cinturón, al mirar por la ventanilla no reconoció el paisaje, la hermosa ciudad por la que volaba era tan desconocida como los dos hombres con los que viajaba y más aún el hombre que estaba por conocer, del que casi no sabía nada y que un día creyó muerto, su padre.

Sintió el golpe de las ruedas al tocar la pista de aterrizaje, siempre le había causado algo de temor el momento del aterrizaje, su madre la había llevado a Boston de vacaciones hacia ya un par de años era la primera vez que viajaba en avión y le pareció una de las experiencias más espeluznantes que haya vivido se quedo aferrada al brazo de su madre la mayor parte del trayecto y la otra mitad se quedo pensando en como era que funcionaba el retrete aún ese día la idea le cruzo por la mente; pero ahora no estaba mamá para tranquilizarla tenía que ser fuerte sola, sujeto con fuerza los brazos del asiento hasta que el avión se detuvo por completo entonces volvió a tornar su gesto rudo y se coloco la mochila de nuevo a los hombros.

-Bien a llegado la hora de avisarle a tu padre que estas aquí. -Adolph saco el móvil y comenzó a teclear.

La chica seguía con los pensamientos ajenos a sus acompañantes pues su sueño no podría ser más que una advertencia de que su madre corría algún peligro, como siempre le pasaba y sus sueños no se equivocaban, se asomó a una de las ventanas que daban a la pista y se vio reflejada en sus propios ojos turquesa podría ser que esta vez haya sido sólo un sueño uno normal como el que tienen todos al dormir, porque tenía que pasarle a ella.

Recordaba una vez cuando soñó que Danny Camalie tendría un accidente en alguna clase, lo veía con la pierna y el brazo roto, en su sueño Danny trepaba por una cuerda de esas que se usan en la clase de gimnasia y caía de lo más alto cuando despertó se lo contó a su madre quien le dijo que todo había sido un sueño y que ese chico estaría perfectamente bien y así fue al menos hasta el receso cuando al pequeño Danny de tan sólo ocho se le ocurrió trepar a uno de los árboles del jardín y entonces se resbalo, brazo y pierna fracturados justo como en su visión lo veía llegar a la semana siguiente con las mismas vendas grisáceas a la escuela.

El Regreso del PríncipeWhere stories live. Discover now